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La Steve Jobs de las Rías Altas
Ángela Ruiz Robles, creadora de la Enciclopedia Mecánica, fue pionera en el uso del libro electrónico y las pizarras digitales.
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Grandes personajes de la historia han surgido en el momento y en el lugar más inesperado. También personas desconocidas que, pese a su anonimato, se merecen un hueco en el imaginario popular por su aportación en el avance de la sociedad. Ángela Ruiz Robles es el ejemplo perfecto de este axioma. Fue en la España siniestra, triste, hambrienta y represora de la posguerra donde vivió esta maestra viuda –y madre de tres hijos– que fue pionera en el uso del libro electrónico y las pizarras digitales.
Doña Angelita, como la llamaba su alumnado, nació en Villamanín (León) en 1895. A los 22 años impartía clases en una escuela de León y solo un año después se trasladó a Ferrol, donde trabajó y vivió hasta el final de sus días, en 1975. En la localidad coruñesa, Doña Angelita fundó una academia para personas adultas y también impartió clases gratuitas a obreros. Su currículum profesional es extenso.
Entre 1938 y 1946 escribió 16 libros, todos dedicados a cuestiones educativas. Su obsesión era hacer de la enseñanza un proceso más humanizado, dinámico y comprensible. Además de la educación, la otra gran pasión en la vida de doña Angelita fueron los inventos, siempre aplicados al ámbito de la pedagogía. Desde muy joven comenzó a diseñar y a imaginarse artilugios con los que transmitir conocimientos.
Obsesionada por el peso de las carteras –hoy mochilas– y convencida de la necesidad de transformar la educación memorística de la época hacia una enseñanza interactiva y razonada, doña Angelita ideó un nuevo formato de libro para la escuela: la Enciclopedia Mecánica. Funcionaba con aire a presión y llevaba unas bobinas donde introducir carretes con las diversas materias de enseñanza. Mediante una lámina transparente se podía incluso hacer zoom. El invento contaba también con luz y sonido, y con un hueco para colocar una calculadora, aunque ninguno de estos añadidos se incorporó al prototipo construido al no existir entonces esos dispositivos de pequeño tamaño. “La misión es aliviar la enseñanza. Con el mínimo esfuerzo, conseguir los máximos conocimientos”, explicó la inventora en una entrevista de la época.
En su prototipo incorporó el inglés, el francés y la gramática española. El invento fue pensado para ser leído en horizontal o vertical, como el primer iPad en 2010. “Los libros mecánicos proporcionan muchísimas ventajas. El mío ha sido ideado para todos los idiomas y facilita grandemente el trabajo a profesores y alumnos. Por su calidad de internacionalidad, facilita en el mundo el arte de enseñar a profesores, pedagogos, especialistas de la enseñanza. Es atractivo y práctico. Se trata de una pedagogía ultramoderna que actúa sobre las realidades pedagógicas. Auxilia a la ciencia de la Enseñanza y creo que cumple los fines que me he puesto al idearlo”, sostenía la maestra en un artículo publicado en los años 60 en el diario El Correo Gallego.
Tanto creía doña Angelita en su proyecto, que incluso en 1949 patentó su artilugio. De hecho, fue la primera patente formalizada por una mujer en España. Por este original invento, del que se conserva un prototipo en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de La Coruña, recibió varios premios. El Ministerio de Educación y Ciencia lo autorizó con rapidez pero la Enciclopedia Mecánica nunca llegó a comercializarse por falta de financiación para poder desarrollarla.
Aun así, la maestra persistió con otros inventos y diseñó un nuevo sistema de taquigrafía, más sencillo que el que se usaba hasta el momento, y lanzó un Atlas Gramatical. El Ayuntamiento de Madrid planea poner su nombre a una calle.
CALLE EN HOMENAJE A ANGELA RUIZ ROBLES, YA.
Cuanta gente con menos méritos que Angela Ruiz Robles tienen dedicadas calles y homenajes.
Sobre todo en esta España francofascista y nacionalcatólica muchas calles honran todavía a genocidas y seres de méritos criminales.