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‘Puedo hacer tus sueños realidad’, por Isaac Rosa

"Te he revelado un secreto. Nunca le había contado a nadie que escribo desnudo, solo a ti. Si lo difundieras, sería objeto de burla entre los colegas. Pero confío en ti". El inquietante cuento del escritor sevillano el año en que las mujeres rompieron el silencio.

Cuento de Isaac Rosa. Ilustración de Pablo Caracol.

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¿Te gustaría protagonizar este cuento? Sí, tú, hablo contigo que estás ahí leyendo estas primeras líneas de un cuento que nunca imaginaste que podrías protagonizar. ¿Te gustaría que tu nombre apareciese aquí, ya en el primer párrafo? Necesito varios personajes para este relato que estoy escribiendo, y me he fijado en ti: eres la persona ideal. De verdad. Lo he notado nada más verte. Lo que se dice un flechazo. No me pasa habitualmente, créeme, que me tope con alguien leyendo y a primera vista ya sepa que ahí está: justo a quien andaba buscando.

Como te decía, necesito varios personajes: un par de protagonistas y media docena de secundarios, dos de ellos con frase. Si me he fijado en ti es porque estoy pensando en el papel principal, claro, pero no vayamos tan rápido. Aún no sé nada de ti. Y no te creas que esto es llegar, gustar al autor, y ya está todo hecho: tienes que valer para personaje, no todo el mundo puede. Mucha gente querría una oportunidad así, pero hay que tener cualidades, talento. Haber nacido para esto.

Es una oportunidad, sí. Una gran oportunidad. Pensarás que es solo un cuento, pero ten en cuenta que se va a publicar en La Marea. Miles de personas leerán tu cuento, que después sacaremos en un libro, y eso ya significa que estarás en librerías, bibliotecas, mesillas de noche, en las manos de alguien que viaja en el metro. Y espera, hay más: mi primer libro de cuentos se tradujo al francés, y tenemos ofertas en alemán e inglés. Imagínate, lectores norteamericanos pronunciando tu nombre, emocionándose contigo.

Qué bueno que nos hemos encontrado, cielo. No te importa que te llame “cielo”, ¿verdad? Así llamo a la gente que aprecio. Ya sé que nos acabamos de encontrar, pero es que siento una cercanía enorme entre tú y yo. Como si nos conociésemos de toda la vida, no sé si también te pasa. Ha sido una coincidencia mágica: un autor necesita personaje, y de pronto está ahí, al otro lado de la página.

Si no te importa, cierra la puerta, que nadie te moleste mientras me lees. Así mejor, a solas tú y yo. Acércate un poco la página. Ajá. Me gustas mucho. No te importa que te lo diga, ¿verdad? Me gustas como personaje, no pienses cosas raras. Tienes un atractivo especial, cielo. Un magnetismo. Me encantan tus ojos, esa forma de fijar la mirada al leer. Tus facciones son… preciosas. Ya te lo habrán dicho más veces. Tus labios, así de cerca, entran ganas… de besarlos.

Oye, espera, no quería incomodarte. Sigue leyendo, por favor, no pases la página. Estaba pensando en voz alta, en el personaje, en la historia. Habrá un momento, hacia el final del cuento, en que los dos protagonistas se besen. Y tus labios son perfectos, me recuerdan a los de… Por cierto, ¿te he dicho ya que varias de mis novelas se han adaptado al cine? También un cuento, del que acaban de hacer un cortometraje. Eso sí que no te lo esperabas: verte en la gran pantalla. Bueno, tú no, sino alguien que te interprete, quizás cierta estrella de cine que tiene tus mismos labios.

Hace calor aquí, ¿verdad? Puedes quitarte el jersey, preciosidad, yo ya lo he hecho. Bueno, no solo el jersey: me lo he quitado todo. No puedes verme, pero mientras escribo estas líneas estoy desnudo. No te rías, es verdad: me encanta escribir desnudo. Cada escritor tiene sus manías, los hay que escriben de pie, descalzos, en pijama, con mono de obrero, vestidos de la época en que transcurre su historia. A mí me gusta escribir desnudo. Completamente desnudo. Subo la calefacción, caldeo la habitación hasta que se empañan los cristales, y entonces me quito toda la ropa. Te parecerá una manía, o una superstición, pero escribo mejor así, sintiendo que mi cuerpo responde a los estímulos de la historia: la piel se me eriza en las escenas escalofriantes, sudo cuando escribo algo intenso, me empalmo en las páginas excitantes…

