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La izquierda y ‘Operación Triunfo’: una celebración de la impotencia
"Es desconcertante que se aplique la palabra clasismo a quien critica un producto de una multinacional y no a quien mira para otro lado frente a la situación de quienes trabajan en la música".
No me gusta Operación Triunfo, el trap y el reggaeton, como tampoco me gustan el pescado hervido, las películas de Isabel Coixet o las camisas con colores pastel. Me gustan Baroja y Galdós, pero por otro lado encuentro tedioso a Stendhal, salvo cuando describe Waterloo en la Cartuja de Parma. Hay un programa norteamericano sobre la compra de vestidos de bodas donde la mezquindad de los dueños de la tienda me parece tronchante. Hasta el final de mi adolescencia sentía apego por el Real Madrid y los parques de atracciones me parecían divertidos. Ahora no me identifico con ese equipo de fútbol y la montaña rusa me da miedo. Siento una especial conmoción frente a las pinturas de Gutiérrez Solana, no así frente a las de Jackson Pollock. Prefiero las hamburguesas al caviar, entre otras cosas porque nunca he probado el segundo. No me gustan las discotecas y sí los bares pequeños, prefiero calzar brogues a castellanos y he desarrollado un curioso apego por el Julio Iglesias pre-Miami.
No se asusten. Este no es un artículo sobre preferencias culturales, que es lo que suelen resultar la mayoría de columnas de escritores sexagenarios reconocidos, y sí sobre el porqué de esas preferencias. Me es indiferente si les gusta Operación Triunfo, no así las lecturas políticas en torno a ese gusto.
El anterior listado de preferencias nos vale para observar que la cultura puede ser un libro reconocido por el canon o aquel que se vende en un kiosco, pero también eso que abarca espacios tan dispares como la gastronomía, la moda o los deportes. Nuestros gustos culturales pueden cambiar con el tiempo, ser influidos por agentes externos y resultar contradictorios con quien se supone que somos. Por otro lado, parece que nuestros gustos están determinados por nuestras posibilidades materiales. Muchos de ellos no tienen mayor explicación o suceden por una suma de elementos imponderables, por lo cual no tiene demasiado sentido debatir sobre gustos, moralizar la preferencia.
Si la cultura nos interesa en este artículo lo hace desde su vertiente política, puesto que es la cultura quien tiene un importante papel en la construcción de la identidad y la identidad en la construcción de la ideología. ¿Pero por qué tratarlo justo ahora?
La razón es la creciente tendencia en la izquierda a celebrar todo aquello que se considera popular por encima de aquello que se tacha de elitista. Operación Triunfo concita la simpatía de críticos, políticos y activistas por ser favorable a valores como la diversidad. Criticar OT es quedar como un snob, incluso quizás como un clasista o un adicto a la superioridad moral. Quien escribe considera a esta tendencia una empanada mental del tamaño del lago Victoria. Saquen su machete y síganme, es hora de despejar el camino.
Alta cultura, cultura popular y cultura masiva
Parafraseando a Eagleton, es cierto que Operación Triunfo llega a mucha gente corriente, lo mismo que sucede con la varicela. Que un producto cultural sea masivo solo nos indica su éxito en un mercado, no su categoría de popular. Si entendemos lo popular como aquello que viene del pueblo, el chotis y las sevillanas son cultura popular, aunque el primero esté muy poco extendido y las segundas sean masivas hasta en Japón. Por otro lado, los encierros taurinos o los piropos son parte de la cultura popular y sin embargo la izquierda no parece simpatizar con ellos. Las peleas a bastonazos con los contendientes enterrados hasta la cintura eran parte de nuestro acervo popular aunque hoy por suerte están felizmente extinguidas. Primera conclusión, popular y masivo no son lo mismo. Segunda conclusión, que algo sea parte de la tradición cultural de un pueblo, que algo sea popular, no significa necesariamente que sea progresista.
También podemos entender cultura popular como aquello que está contrapuesto a la alta cultura. Si la alta cultura es el conjunto de prácticas artísticas reconocidas por la academia, la cultura de consumo es aquel producto que surge de su conversión en una industria capitalista.
