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Fatih Akin: “El arte siempre debe retar a la sociedad”
El director turco-alemán estrena 'En la sombra', una película sobre las víctimas del terrorismo concebida para provocar a todo el mundo.
El cineasta Fatih Akin (Hamburgo, 1973) cree que «el arte siempre debe retar a la sociedad». Lo dijo refiriéndose al controvertido final de su película En la sombra, que ha descolocado a muchos espectadores y críticos —»era perfectamente consciente de lo que hacía», afirma— y que no dejará indiferente a nadie. «También tengo curiosidad por saber dónde está el límite de lo que es aceptable por la sociedad». Akin hablaba así en Madrid, defendiendo su libertad creativa y el carácter provocador de su filme, sin saber que ese mismo día, en esa misma ciudad, la feria ARCO retiraba la obra Presos políticos en la España contemporánea para «evitar mayores polémicas».
En la sombra, que ganó el Globo de Oro a la mejor película extranjera, narra la historia de una mujer alemana (Diane Kruger, en la mejor interpretación de su carrera) que pierde a su marido turco y a su hijo de 6 años en un atentado neonazi. Lo que empieza siendo cine político al estilo Costa-Gavras va diluyéndose poco a poco en un estudio psicológico sobre el dolor, un sentimiento muy complejo que «tiene muchas capas: shock, vacío, ira, soledad…». Y lo que le ha salido es una película sobre las víctimas del terrorismo que, como él mismo admite, «provoca, incomoda, no está hecha para agradar a todo el mundo».
No han sido pocos los que le han acusado de errar el tiro: el problema en las sociedades occidentales, dicen sus detractores, está hoy en el terrorismo yihadista, no en el neonazi. Akin tiene otra lectura: «Ha habido más de mil asesinatos ultraderechistas en Alemania desde 1945. ¿Y cuántas víctimas del terrorismo yihadista ha habido en Alemania? Menos de cien. En serio, ¿de qué estamos hablando?».
Akin, de origen turco, ha retratado el tema de la inmigración en todas sus películas. Contra la pared (2004), Al otro lado (2007) y Soul Kitchen (2009) lo convirtieron en uno de los directores más importantes del panorama europeo. Eran historias en las que las comunidades turcas o griegas que viven en Alemania ponían el contexto, pero el racismo hacia ellas no ocupaba un lugar preeminente. Confiesa que el tema siempre le interesó, pero que «no estaba preparado, necesitaba madurar» antes de abordarlo.
La larga sombra de la extrema derecha
Cuando por fin se puso a escribir el guión de En la sombra, se dio cuenta de que ese tema tampoco era tan importante. «Al final, se convirtió fundamentalmente en una película sobre la pérdida». Y es cierto, el duelo inconsolable representado por Diane Kruger lo inunda todo, pero la denuncia política está ahí y es clarísima: «La extrema derecha ya no está en los márgenes de la sociedad. Antes era muy fácil localizar e identificar a estos tipos. Ahora no. Ahora están entre nosotros. Puede ser cualquiera. Puede ser el banquero, el político, el taxista…». ¿El policía? «No puedo decir ‘sí, los policías son nazis’. Pero hay un prejucio respecto al cuerpo y hay que analizar de dónde viene. Suele decirse que ‘la policía está ciega del ojo derecho’. Ni siquiera sé si yo mismo estoy muy de acuerdo con eso, pero lo cierto es que no es muy habitual encontrarse con un policía que simpatice con la izquierda. Cuando piensas en la historia de la policía alemana ves que en 1945, después de la guerra, los aliados tuvieron que organizar una nueva policía, tanto en el Este como en el Oeste. ¿Quién podía serlo? Los socialdemócratas habían sido encarcelados o enviados a campos de concentración. En realidad, todos los que quedaban eran antiguos nazis. El sistema policial alemán fue construido con antiguos nazis. No todos lo eran, evidentemente. No estoy diciendo eso. Pero hoy sabemos que hay miembros de la policía que fueron miembros de organizaciones neonazis. Y si le das poder y una pistola a alguien así, sabes que hay cosas que pueden salir mal».
El prejuicio eurocentrista perseguirá a Akin de presentación en presentación, pregunta tras pregunta. ¿Por qué nazis? ¿Por qué no yihadistas? Usted es de origen turco, ¿es por eso? Y claro que es por eso. Y no cree que deba ocultarlo. «En la película no es tan importante quién cometió el atentado. Podría haber sido perfectamente un terrorista islamista o alguien que enloquece o la mafia del narcotráfico… El dolor y las acciones de la protagonista no habrían cambiado en ningún caso. Pero al hacer que sean neonazis hago que la historia sea mucho más personal, más mía. Es algo que tiene que ver conmigo».
La colaboración con Kruger ha sido tan fructífera que ya han acordado trabajar juntos en una serie de seis episodios. «Sí, yo también he caído en la trampa de la televisión», bromea. Tratará sobre la relación entre Marlene Dietrich y los nazis, y sobre su trabajo con la resistencia y con los refugiados judíos, una historia que según Akin aún es muy desconocida.
