Medio ambiente 2 | OTRAS NOTICIAS
Europa se encadena al gas
El Corredor Sur de Gas, un conjunto de gasoductos que van desde Azerbaiyán a Italia, sigue adelante entre acusaciones de corrupción y contaminación.
El pueblecito de Melendugno, en el mismo tacón de la bota italiana, es famoso por su costa y su aceite. Cuando el pasado mayo cientos de personas se manifestaron para salvar a cientos de olivos de ser trasplantados para ceder terreno a un gasoducto, no estaban luchando solo por su economía. Se habían convertido en la primera línea de batalla contra el Transadriático (TAP), el último tramo del Corredor Sur de Gas, el mayor proyecto de combustibles fósiles de la Unión Europea.
El Corredor Sur es el nombre que recibe una serie de gasoductos que, una vez construidos, irían desde la costa de Azerbaiyán, en el mar Caspio, hasta la provincia de Lecce, en Italia. Esta iniciativa de la Comisión Europea consta de tres tramos, el Gasoducto del Caspio Meridional (SCP), el Gasoducto Transanatólico (TANAP) y el Gasoducto Transadriático (TAP). Se espera que el Corredor Sur esté operativo en el año 2020. En total, el proyecto costará unos 40.000 millones de dólares (unos 34.500 millones de euros). El pasado 18 de octubre el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (EBRD por sus siglas en inglés) concedió un préstamo de 500 millones de euros para la construcción del TANAP.
El proyecto tiene como objetivo, según los ministros de Energía de los propios países implicados, “diversificar las fuentes de energía” de la UE, además de “reconocer la importancia de promover la transición a una economía baja en carbón, segura y competitiva”. El propio Miguel Arias Cañete reiteró estas intenciones en su primera visita oficial a Estados Unidos como comisario de Acción por el Clima y Energía en 2015 e incidió, además, en la necesidad de reducir la dependencia europea del gas ruso. “En cuestiones de energía, no pongas tu destino en manos de regímenes autocráticos”, argumentó entonces el exministro español.
Además de los 500 millones de dólares para el TANAP, el EBRD ya ha aprobado préstamos por otros 550 millones para el tramo caucásico del Corredor Sur. El Banco Asiático de Desarrollo (ADB) puso otros mil millones de dólares. Por su parte, el Banco Europeo de Inversión (BEI) se plantea un préstamo de 2.000 millones de euros para el gasoducto Transadriático y otro, por una cantidad que no se ha hecho pública, para TANAP. En total, según la ONG Bankwatch, un total de 8.650 millones de dólares públicos se han invertido en el proyecto.
Los Derechos Humanos en el debate
Pero, ¿va a solucionar el Corredor Sur de Gas esos problemas? En diciembre de 2016, un grupo de 40 organizaciones, entre ellas Ecologistas en Acción y Amigos de la Tierra, firmaron una carta conjunta al Banco Mundial en la que pedían que no se financiase el TANAP. En el documento se alertaba de las violaciones de derechos humanos en Turquía, además de la falta de derechos civiles y libertad de expresiónen Azerbaiyán. Asimismo se argumentaba que el proyecto no contribuiría a la independencia energética europea.
“Este proyecto va a ayudar mucho al régimen de Azerbaiyán, ya que va a cuadruplicar sus exportaciones de gas”, explicó a La Marea Anna Roggenbuck, coordinadora de campañas del BEI para Bankwatch, una ONG europea con base en Chequia. El gobierno azerbaiyano, dirigido por Ilham Aliyev, ha sido denunciado por organizaciones como Human Rights Watch en numerosas ocasiones. Recientemente, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó al ejecutivo por mantener al opositor Ilgar Mammadov en prisión, aunque todavía no ha sido puesto en libertad. El mismo Mammadov afirmó en una carta abierta que su encarcelamiento se debe a la oposición al Corredor Sur de Gas.
A las violaciones de derechos humanos se unen las denuncias de corrupción. La lavandería azerbaiyana, una trama de blanqueo de capitales y sobornos con base en el país caucásico, ha salpicado a una serie de políticos europeos, entre ellos Kalin Matrev, el representante búlgaro en el consejo de administración del EBRD. “Azerbaiyán sobornó a miembros del Comité de Derechos Humanos del Consejo de Europa y, porque los derechos humanos son tan importantes para instituciones como el EBRD, es muy importante que las cosas estén claras antes de acometer este tipo de proyectos”, sostiene Roggenbuck.