El Emperador Carlos V de Tiziano es alta cultura, el Spiderman de Lee y Ditko es cultura de consumo. Hoy las obras de Dickens son consideradas alta cultura, pero en el siglo XIX eran parte de la cultura popular que se publicaba en prensa de forma seriada. Cuando Las Tortugas Ninja son bautizadas con nombres de pintores renacentistas, la alta cultura se vuelve cultura de consumo, al igual que cuando Klimt se reproduce para colgarse en un retrete. Existe alta cultura masiva, como las representaciones de las obras de Shakespeare y cultura pop masiva, como el musical de El rey León. Hay alta cultura minoritaria, como un concierto de Bela Bartok y cultura pop minoritaria, como un concierto de Melange. A la alta cultura se le supone por definición un dominio total de la técnica artística, lo que no resta para que el Fifth Dimensions de los Byrds o Tiburón de Spielberg demuestren un alto dominio de sus respectivas disciplinas.
Es decir, la diferencia entre alta cultura y cultura pop no se da tanto por su capacidad de ejecución artística sino por su relación con la reproducción y el consumo. Las categorías no están siempre claras y tanto la alta cultura como la cultura pop pueden ser masivas o minoritarias.
La propuesta de la alta cultura suele seguir un canon reglamentado en el intento de obtener mejores resultados artísticos. La cultura pop puede seguir ese canon, pero lo que la impulsa es su adecuación para el consumo y la reproducción de lugares comunes. Es decir, Ciudadano Kane es infinitamente más rica en profundidad narrativa, conflicto y técnica cinematográfica que American Ninja, independientemente de que ambas nos parezcan películas estupendas o infumables.
Por otro lado, la alta cultura ha tenido una utilización aspiracional con el fin de reforzar el estatus, por lo que mucha gente la empezó a ver con antipatía, como algo elitista. Los ricos no iban al Liceo porque tuvieran una mayor sensibilidad para el bel canto, sino para marcar sus diferencias de clase con los trabajadores que iban a la verbena.
En nuestra contemporaneidad, antes de la Segunda Guerra Mundial, existía cultura popular como folclore y tradiciones y una naciente cultura popular de consumo limitada por el relativo tamaño de su industria, centrada especialmente en lo editorial y teatral, con géneros sencillos y accesibles a una clase trabajadora que carecía de educación reglada.
De ahí que los ateneos obreros, los sindicatos y los partidos de izquierda disputaran la alta cultura a la burguesía. Instruyendo a los trabajadores y produciendo directamente materiales que acercaran la cultura a las masas. El obrero anarquista o comunista hacía un esfuerzo, individual y colectivo, por formarse no solo política sino culturalmente. Los artistas que simpatizaban con la izquierda, la mayoría de clase media, planificaban sus obras para que tuvieran la calidad de la alta cultura pero fueran accesibles por todos. La nueva sociedad se construía con piquetes y huelgas pero también con páginas y fotogramas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, las industrias de la cultura de consumo se desarrollaron exponencialmente, creando una sociedad del entretenimiento. Podríamos discutir si esta industria del entretenimiento tenía un fin político, en el sentido de colonizar el tiempo libre con distracciones, o fue tan solo un desarrollo económico inevitable, lo cual se escapa al tamaño de este texto. Sí dejar claro que mediante la industria del entretenimiento se borró en gran parte la cultura popular entendida como tradicional o folclórica. Lo cierto es que la cultura pop fue y es un extraordinario vehículo para transmitir valores, mucho más al menos que la capacidad de creación de cultura, de comunidad e identidad, que partidos y sindicatos de izquierda podían ofrecer.