No, no, espera, no dejes de leer. No pienses mal. Retiro la última frase del párrafo anterior. No quería molestarte. Es solo que… Si vas a ser mi personaje, necesitamos mucha confianza, conocernos a fondo, a ciegas. Ya sé, solo es un cuento, pero quién sabe: a veces empiezo un cuento y acabo escribiendo una novela. Tú mereces algo más que un par de páginas de periódico: una novela entera. Trescientas páginas sobre ti. Cuanto más te veo, más claro lo tengo: eres la persona que buscaba. Y yo, reconócelo, soy el autor que esperabas. Puedo hacer tus sueños realidad. Solo tienes que confiar en mí.

Te he revelado un secreto. Nunca le había contado a nadie que escribo desnudo, solo a ti. Si lo difundieras, pasaría mucha vergüenza, sería objeto de burla entre los colegas. Pero confío en ti. Ahora te toca a ti darme algo, para que la confianza sea mutua. No sé. Puedes enviarme una foto. Una foto especial.

No te agobies, hablo estrictamente como autor. Necesitaré unas cuantas fotos tuyas, para retratar bien a tu personaje. Soy un escritor realista, me gusta cuidar los detalles. Una foto de cuerpo entero, otra de medio cuerpo, varias del rostro desde distintos ángulos y con diferentes expresiones. Sonriendo, con enfado, triste, feliz. Me vendría bien alguna foto… con poca ropa. Es un cuento de amor, ya te dije que al final hay beso. Si lo acabo convirtiendo en novela, habrá más que un beso. No sabes lo difícil que es escribir una escena de sexo. Espero que no te importe que tu personaje se acueste con otros personajes. Es solo ficción, y no tendrás que hacer nada, yo lo imaginaré y escribiré. Pero me vendría bien algo de… información. Ver tu cuerpo, para describirlo bien. Cómo arqueas la espalda, cómo de firmes son tus pechos, qué marca dejan unas manos apretando tus nalgas en pleno polvo.

Te has ruborizado. De verdad que no es mi intención molestarte. Entiéndeme: la relación autor-personaje es muy especial. Intensa. Extremadamente intensa. Debemos estar compenetrados. Tengo que meterme dentro de tu cabeza, de tu alma, de tu cuerpo. Sentir lo que tú sientes, desear lo que tú deseas. Esto no es un trabajo. Es arte. Hay que dejar fuera de la página miedos, prejuicios, barreras. Ser libres. Dejarnos llevar. Te podría contar historias de otros escritores, mucho menos delicados. Escritores que directamente se acuestan con sus personajes, o que exigen una mamada si tienen que describir una mamada. Yo me conformo con un beso.

Era broma, no te vayas. Hablando de escritores: tengo varios colegas que seguro has leído. Autores importantes. Best sellers, gente que no hace cuentos en una revista: novelistas que venden cien mil, quinientos mil, un millón de ejemplares. Podría hablarles bien de ti. Quién sabe. Ya me pasó una vez, un personaje mío acabó teniendo un papel en la novela superventas de un colega. Podría ser tu caso. ¿Te gustaría?

Estoy pensando que, si te parece bien, podríamos quedar. Vernos de verdad, sin página por medio. Para hablar más tranquilos. Para conocernos. Porque así, tú leyendo y yo escribiendo, ni siquiera podemos tocarnos. A ver, no es que pretenda tocarte, más allá de cogerte la mano para luego poder escribir qué se siente al apretarla, o rozar tu piel para reflejar fielmente cómo es acariciarte. Y olerte. Detalles importantes en una novela. El tacto, el olor. Sí, ya estoy hablando directamente de novela, olvida el cuento. Te mereces una novela. Quiero que protagonices mi próxima novela. Y que el personaje se llame como tú. Tienes un nombre precioso. Podría quedar bien hasta como título. ¿Qué te parece? Dar título a una novela. Estar en boca de miles de lectores. Pasar a la historia de la literatura.

