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“¿Qué va a quedar después de Cataluña?”
La dramaturga y actriz María San Miguel, impulsora del proyecto 43-2, está a punto de estrenar ‘Viaje al fin de la noche’, la obra con la que cierra la trilogía sobre el proceso de paz en el País Vasco. "Ahora soy pacifista radical y creo en la reinserción", reflexiona.
María San Miguel se despertó llorando el 1 de octubre. No podía entender que se estuviera llegando a la violencia, que no se estuviera dialogando, que nadie dijera hasta aquí. “Tengo una relación familiar interna muy fuerte con Cataluña, amo Cataluña. Y siento que no nos estamos entendiendo, que no estamos usando la palabra, que es el arma más poderosa que tenemos”, cuenta en un receso del ensayo de su nueva obra.
San Miguel (Valladolid, 1985) ultima estos días Viaje al fin de la noche, la última parte de una trilogía teatral sobre el proceso de paz en el País Vasco con un denominador común: la apuesta por el diálogo y el encuentro con el otro. “En la primera parte, Proyecto 43-2 (2012), trabajamos sobre cómo la violencia ha destruido las relaciones sociales y familiares; en la segunda, La mirada del otro (2015), abordamos un hecho real, un encuentro entre víctimas y terroristas con la posibilidad de que dos personas que están separadas por un hecho traumático irreparable se sienten a hablar –si ellos pueden, ¿cómo no nos vamos a sentar los demás?–; y en la tercera nos centramos en qué es lo que queda tras los conflictos violentos. ¿Qué va a quedar después de Cataluña?”, se pregunta. La obra –que no es el libro de Céline, aclara por si acaso– se estrenará el 4 de noviembre en Eibar (Guipúzcoa). Entre el 15 y el 26 de noviembre hará parada en Barcelona.
¿Qué quiere contar exactamente con Viaje al fin de la noche?
Dos cosas: el momento actual del proceso de paz y de la reconstrucción de la convivencia en el País Vasco, en Euskal Herria; y hacerlo desde la perspectiva generacional que comparto, que es la de las personas entre 30 y 40 y pocos años, y que son los hijos e hijas de las víctimas de ETA, de los GAL, del abuso policial y de todos aquellos que han ejercido la violencia. Nunca se ha hablado de ello y creo que ahora les toca por una cuestión generacional. Hay que construir las nuevas relaciones sociales con la herencia que ha dejado la violencia.
¿Qué ha querido contar con la trilogía en general?
Me interesan mucho tres aspectos relacionados con lo universal y la historia reciente de nuestro país, del siglo XX, que tiene que ver con cómo y por qué se ha producido la violencia y por qué el ser humano llega a la falta de empatía y el dolor. ¿Cómo se gestiona ese dolor? Todo eso está en la trilogía, que es sin suda una apuesta absoluta por el diálogo, la no violencia, el uso de la palabra por encima de cualquier cosa. La trilogía trata de hacer un ejercicio de memoria.
¿Qué le llevó a iniciarla?
Nuestros padres son hijos de la postguerra, nuestros abuelos son hijos de la guerra. Yo he crecido con estas historias de implicación política y he tenido la sensación de que con la cuestión vasca iba a pasar lo mismo, es decir, que se iba a cerrar en falso, como con el franquismo. Somos un país que apuesta por el olvido y hay que saber lo que ha pasado para que no vuelva a repetirse. En mi familia siempre se ha hablado de política, de derechos, de libertades. He recibido una educación con conocimientos políticos y ciudadanos muy fuerte y, hace 11 años, conocí en la Universidad a Eduardo Madina, que fue la persona que me cambió la manera de estar en el mundo. Él había sido víctima de un atentado y, sin embargo, abogaba por el diálogo y por enseñar a los que usan la violencia que nada se puede hacer con violencia. Pensé que algún día tenía que contar eso en el teatro. Y hace seis años, de manera casi inconsciente, haciendo mi tesina sobre el teatro como herramienta pedagógica y de memoria, comenzó todo.