La cultura popular de consumo, aunque se utilizó dirigidamente con fines reaccionarios, véanse por ejemplo las relaciones entre cómic y macartismo, en su mayor parte reflejó la hegemonía de la izquierda en el ámbito creativo. Podemos discutir cuál fue la verdadera penetración en la clase trabajadora de los valores defendidos por Godard, Jacques Brel, los angry young men o el Boom Latinoamericano, no de la abrumadora superioridad en número y calidad de la izquierda en la cultura pop. Incluso la cultura con fines puramente de entretenimiento recogía con asiduidad si no ideas explícitamente progresistas, sí el conflicto social. Detrás de las viñetas de Rogue Trooper, los planos de Rocky o los acordes del Setting Songs no estaba el partido comunista, pero sí existía un cuestionamiento del orden existente.
La reacción neoliberal colonizó también la cultura y, aunque la cronología y profundidad cambie dependiendo de la disciplina, podemos decir que desde los noventa la cultura de consumo en el ámbito masivo es hegemónicamente de derechas. Por supuesto que hay excepciones, pero sobre todo un repliegue de lo progresista hacia lo considerado como independiente y minoritario, realmente un regodeo en la especificidad y la diferencia. Por otro lado, las contraculturas ofrecieron a muchos jóvenes disconformes una salida a lo pautado que se leyó como trinchera de resistencia aunque fue, más a menudo de lo deseado, refugio solipsista.
Y llegamos a nuestro presente donde todo este análisis y recorrido queda sepultado en favor de un entusiasmo hacia la nada.
Operación Triunfo como populismo de la mercancía
Operación Triunfo no es cultura popular, por mucho que ahora se insista en ello. Se diría, siguiendo las cuentas de Twitter de Izquierda Unida o Íñigo Errejón, que detrás de este producto está alguna asociación de ocio y tiempo libre de Villaverde, el club de amigos de la jota leonesa o una red de activismo LGTB, y no una de las productoras audiovisuales más potentes del país. Aunque OT se emite en la televisión pública, su productora es Gestmusic, empresa propiedad de la filial española de Endemol Shine Group, un gigante multinacional participado por el fondo de inversión Apollo y la 21st Century Fox. En nuestro país, Gestmusic factura unos 30 millones de euros anuales y su empresa matriz es responsable de decenas de programas como Gran Hermano, Masterchef, La Isla, Tu cara me suena o Isabel. Aunque se desconoce cuánto le cuesta OT a la televisión pública, se estima un coste de 700.000 euros por gala, al parecer un buen precio de mercado. Lo que cabría preguntarse es cómo entiende RTVE la izquierda parlamentaria de este país.
La cuestión que impulsaba este texto, recordamos, no es si este espacio televisivo nos agrada o mucho menos si sus resultados musicales son artísticamente notables o deficientes, sino qué valores encierra el producto OT y por qué la izquierda se equivoca al pensarlos positivos y populares.
Operación Triunfo forma parte de una segunda ola de telerrealidad, donde el papel de sus concursantes –no alumnos– no se limita a hacer el vago y revolcarse bajo los edredones como en Gran Hermano. Lo cual no implica que OT sea un programa sobre música, de la misma forma que Masterchef no lo es de cocina y las aventuras y desventuras de Chicote no lo son sobre restauración. El valor principal de estos espacios es uno bien neoliberal, aquel que viene a decir que la dedicación y el esfuerzo, en abstracto, conducen al triunfo, obviando siempre cualquier factor corrector de esa carrera como la clase social y el diferente acceso de oportunidades que conlleva. El mismo mensaje de cualquier libro de autoayuda salvo que vestido con las ropas de la cultura y la diversidad.
Una dedicación y un esfuerzo adulterados, desiguales, como sucede en cualquier escenario neoliberal. Miles de grupos, orquestas y solistas se dejan horas en locales de ensayo, en conciertos donde no siempre les pagan lo estipulado ni se cumple la legislación, incluso perdiendo la vida en la carretera en accidentes laborales in itinere, recibiendo una atención menguante por parte del público, los medios y las instituciones. Los concursantes del programa no tienen la culpa, serán arrojados al basurero del olvido tan pronto como se apaguen los focos, por lo que, disculpen que les amargue su fiesta, me resulta desconcertante que se aplique la palabra clasismo a quien critica un producto de una multinacional y no a quien mira para otro lado frente a la situación de los trabajadores de la música.
