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Ser sirviente no es ser servil

Obras como 'El sirviente' muestran que cuando el trabajador es consciente de su función y usa sus armas puede cambiar su situación.

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«No sé qué haría sin ti”. Esa sentencia en la boca de un aristócrata a su mayordomo en la película El sirviente (1963),  dirigida por Joseph Losey, es la plasmación fílmica de la relevancia del trabajador frente a su empleador. La escena en la que jefe y sirviente juegan a la pelota en una escalera es una alegoría de clase. Una representación artística de la estratificación social en la que el burgués parte con ventaja frente al obrero: le lanza la bola desde arriba gracias a su posición social. Pero sus trampas y abusos en el juego provocan el hartazgo del empleado, que después de amenazar con abandonar al patrón consigue que su jefe verbalice la dependencia que tiene de él.

La película de Losey, director estadounidense huido al Reino Unido por el mccarthismo, es una obra maestra que enseña que el trabajador, cuando es consciente de su importancia en la jerarquía social y utiliza sus armas, es capaz de cambiar su situación y mejorar la posición desde la que lanza la pelota al patrón. Ese proceso de comprensión íntima de su poder es el primer paso para conformarlo en conciencia y, después, en organización. Desde El sirviente y otras obras similares es más fácil entender los procesos que llevaron a la asociación de las muy precarias limpiadoras de hoteles en España, conocidas como las Kellys, con precedentes en toda la Europa azotada por la crisis y que son narrados en otras obras literarias.

Victoria y Fanfan son unas limpiadoras de Caen (Francia) que montaron una sección sindical de precarios en una importante agrupación obrera del norte del país. Su historia, contada en un capítulo del libro El muelle de Ouistreham, de la periodista Florence Aubenas, ayuda a dar respuesta a uno de los mayores problemas del sindicalismo europeo y a la aparición de nuevas formas de organización laboral como las Kellys. La crisis de 2007 comenzó a incrementar la masa de personas trabajadoras precarias y subcontratadas. Fanfan y Victoria se preocuparon de organizarse en un mundo copado por los hombres del sector fabril, metalúrgico e industrial: “En las reuniones, los responsables utilizaban un lenguaje especial, armado de cultura política y términos técnicos, que se suponía que los precarios comprendían, pero que no entendían en absoluto”, escribe Aubenas en el libro sobre la experiencia de esta sección sindical sobre trabajadores poco politizados y muy precarizados.

La carrera de los prejuicios

La soberbia y el clasismo del viejo sindicalismo con ciertos sectores productivos, y más si son mujeres, es lo que define la relación de las limpiadoras con quienes tienen que defender sus derechos. En algunos casos, el servoproletariado se siente abandonado, sin posibilidad de adherirse a un colectivo que defienda sus intereses. En el documental Brumaire, de Joseph Gordillo, se muestra la realidad de una limpiadora del norte de Francia en contraposición con la de su padre, minero de Lorena. En el filme queda en evidencia el abandono por parte de los sindicatos tradicionales de toda una clase de trabajadores con los que no conecta y que le proporcionan escasos réditos para el mucho esfuerzo que cuesta llegar a ellos por su atomización. Mujeres, limpiadoras, dispersas, precarias. Poco negocio para todos.

Los clichés y tópicos a los que tienen que enfrentarse no se circunscriben al mundo de la organización sindical. Buscar trabajo lleva implícito soportar una batería de prejuicios que marcan el puesto determinado a ocupar dependiendo de tu origen social o género. En Por cuatro duros, cómo (no) apañárselas en EEUU, la periodista Barbara Ehrenreich explica cuáles son los patrones comunes para las limpiadoras en una charla formativa: “La administradora me había dicho que no le gustaba contratar a gente que hubiera hecho tareas de limpieza anteriormente. De modo que me preparé a despejar mi mente de toda experiencia de limpieza doméstica anterior. Hay cuatro cintas en el curso formativo —quitar el polvo, cuartos de baño, cocinas, y pasar la aspiradora—, todas con actuaciones estelares de una atractiva joven, posiblemente hispana, que se mueve de un lado a otro con serenidad, obedeciendo las órdenes de una voz masculina”.

Ser sirviente no es ser servil. Las obras que aquí apuntamos son una manera de acercarse a la realidad del trabajo precario en uno de los sectores más abandonados por parte de la mayoría de los actores sociales.



El sirviente

Joseph Losey

Reino Unido, 1963

Protagonizada por Dirk Bogarde, Sarah Miles, Wendy Craig y James Fox, es una obra magna del cine clásico que muestra la relación entre un burgués recién llegado de la África colonial y su mayordomo en una casa del barrio de Chelsea (Londres). El director traza un relato críptico sobre la lucha de clases que rodea con una tensión constante en los diálogos, la escenografía y la fotografía. El guion está firmado por el dramaturgo y Nobel de Literatura Harold Pinter.


Brumaire

Joseph Gordillo

Francia, 2015

Documental que narra la transformación social en la cuenca minera de Lorena a través de un padre y una hija. Tras el cierre del último yacimiento de carbón, él, minero, cuenta los recuerdos de su trabajo y la solidaridad que había entre compañeros en lo que era una región próspera. Su hija, limpiadora precaria en una residencia de ancianos, explica la soledad que le provoca el abandono de los sindicatos y el hartazgo que la aproxima a las posiciones del Frente Nacional.


Por cuatro duros

Barbara Ehrenreich

Capitán Swing

Este libro, editado por primera vez en 2003, es un proyecto de investigación en la misma línea de las obras de los periodistas Günter Wallraff y Florence Aubenas. Ehrenreich trabaja en distintos puestos mal pagados para describir la precariedad y desmontar el relato del “sueño americano”: aquel que sostiene que cualquier empleo es el pasaporte a un futuro mejor.


El muelle de Ouistreham

Florence Aubemas

Anagrama

Florence Aubenas se hace pasar por una empleada de limpieza en el año 2007 en la ciudad francesa de Caen. La periodista gala vive durante meses la experiencia en carne propia de una trabajadora precaria para contar desde dentro el mundo de humillaciones y desprecios al que se ven sometidas sus compañeras.

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Comentarios
  1. Capitalismo: Un sistema donde un jugador de fútbol puede ganar 100.000 euros al día y millones de familias cero
    (El diario alemán ‘Der Spiegel’ ha publicado las cifras del nuevo contrato de Neymar en el conjunto parisino. El PSG, que llegó a pagar 222 millones al Barcelona para robarle a una de sus estrellas, le ha puesto un sueldo mensual de 3.069.520 millones, unos 4.000 euros a la hora. Además, tiene cláusulas adicionales que todavía no han sido reveladas).

  2. Alberto Garzón ha reconocido en una reciente entrevista que LOS VOTANTES DE LA IZQUIERDA SON LAS CLASES MEDIAS ILUSTRADAS, NO LOS OBREROS.
    Así que Antonio no pueden ser más oportunos y necesarios estos apuntes de clase.
    Deseo por el bien común que esta iniciativa sea todo un éxito.

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