Por si fuera poco, la coordinadora de campañas de Bankwatch explicó que, estratégicamente, el Corredor Sur no cumplirá su objetivo de independizar a Europa del gas ruso: “El gas que traerá este gasoducto es una gota en el mar. Es aproximadamente el 2% del consumo de gas anual de la Unión”. Roggenbuck añadió que Turquía y Rusia han acordado la construcción de otro gasoducto bajo el Mar Negro, cuyo extremo sur se encontraría “frente al comienzo del Transadriático, en la frontera entre Turquía y Grecia”. La activista se mostró escéptica acerca de esta coincidencia. “Es muy posible que Rusia acabe utilizando el Transadriático para distribuir su gas”, afirmó.
El gas como ¿transición?
En su estrategia de reducción de gases de efecto invernadero, la Comisión Europea cuenta con el gas natural como “combustible de transición”. La retórica del gas como fuente de energía menos contaminante que el petróleo o el carbón no es nueva. El expresidente norteamericano Barack Obama era un firme defensor de esta estrategia. La combustión de gas natural, de hecho, produce menos dióxido de carbono que el resto de hidrocarburos, pero su extracción por fracking (técnica que se usa en Azerbaiyán, aunque no en exclusiva) produce una cantidad de metano, además de otros problemas ambientales, que sitúa al gas bastante lejos de ser un combustible limpio.
“No se puede decir que el gas sea más limpio solo porque produzca menos CO2 al quemarse. Si se tiene en cuenta el ciclo completo, desde su extracción, su transporte, su almacenaje y su consumo, las fugas de metano que supone lo hacen tan sucio como cualquier otro”, afirma el responsable del Área de Internacional de Ecologistas en Acción, Samuel Martín-Sosa. En su explicación, argumenta que las infraestructuras de gas son “ruinosas”: “Comenzamos ahora a construir estas infraestructuras, que nos tendrán presos al gas durante 40 o 50 años, pero es que pronto serán activos financieros inútiles, si es que queremos tomarnos en serio cumplir los compromisos de París”.
Y no son solamente los científicos y los ecologistas los que se pronuncian al respecto. En agosto de este año, la autoridad que regula la publicidad en Holanda censuró a las petroleras Exxon y Shell por afirmar que el gas natural es “el más limpio de los combustibles fósiles”, después de haber sancionado a la noruega Statoil por definirlo como “energía limpia”.
La industria extractivista habita mentalmente en la Edad Media: o peor aún. Y en esa época oscura descansan las supuestas ciencias que ayudan a las empresas extractivistas a consumar su crimen.
El gas, el petróleo forman parte del equilibrio de un planeta minúsculo como es la Tierra. Extraer esas sustancias por millones de toneladas al día significa simple y llanamente destruir los equilibrios químicos en los que descansa la singularidad de esa pequeña bolita terráquea.
Es como si a un perro les extrájesemos toda su sangre en cantidades que los econimistas del sistema se creen que es inagotable. No. No puede ser. Una ceguera de ese calibre hará que no sólo la vida humana, sino la propia existencia del planeta se extinga. Y no tardará mucho en producirse ese colapso, hecatombe o brutal final. Y no se trata de una visión apocalíptica, sino de simple sentido común (pero ya se sabe que en la modernización industrial capitalista el sentido común es uno de los primeros sentidos que carece de valor en la Bolsa de excrementos que miden nuestra podredumbre diaria).
Ecologistas en Acción ha presentado ’Caminar sobre el abismo de los límites’, un informe sobre los retos a los que nos enfrentamos como sociedad ante un escenario cercano de reducción de recursos energéticos.
El informe plantea medidas y estrategias políticas, sociales y económicas que se pueden desarrollar en este contexto.
Una de las primeras situaciones a las que hacer frente está en la inminente superación de los picos de extracción de todos los líquidos combustibles, de gas y carbón. Este hecho empuja a las sociedades, irremediablemente, a realizar una transición hacia un modelo energético basado en las renovables, asumiendo las propias limitaciones de las mismas en cuanto a potencia y versatilidad se refiere.
Es necesaria una ruptura con la lógica del capitalismo y el paradigma cultural de la modernidad, que siguen perpetuando la idea de que es posible un crecimiento ilimitado gracias al aumento de la eficiencia y a la innovación tecnológica.
Apuesta por la soberanía alimentaria, la agricultura ecológica, la transformación de la movilidad y el transporte y la mejora en los procesos de gestión de residuos. También en el fomento de sistemas económicos de base solidaria, feminista y ecológica, la creación de modelos de Estado y sociedad con fuertes valores emancipadores, comunitarios y ecosociales en creciente regionalización y en los planes de conservación de los conocimientos que sean más útiles para las sociedades post petróleo hacia las que nos dirigimos.