Si OT fuera un programa estrictamente musical y su academia no una casa-de-Guadalix con pretensiones, no habría necesidad de que España decidiera quién permanece y quién acaba en el ostracismo. Porque OT, en último término, va de eso, de que para triunfar hay que dejar por el camino a tus compañeros y compañeras, de que el éxito solo es posible en la medida en que otro fracasa. Imaginen una OT en la que los espectadores siguen la evolución de un grupo de 18 alumnos y disfrutan, precisamente, de cómo una persona mediante un método reglado de enseñanza puede desarrollar su talento musical. Sin la emoción de la elección, del coso romano con un gladiador sobre la arena no es lo mismo, ¿verdad?
No estamos afirmado que millones de personas, por ver cada semana Operación Triunfo, se vayan a transformar en Gordon Gekko, de la misma manera que yo no me voy a volver un galán tardofranquista por cantar, con desigual suerte, Soy un truhán, soy un señor. Por suerte, la construcción de la identidad es algo más compleja. Ahora bien, si afirmamos que la representación de la diversidad sexual en OT tiene un efecto positivo en la sociedad, al menos más que si reivindicaran la supremacía de la raza aria, de la misma forma deberíamos afirmar que los valores neoliberales subyacentes de este espacio también calan como la gota malaya en sus espectadores. Sobre todo cuando el espíritu individualista y aspiracional se repite en la gran mayoría de los espacios de entretenimiento.
Tampoco afirmamos que detrás de OT exista ningún plan maestro conspirativo del Club Bilderberg. Seguramente muchas de las personas que trabajan en el programa se consideren a sí mismas progresistas. Lo que por desgracias no las libra, no nos libra, de replicar unos valores neoliberales que ya no son ideología política sino el único modo en que entendemos pueden funcionar las cosas.
Aun imaginando que OT fuera un espacio ideológicamente neutro, cosa imposible, la actitud de la izquierda hacia el mismo dice mucho más de su incapacidad que de una táctica brillante para reapropiarse de la cultura de consumo masiva. Como la izquierda asume que el único escenario posible es el existente, trata al concepto de cultura en general como un campo de creatividades individuales, a la alta cultura como un medio para generar turismo y a la cultura pop como algo sobre lo que verter sus opiniones y realizar alguna pizpireta deconstrucción.
Así la cultura de consumo de masas, que eminentemente juega en el terreno de la esfera pública, queda por completo en manos privadas. Incluso en la tele pública del PSOE de los ochenta existía una política cultural premeditada, mientras que ahora lo único que resta es que el gestor elija propuestas de productoras privadas con el fin último de la audiencia, donde a lo máximo que se aspira ya es al discurso motivacional y a la simpatía con lo diverso pero donde no cabe un ¡Viva el mal, viva el capital!
Y más allá del aspecto institucional televisivo, parece que lo único que nos queda es celebrar lo existente, construyendo fantasmagorías a su alrededor para edulcorar nuestro sueño. De esta manera, como el trap triunfa entre los jóvenes de clase trabajadora (entre algunos de ellos, por mucho que se exagere su importancia), entonces el trap es popular, entonces es anti-elitista, entonces debe ser reivindicado por la izquierda. Que el trap triunfe puede tener que ver con muchos factores, entre otros la descripción emocional sobre la falta de horizontes y posibilidades cotidianas. Lo paradójico es que mientras que con The Clash existía una reacción furiosa ante esos horizontes, este estilo los celebra, regodeándose en el consumo, el individualismo y la superficialidad. Lo extraño, cabe esta vez conjeturar, es que justo cuando el rap español parecía escorarse hacia la izquierda, de repente los apóstoles del nihilismo autotune sean elegidos por los prescriptores de tendencias como representantes únicos de la juventud.
