Carla Simón, la importancia de seguir la intuición

Estiu 1993 (Verano 1993), la ópera prima de Carla Simón, parece haber derrotado varias maldiciones que perseguían al cine español. Una película rodada en catalán, con una trama intimista y pausada, dirigida por una joven desconocida para el gran público y con un presupuesto de un millón de euros, se ha labrado en su año de andadura no sólo el reconocimiento de la crítica nacional e internacional, sino también de las y los espectadores. Superado el millón de euros de recaudación en las salas españolas, la cinta ha sido reconocida esta semana por la prensa especializada con cuatro Premios Feroz (mejor drama, mejor dirección, mejor guion y mejor actor de reparto) y está nominada a ocho Premios Goya. Antes ya fue premiada por muchos otros festivales, entre ellos, por la Berlinale como Mejor Ópera Prima y con el Premio del Público y con la Biznaga de Oro a la mejor película española en el Festival de Málaga.

Basada en la infancia de la propia directora, que perdió a sus padres por el VIH, la película recoge el proceso que transitan los menores que se quedan huérfanos y sus nuevas familias. Un recorrido que guarda muchas similitudes con el de aquellos niños y niñas que son adoptados o cuidados por familias de acogida temporal. Sobre cómo elaboran el duelo los menores, cómo el acogimiento transforma a todos los integrantes de la nueva unidad familiar y cómo tienen que aprender a quererse, conversamos con Carla Simón. Pero también sobre cómo hacer frente a cuando por ser “mujer, joven y directora de tu primera peli, te sientes cuestionada muchas veces”. Y, quizás, la sinceridad de su respuesta dé claves para entender de dónde surge la autenticidad y luminosidad de su mirada: “Tu equipo espera que, como directora, siempre sepas contestar una pregunta (…). Y, a veces, tienes que saber decir ‘no lo tengo claro’, aunque haya gente que no lo entienda”.