El pelo rubio, la piel blanca y los ojos claros de su nueva musa han contribuido a que este, por otro lado, amable y sonriente director ponga de los nervios a muchísima gente con su último trabajo. «No hago películas para Hollywood, hago películas en mi mundo. Y yo, como la protagonista, tengo un matrimonio mixto, estoy casado con una alemana blanca, medio mexicana, pero muy alemana en su aspecto. Y si el personaje de la madre hubiera sido de origen turco, todo hubiera sido demasiado obvio, demasiado fácil para vosotros, el público blanco. No participaríais. Seríais meros observadores. Y lo que yo quería era herir la sensibilidad del público, sacudirlo».
Sin desvelar nada de la trama, diremos que esa mujer, después de su terrible pérdida, no se comporta según lo que podríamos llamar un ‘estándar europeo’. «Pero no es una terrorista», se apresura a aclarar Akin.»Un terrorista es alguien que tiene un objetivo político y que intenta imponerlo a través de la violencia. Ella hace lo que hace por una motivación personal». Akin se enciende cuando habla de un crítico que no podía aceptar que esa mujer fuera una europea blanca. «¡Decía que tenía que ser una musulmana! ¡Y lo escribió en la prensa liberal, no en la conservadora! Entonces me dije:’‘OK, aquí tenemos un claro ejemplo de racismo‘. No puedo llamarlo de otra manera. Y viene de gente de la que nunca te lo esperarías. Si no hiciera este tipo de películas provocadoras, quizás ni yo mismo me daría cuenta de que convivimos con eso todos los días». Y añade: «Estoy convencido de que la película no ha sido nominada al Oscar por eso, porque la chica es blanca».
Para el director, además, era importante que quien diera cuerpo a este drama fuera una mujer. «En las primeras versiones la historia era muy diferente. El protagonista era un hombre, pero aquello no funcionaba y, además, era terriblemente aburrido. Me devanaba los sesos para sacar adelante el guión pero siempre acababa en callejones sin salida. Me rendí, lo aparqué, rodé mi anterior película, Goodbye Berlin, y cuando retomé el proyecto decidí que sería una mujer. Y todos los callejones se abrieron. La película se hizo más compleja. Creo que el hecho de arrancar a un niño de los brazos de su madre es algo más primario, más arcaico, que arrancárselo a un padre. Para un padre también es muy doloroso, pero ese dolor es diferente».
Miedo a la libertad
A caballo entre dos culturas, Akin siempre se ha desdoblado para hablar de la comunidad que lo rodea. Hamburgo y Estambul comparten espacio en sus historias sin que el cineasta tenga que hacer una declaración de adhesión a ninguna de ellas. No sufre ese doble extrañamiento que sí afecta a muchos inmigrantes en todo el mundo: en su caso sería pasar por turco en Alemania y por alemán en Turquía. «Yo no lo siento así —explica— pero quizás tenga que ver con mi condición de artista. O puede que no… Alemania ha cambiado mucho en los últimos 20 años. Se ha convertido en un país de inmigración, como Canadá o Estados Unidos. Si conoces a algunos jóvenes árabes, y no hablo de refugiados sino de árabes que han nacido en Alemania, verás que se han adaptado perfectamente a la sociedad alemana. ¡Mucho mejor que los turcos, incluso! Los turcos estamos demasiado enmadrados, aunque ese no es mi caso. Conozco a gente que siente que no pertenece a ninguno de los dos sitios. Es gente que tiene miedo. Miedo a dejarse ir, a acoplarse. Erich Fromm lo llama ‘el miedo a la libertad’. Yo también tengo miedos, claro, pero el miedo a la libertad no es uno de ellos».
En realidad, alguien tan acostumbrado como él a arriesgar con su trabajo no parece asustarse fácilmente. «¡Me encanta el peligro!», exclama con ironía. «Me han amenazado los musulmanes radicales. También me amenazaron los turcos radicales después de rodar El padre, que hablaba del genocido armenio. Y ahora parece que he provocado a los neonazis. Bueno, supongo que si no molesto a alguien es que algo estoy haciendo mal».
Sr. Lechuza, España NO se construyó con poderes franquistas. Sencillamente no se destruyó previamente, sino que fueron ellos mismos, los franquistas, quienes hicieron esta democracia como medio de supervivencia a los cambios sociales profundos que se estaban produciendo en los 70.
Por cierto, el artículo está «sembrado».
Eso es Tite, totalmente de acuerdo, fueron franquistas quienes construyeron la «democracia postdictatorial»
Completamente de acuerdo con el comentario anterior
me temo que no sólo está la ultraderecha entre la población alemana, en España abunda en muchos sitios y no se nombra, no se identifica, está normaliza la vida de esas personas ultraderechistas en su modo de ver el mundo, de pensar sobre los otros, de consumir, de estar y comportarse con lo público. Estamos rodeados. Si ocurriera algo que nos segregara por ideologías nuestro país sería mayoritariamente de ultraderechas y ni nos damos cuenta.
También España se construyó con poderes franquistas tras la muerte del dictador, no sólo los policías o el ejército, también la justicia, la iglesia poderosa, , la educación, el machismo, las tradiciones, los trabajos y los empresas, los olvidos y los silencios…nunca se ha reiniciado nuestra cultura, el virus ya no sólo está latente.