Se diría que como la izquierda carece por completo de un análisis serio en torno al hecho cultural, lo único que le queda es deconstruir la última de Mad Max, inventarse una mitología liberadora en torno al reaggeton y adosarse artificialmente vía tuit al último éxito televisivo, a ver si aparenta normalidad y pesca algún voto. Lo desastroso es que como la normalidad es neoliberalismo no se impugna al enemigo sino que se le refuerza. En una espiral decadente ya se califica de elitista reclamar a Luisa Carnés por encima del best-seller, de pollavieja al que reivindica a los Housemartins por encima de niñatos a los que no se les va el egoísmo de la boca. Tanto que muchos ya solo se atreven a decir lo que les ha divertido Paquita Salas por el miedo a que compartir un vídeo de Terrorismo de autor les cuelgue el sambenito de moralmente superiores. Esto no es izquierda, es un atroz populismo de la mercancía.
Se diría que el activismo celebra su impotencia en vez de pensar en su potencialidad. Se diría que nos espera un futuro en el que ya no cabrá ser de derechas ni de izquierdas, tan solo elegir entre los Javis o Bertín.
Buen escrito
Excelente artículo, muy bien argumentado y claramente redactado. Enfatizo esos últimos elementos porque me han sorprendido dos argumentos en los comentarios:critican la longitud y la puesta en relieve del mensaje de fondo que traslada el exitoso formato de OT.
Que haya gente que se autodefina de izquierda y se sienta agredida por este artículo dice mucho del estado actual de las cosas en la política española.
Pues yo me considero de izquierdas y, producto de una multinacional… etc., ect., ect., OT es de lo mejor que se ha visto en la televisión en los últimos tiempos. Como formato, como reflejo de la sociedad (sí, amigas), como trama que engancha… ¿que la gente tiene que votar? No sé, chica, se llama concurso. Yo creo que lo que en el fondo os molesta es que un formato tan populista y -oh, poco underground- haya triunfado tanto incluso fuera del mainstream. Y haya sido aplaudido por todos los sectores, los unos y los otros. ¡VIVA OT!
Como músico, pero sobre todo como persona de izquierdas: muchas gracias por expresarlo tan bien.
Buen articulo. De hecho hay que reflexionar por qué TODAS las instancias económicas neoliberales (todas las multinacionales etc) están a favor de la diversidad sexual y tanto la promocionan. Yo tengo mi teoría..
Por fin una aproximación rigurosa a la cultura. Y rigurosa tiene que ver como bien hace Daniel con no separar en el análisis la cultura de las dimensiones política y económica donde se inscribe necesariamente. Lo demás, son opiniones vagas o sin ganas de activar el cambio. Recomiendo leer a Antonio Méndez, o ‘Realismo Capitalista’ de Mark Fisher, que siguen un diagnóstico similar. Felicidades Daniel, da gusto leerte y tu capacidad de síntesis de cosas tan complejas.
Tenía unas ganas enormes de leer, por fin,algo sobre OT como este artículo. . El otro día me quedé pasmado leyendo unas declaraciones de un articulista de izquierdas defendiendo esa mercancía televisiva.Enhorabuena Daniel. Se te echa de menos en la Agrupación de Centro.
La television es un potente medio de programacion mental. Si analizais las tematicas de los programas para jovenes, vereis que se potencia a traves de la formula del triunfador el individualismo social mas exacerbado, lo cual es contrario, a los intereses de la mayoria social en su conjunto y beneficia a los grandes depredadores de la sociedad, conocidos como sistema capitalista.
Si apagais la television y encendeis el cerebro, vereis la vida de otra manera.
P.D. No dejeis que programen a vuestros hijos.
Dando la razón en casi todo lo que dices. No comparto la forma de ver el programa como opuesto a la izquierda, vivimos en una sociedad capitalista y de mentalidad liberar. Yo trabajo en una mutinacinal con la que no comparto muchas cosas. Que hago? Me despido y me voy a vivir bajo un puente. Pues no. Aprovecharé lo que pueda para dentro de esa realidad caminar hacia un mundo más progresista.