¿Te parece si quedamos esta noche? Yo soy escritor nocturno, me inspiro mejor al final del día. Podemos cenar juntos, te invito. Conozco un restaurante que… O aún mejor: en mi casa. Prepararé mi plato especial. La ocasión lo merece. Así podremos hablar sin prisa, tengo mucho que contarte. Tengo grandes planes para tu personaje. Desde que te he visto no paro de imaginar escenas, situaciones, diálogos, páginas enteras que ya tengo en la cabeza. Estoy muy excitado. Soy un escritor apasionado, cuando me meto en una historia, me meto de cabeza, hasta el fondo, sin respirar. Todo mi organismo se altera, es algo brutal. Ahora mismo, por ejemplo, estoy empalmado. Solo de pensar en ti, en tu personaje, en las páginas de nuestra novela. Me he empalmado, date cuenta de lo que me has hecho. No es nada sexual, no temas. Es pura energía. Fuego creativo.

¿Te importa si me toco mientras sigues leyendo? Ni siquiera me verás, porque yo estoy en mi casa escribiendo (escribiendo desnudo, recuerda), y tú estás ahí, sosteniendo la revista mientras yo me acaricio sin dejar de escribir, con una mano tecleo y con la otra me aprieto los huevos, me paso los dedos por el glande pensando que es tu mano la que me toca, la que me agarra con fuerza la polla y la menea, así, así, despacio, cuidado, no tan rápido, vas a conseguir que me corra, ah, ah, sigue, no te pares, sigue, ahora más deprisa, ah, ah, un poco más, ya me voy, ya me voy, ya…

Gracias. Ha sido maravilloso. Y no has tenido ni que tocarme. Me ha bastado con saber que estabas ahí, que seguías leyendo. Viva la literatura. ¿Te ha gustado? Reconócelo. Mientras me masturbaba con tu mano imaginaria, pensaba que tú también te estabas tocando, que al leerme te excitabas y te acariciabas. ¿Ha sido así? ¿Nos hemos corrido a la vez?

Espera, ¿dónde vas? ¿Por qué te pones así? Yo no te he hecho nada, ni te he tocado, ni siquiera nos hemos visto todavía. No hemos pasado de esta página. No tienes motivos para enfadarte, y mucho menos para acusarme de nada. ¿Acoso? ¿Que te he acosado? No me hagas reír. Dónde se ha visto que un autor acose a un personaje, que un cuento acose a quien lo está leyendo.

Oye, baja un poco esos humos, cielo. No te consiento… Te estoy haciendo un favor, no tienes derecho a ponerte así. No te he hecho ni dicho nada que se salga de la estricta relación autor-personaje. Si esa es tu respuesta, olvida lo de protagonizar nada. Te quedas ahí leyendo, y se acabó. No sabes cuánta gente querría estar en tu lugar, tener una oportunidad así, hacer realidad su sueño.

Mira, me estás hinchando las pelotas más de la cuenta. Si no me quieres leer más, pues muy bien, tú te lo pierdes, pero no me vengas con amenazas. ¿Denunciarme? ¿A mí? ¡Debería denunciarte yo a ti, por la trampa que me has tendido! Vas de mosquita muerta, mendigando un papelito en un cuento, y así te ganas mi confianza y me haces hablar de más. Mírame, desnudo, masturbándome. Me has humillado. ¿Eso es lo que buscabas?

Oye, cariño, no perdamos los nervios. Todavía estamos a tiempo de arreglarnos. Entiendo tus dudas, tu miedo, tu reacción. De hecho, me gustas más así, con ese genio, le va muy bien al personaje. Que sí, que todavía pienso que este personaje es para ti. No te vayas. Espera. Hablemos como personas civilizadas. No lo tires todo por la borda.

¡Como quieras, tú te lo pierdes! ¡Vete a la mierda! Pero ya te digo que no llegarás muy lejos así. No vas a conseguir ni un secundario en tu puta vida, ni en un cuento inédito. Como no te lo escribas tú, no encontrarás ningún autor con la paciencia que yo he tenido, porque además voy a avisar a todos los colegas escritores, que tengan cuidado si los lees. Te has aprovechado de mi confianza. Soy gilipollas por pensar que eras otro tipo de persona. En realidad eres como la mayoría. Lárgate de mi cuento, puta.


‘Welcome’ reúne los últimos relatos de Isaac Rosa publicados en ‘La Marea’. Puedes encontrar el libro aquí (Versiones en papel y digital).

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