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La historia de Joaquín el librero y su alien

Este argentino de 48 años contrajo el VIH al llegar a España. Habla sin tapujos del sida y sitúa la pedagogía en el centro de su mensaje.

“Me tengo que ir”, le dice su compañera. Él va ya por la segunda entrevista que le hacen en el día, el cuarto café de la mañana. “Esto es muy de criollos”, intercala Joaquín Sovilla, un argentino de 48 años que llegó a España en 2002. Hoy regenta con dos socias, a través de una cooperativa, la librería-cafetería Caótica, un referente cultural en Sevilla. «Somos el resultado de los libros que leemos, los viajes que hacemos y las personas que amamos», se puede leer junto a un mapa del mundo –amarillo y gigante– detrás de la barra. “Es que ya no me da tiempo”, le repite su compañera al mismo tiempo que se va. Así que Joaquín se levanta de su conversación con La Marea y sube a la planta de arriba para relevarla.

Allí muestra uno de los libros que más está recomendando estos días: La desfachatez intelectual, Ignacio Sánchez-Cuenca. “Nosotros tenemos claro lo que vendemos. Para quien quiera otras cosas, hay otras librerías”, avisa. Luego se hace la foto para esta entrevista. Y luego vende Las fronteras del significado, de Charles Rosen, y una edición de Momo, de Michael Ende. Pero él no ha venido a hablar de sus libros. Ni en la primera ni en la segunda entrevista. Joaquín hoy ha venido a hablar de VIH.

Él contrajo el virus al llegar a España. “Tanto prevenir, tanto prevenir allí y resulta que mi niño es del primer mundo”, bromea. Otras veces, a su niño lo llama alien. Es su forma de naturalizar las cosas que menos gustan. Humor para seguir adelante. Un día comenzó a sentirse mal y fue al médico. Con los síntomas que presentaba le sugirieron que podía ser una enfermedad cancerígena, una leucemia por ejemplo. No, no es leucemia, le diagnosticó finalmente el médico tras las pruebas. “Pero te tengo que dar una mala noticia: ha dado positivo el VIH”, cuenta que le dijo, con adjetivo incluido: «mala».

“Evidentemente, para mí no fue una mala noticia, porque yo esperaba tener leucemia. Nos alegramos, mi familia y hasta la cajera del supermercado, que estaba esperando también el resultado y me dijo ‘tranquilo, eso es una enfermedad crónica’”, prosigue. Evidentemente, tampoco tocó las castañuelas. No le importa hablar de sus cosas. Es abierto, optimista e incluso cuando aparenta estar serio, en sus ojos se adivina una sonrisa. Quiere contar su historia no a pesar de, sino precisamente por ser un personaje conocido en el mundillo cultural de la ciudad. Porque cree que puede ayudar a hacer pedagogía. En su país estudió Filosofía, fue seminarista y profesor. Su mensaje es muy claro: “Hay que quitar la carga moral del VIH. Es un estado de salud que sí, que está ligado al sexo, pero es que hay que quitar también la carga moral al sexo”.

No tiene ningún reparo en hablar sobre su vida sexual. Va todas las semanas a la sauna, su “parroquia”, como él la llama. Ahora, insiste, no son los 90, cuando pronunciar la palabra sida equivalía a una sentencia de muerte. Ahora, incluso, existen tratamientos profilácticos que evitan el contagio a través de las relaciones sexuales sin preservativo. Ahora, añade, las cosas no son como antes precisamente por la lección que llevaba implícita la ley de matrimonios homosexuales. Y ahora, como está haciendo Joaquín, la gente dice con menos vergüenza, también sin ella, que tiene sida. Hablamos, claro, de la sociedad occidental. “Aun así sigue habiendo mucha gente que necesita ayuda psicológica”, afirma tras recordar el caso de una chica que llegó hace unos días a la asociación Adhara, que acaba de poner en marcha Sevilla Checkpoint, un centro comunitario de detección del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual dirigido a todas las personas.

Él asegura no haber sentido vergüenza, ni rechazo, ni haber sufrido. “Tuve más miedo al que me lo pegó que al VIH”, admite. Y vuelve a convertir en comedia lo que en aquellos días vivió como tragedia. “Lo conocí en la sauna el 11 de mayo, el día de mi cumpleaños”. Y ríe. Las personas que toman café alrededor de la mesa ni se inmutan cuando escuchan trozos de la conversación. Nunca más volvió a saber de él.

El rechazo ahora, según su experiencia, está instalado mayormente entre el colectivo homosexual. “Hay una serofobia porque es el colectivo más vulnerable”, denuncia. E incide en otro mensaje: “Hay que ser responsable con la conducta sexual de cada uno”. Faltan libros que eduquen sobre ello. En Caótica, recuerda, se presentó recientemente El ciclo del amor marica, de Gabriel J. Martín, autor también de Quiérete mucho, maricón. “Seguimos siendo presos de los estereotipos y a mí me gusta hablar de la afectividad”, concluye.

Por la tarde, Joaquín tiene concertadas más entrevistas. Se aproxima el 1 de diciembre, Día Mundial de la lucha contra el Sida. Las cifras y la dejadez de los gobiernos siguen siendo demoledoras: “La financiación para la lucha contra el sida está en su nivel más bajo desde 2010. Una de las consecuencias es la disminución o la retirada de la ayuda internacional de los países que pasan a ser de renta media, donde vive entre el 60 y el 70% de las personas con VIH. España no desembolsa recursos al Fondo Mundial de lucha contra sida, la tuberculosis y la malaria desde 2011”, denuncia Salud por Derecho, que ha lanzado su campaña Nadie. En el informe elaborado, la fundación recoge que las nuevas infecciones aumentaron un 60% en Europa del Este y en Asia Central entre 2010 y 2015, la única zona del mundo en la que el sida ha crecido de manera tan veloz, según datos de ONUSIDA

Salud por Derecho también incide en el precio de los medicamentos: “El precio para el darunavir –un inhibidor de la proteasa contra el VIH– cuesta 755 dólares en Uganda, país incluido en un programa de licencia voluntaria. Sin embargo, el mismo fármaco cuesta 6.539 dólares en Túnez, 6.010 en Jamaica, 7.500 dólares en Nicaragua y 9.200 dólares en la República de Moldavia, todos países de renta media y todos excluidos de estos programas”.

Esta es, por tanto, solo una historia. La historia de Joaquín el librero y su alien

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Comentarios
  1. Mi amigo Joaquín…vivio conmigo en tierra del fuego…nunca me enteré de su diagnóstico pero siempre supe que es un mago de si mismo. Hoy estoy muy orgullosa de haberlo conocido. Celeste

  2. Estoy seguro que con tu actitud y la ética-estética que le pones a la vida estás ayudando a mucha gente.
    Un abrazo de los profesores de Huelva que disfrutamos en Caótica

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