tambien te puedes despedir despues de haber buscado y encontrado curro en otro lado en vez de vivir debajo de un puente o seguir con las autojustificaciones como hasta ahora…
Un buen artículo que produce polémica que buena,falta,hace ante cierta izquierda que quiere pero no puede tengo 67 años nací en un barrio obrero ferroviario de inmigrantes de la provincia de buenos aires argentina no me gusta OT ni sucedáneos son como dice el autor productos, bets sellers, penosos espejos de una sociedad que no correrá el riesgo que le suceda lo que en Farenheit 451 Truffat porque no tendrán nada que salvar el capitalismo los compra los vende como al soldadito boliviano que asesino al che Guevara ese forajido en términos de El País de hoy
OT es una pedazo de basura, así sin más. Da igual las vueltas que se le quiera dar, es un atentado contra la música. No es arte, no es cultura, no es música. Y desde luego decir que es «popular» es simple y llanamente ofensivo. Es exactamente lo opuesto a la expresión artística libre y en muchos casos reivindicativa, un producto creado para ser vendible y manejable de antemano. Y si gusta a mucha gente es por lo mismo que gusta gran hermano de demás porquerías. No es tan difícil de vislumbrar.
Daniel, no es un buen artículo. Preocúpate por saber explicar a dónde quieres llegar y cómo, más que en citar nombres y utilizar expresiones enrevesadas y sarcásticas. Puede que así todos estos lectores que te están apabullando sigan opinando diferente pero al menos te respeten.
Opino lo mismo, muchos ejemplos (excesivos) y poca reflexión o crítica veraz…artículo sin miga
Campeón, el disco mencionado se llama «Setting SONS», no «Setting Songs». Y algo me dice que no es una errata…
Me ha parecido muy interesante sin que eso signifique estar en todo de acuerdo, pero me quedo sorprendido con las reacciones tan defensivas de muchos
¿Tanto texto para decir nada? ¿Que te quieres hacer el chulo con todo lo que sabes? Hazlo con el colega que te aguante (para eso es colega). Un poco de paz, tío, no hay que sacar conclusiones de todo. Estamos en el mundo. Vale ya. Qué pesaos que sois los jovenzuelos.
Pero tú eres tonto? Es un artículo más que decente.
Este artículo es un análisis de la cultura y su consumo, como pocos he visto. Es un tema complejo, por eso es (un poco) largo, pero está lleno de conclusiones. Si te cuesta verlas quizá deberías esperar a que saquen la película.
El hecho de que te guste un pedazo de mierda no significa que pretendas echar, torpemente por otra parte, por tierra a quien sabiamente lo critica.
Me pareció muy bueno el artículo. Y como bien dice, es desastroso el punto al que hemos llegado. No pierdo la esperanza de que esta crisis tope y haya un vuelco cultural profundo.
¿Y por qué Garzón, Iglesias and company tienen libertad individual y pueden acceder a las redes sociales?…. Madre mía,qué barbaridad. En serio, no hace falta un análisis tan profundo y tan bien redactado… Que entiendo muchas cosas y las respeto, pero otras me resultan graciosas…
Daniel, como siempre magnífico
Muchas gracias por este artículo. Me has abierto una nueva interpretación de todo este tema de OT. Muy bien explicado, redactado, y muy necesario.
Genial artículo, enhorabuena !
He seguido el programa, porque sí, porque me ha apetecido, me ha entretenido y me ha gustado.
Estoy bastante de acuerdo en el 90% de cosas que dices, pero también es verdad que a pesar del coste, la productora y un largo etc. Pienso que era necesario un programa de este estilo, no por el contenido sino por todo lo que se ha visibilizado.
Las cosas que a muchos les parecen normales, para otros son nuevas: LGTB, enfermedades como depresión, ansiedad, feminismo o bullying. Cosas sabemos que están ahí pero hay que pensar que estos temas han llegado a gente que de otra forma no hubiese sido posible.
Es verdad, y el problema no está ahí sino en el telón de fondo que impregna todo: el neoliberalismo.
Menuda caspa! Si tu prepotencia no te lo impide, harías bien en preocuoarte por escuchar música actual (hay vida más allá del Morning Glory, amigo) y dejar de soltar generalidades y lugares comunes. Ni tú eres tan listo ni los demás tan tontos
No he podido pasar del párrafo número 156…
Habría que poner un límite a los artículos para que no se vuelvan infumables.
Y mira que el titular atrae, eh?
Con franciscana resignación he leído completo tu soflama pedante y autosactisfactoria para contigomismo.
Es probable que aún quienes te han valorado con cinco estrellas se crean más culturalmente superiores incluso que tu mismo,pero yo solo ye he dado dos, por el esfuerzo y porque as conseguido que lo lea entero, para ver a donde querías llegar y que no se resumirse es que way soy, y no me importa lo que me digan.
OT, gusta porque a la gente corriente le gusta ver a gente corriente con unos talentos, como en este caso cantar, comportarse de manera normal, esforzándose como todos en nuestro día a día. Porque pueden identificarse más con unos que con otros. Porque ni el mismo programa es totalmente igual para todos, y permitiendo jurados parciales y dejándonos castigarlos.
Y tiene un interés, incluso para los que se dicen contrarios, que hace que gente como tú incluso, le dediquen unas parrafadas increíbles, para no seguirlo,y para recoger de los propios los elogios perseguidos.
Error. OT funciona igual que el fútbol: nadie quiere ver a gente esforzándose, sino compitiendo.
«OT, gusta porque a la gente corriente le gusta ver a gente corriente» No. Le gusta a la clase de gente que está haciendo pedazos el mundo. «con unos talentos» Eso no es talento. Son unos cualquiera. «como en este caso cantar» Eso lo hace cualquiera, es la habilidad más insignificante que pueda haber. «comportarse de manera normal» Como borregos. Eso que tú llamas «normal» es justamente lo que ha hecho caca al mundo, y se debería evitar. «esforzándose como todos en nuestro día a día» ¿Esfuerzo? Madre mía, no ofendas y no me los compares con la gente que trabaja y lucha de verdad, respeta.
Vaya panda de pedantes. Popular según la RAE es también: «Que es estimado o, al menos, conocido por el público en general». Y se acabó tantas consideraciones estúpidas.
Fumandoenpipa.com, citandoautoresreconocidosporlacorteintelectualoide.es;enpoderdelaverdad.es-toy,ladrillazoinfumable.es
Es una turra espectacular y un ejercicio impresionante de pedantería y autosatisfacción. ¿Tiene el autor una opinión también sobre la expresión cultural del Dubstep en el marco de las relaciones de poder norte-sur? ¿Y que decir del conocimiento a fondo del autor sobre música juvenil actual?… impresionante, vamos. No me puede repeler mas el tufazo a superioridad intelectual que desprende.
TAL CUAL
No has entendido ni una palabra, ¿verdad…?
Totalmente de acuerdo. Además una de las acepciones de popular es precisamente «Que es estimado o, al menos, conocido por el público en general». Precisamente no hay nada que distinguir. No sé si esto subirá ya que me han filtrado un comentario anterior. Se ve que más bien hay inferioridad intelectual.
Alfredo, tu comentario es tan maravilloso que me cuesta encontrar la manera de explicarte el motivo.
Lo intento con una frase del texto: «Tanto que muchos ya solo se atreven a decir lo que les ha divertido Paquita Salas por el miedo a que compartir un vídeo de Terrorismo de autor les cuelgue el sambenito de moralmente superiores.»
Desde luego. Intelectualmente, ES incomparablemente superior a la infinidad de patochadas que se escriben actualmente.
Como se puede dar a like a este comentario? muy de acuerdo, mi parte favorita es el final de «así va España».
Seguro que se intentó poner de alias «librepensador» y no le dejaron.
Contigo al 100 por 100
El autor te predijo. Él ya sabe y lo dice, que hacer crítica provoca acusaciones de «superioridad». Ni modo, así estamos hoy.
Desde luego el autor es intelectualmente superior a alguien que consume semejante pedazo de porquería que atenta contra la música y la cultura.
Simplemente ESPECTACULAR.
Necesitaba que alguien tradujese en palabras esta idea sobre como está derivando la relación de la izquierda con la cultura, y este texto me ha parecido sublime. Ojalá tenga una gran difusión y sirva para que más de una y más de uno piensen que están apoyando y como están justificando ese apoyo.
Grandísimo Daniel Bernabé.
Esto si que se merece un Toisón de oro…
Gracias
Me ha gustado mucho, Daniel. Las argumentaciones concisas, la claridad expositiva.. blabla. En fin, qué lo he disfrutado.
Un análisis genial y certero.
Lo que dices del trap me recuerda a la «era póstuma» de la que habla la filósofa Marina Garcés en su último ensayo «Nueva ilustración radical». Una era apocalíptica, posterior a la post-modernista, en la que ya hemos aceptado que el futuro imaginado por el modernismo no va a llegar. De ahí que creamos que las acciones del presente no tengan resonancia alguna en el futuro, de ahí el individualismo, egoísmo y nihilismo exacerbado del trap. Recordando a Marina Garcés: digamos no, no os creemos. No creemos en ese apocalipsis.
Cámbiese «post-modernista» por «post-moderna» y «modernismo» por «modernidad». Lapsus…
¿En serio hay gente «de izquierdas» que defiende Operación Triunfo poque es «popular»? Menos mal que hasta ahora no me ha tocado escucar tal sandez. Sería como defender el McDonald porque las clases populares acuden habitualmente a ellos.
Operación Triunfo es cultura basura, de consumo ultra-rapido y desechable al instante(basta con comprobar qué es lo que ha pasado con el 95% de los concursantes de ediciones anteriores).
No es música, no es arte, es basura.
Pues si no te gusta, no lo veas, así de fácil, y siempre respeta a las personas a las que les gusta el programa, al igual que las personas a las que nos gusta respetamos a los que no os gusta.
Buenos días.
Pues si, los hay y este articulo era muy necesario… la gente joven «alternativa» esta muy perdida. Y lo digo yo que tan siquiera me considero parte de estas supuestas izquierdas, en parte por estas cosas que pasan hoy dia claro.
En cuanto al otro comentario que dice que es una turra, pues en fin, es verdad que a veces la gente guay autentica va de lista. Pero era necesario este articulo, sin duda, y ademas no es tan pedante, creo que cualquiera que no sea corto puede llegar a entenderlo, yo no tengo estudios mas alla de una FP y lo he pillado todo 🙂
Hola, soy de izquierdas y me gusta OT. Lo que haces es una generalización de mierda sin haber visto siquiera el programa, si te hubieras informado, ignorando tu ego absurdo te habrías dado cuenta que este programa tiene unas audiencias brutales, nada comparado con otras ediciones excepto con la 1, edición de la que si salieron artistas al mercado. Bisbal, Cheona, Bustamante… ¿Sabes cómo ha conseguido este OT tener tal audiencia? Desprendiendo buen rollo, valores, naturalidad, espontáneida, libertad y energía por parte de los concursantes, profesores y hasta presentador. Respecto a tu percepción de lo que es arte o lo que no es arte, me pregunto, ¿Quién eres tú para valorar que es arte y que no? El arte es la forma más humana de sentir y trasmitir, el arte ya no es glamour como lo era antes, ya no es técnica perfectamente copiada sin importancia alguna, el arte, para esa generación que tanto odiais y que tan mal os parece es vivir las cosas, disfrutar de lo que se hace y que disfruten con lo que has hecho y cualquiera, que haga arte o que crea estar haciéndolo por glamour, por ansias de poder o por ego, eso sí, que es basura.
Ser de izquierdas conlleva una actitud crítica hacia lo que consumes, y eso se ve en el artículo y está ausente de tu comentario.
Corre, pilla una ouija y explícale a Bach que está mal eso de que el arte sea glamour y que es mejor vivir las cosas y disfrutar… ?
Menos mal que alguien hace gala de una sana claridad mental.
¡POR-FIN-ALGUIEN-LO-DICE!
Hasta las narices de la moda de aplauso cerrado que he estado leyendo estos días. Hasta las narices. ¡GRACIAS!