¿Cómo es el proceso para crear una dramaturgia como esta?
Hay que conocer de cerca la historia, porque a través de la política y los medios de comunicación nos llega una realidad de nuestro país muy distorsionada. Yo quería saber qué pasa realmente y por qué pasa. Hemos investigado mucho, hemos realizado muchísimas entrevistas… No queríamos ver solo lo blanco o lo negro, este clima de polarización en el que vivimos. Hay muchos grises. Y todo ello, ese acercamiento, nos ha modificado mucho como personas. Hemos descubierto una realidad que no conocíamos, nos ha cambiado la manera de ver el mundo. Yo ahora soy pacifista radical y creo en la reinserción. En el fondo, todo tiene que ver con el reconocimiento del otro, con el encuentro con el otro. En la parte documental también ha sido muy importante la participación de Guillermo García López, director de Frágil equilibrio. Con Isaki Lacuesta estamos en un proyecto paralelo en clave de cine.
¿Cómo está siendo este último viaje con respecto a los anteriores?
Tanto a nivel formal como en la apuesta artística es la obra más arriesgada y da mucho vértigo. En la anterior se hablaba de reconciliación, de esperanza, de futuro. Ahora nos ponemos más oscuros. Hay voluntad de convivir pero lo que se está haciendo es coexistir porque las heridas están muy abiertas, tanto las sociales como las íntimas. Estamos hablando de la pérdida de un padre, de una madre, de crecer sin ellos… Este proceso es el que más confusión me ha generado. Porque ya tengo unos vínculos emocionales con Euskal Herria y con las personas muy fuertes, una conexión emocional muy íntima, personal… He pasado horas y horas con gente que defiende la violencia, que es algo que no concibo, y los he entendido. Eso me ha generado contradicciones muy grandes y me he venido de los viajes al País Vasco muy revuelta.
¿Le está afectando?
Sí. Cuando me he enfrentado al material en agosto, el dolor no me dejaba escribir. Y, por otra parte, el tema de los hijos y los padres me afecta por una cuestión de edad, los padres se hacen mayores, hay una cuestión fuerte de ruptura. Y ha coincidido con que mi padre ha estado muy enfermo.
¿Ha tenido ganas de parar en algún momento en todo este tiempo?
Sí. Hay que estar peleando todos los días para hacer teatro en este país. Madre mía, por qué me metí en esto, vaya lío… Pero por otra parte digo: qué maravilla, no podría hacer otra cosa, mi trabajo me salva de lo que nos rodea. El proceso de ensayo está siendo muy bonito, son viajes emocionales muy exigentes. Pero somos un equipo maravilloso y hemos conectado muy bien.
¿Imaginaba que la situación en Cataluña iba a llegar hasta estos límites?
Sí. No hace cinco años, pero sí desde hace unos meses. Lo imaginaba porque no se ha dialogado. Mi cabeza de mujer europea del siglo XXI no entiende cómo no podemos aprender de los errores humanos y políticos de un pasado tan reciente. Cataluña está presente en los ensayos. El 1-0 hablamos mucho. Fue muy duro. Estamos trabajando en el dolor que queda después de la mierda que genera la incomprensión y la falta de empatía. Lo peor está por venir y ojalá me equivoque.
¿Conseguirá el movimiento de las #Aristofánicas poner orden?
Me lo contó Edurne Portela, quien me ha cedido uno de sus relatos de El eco de los disparos (Galaxia Gutemberg) para Viaje al fin de la noche, y me sumé inmediatamente. Efectivamente, hay demasiada testosterona en el asunto catalán. Ha habido mucha testosterona también en el asunto vasco. Estamos en un momento de ruptura donde el feminismo está logrando hacerse presente, las mujeres tenemos mucho que decir y, como históricamente hemos tenido que hablar y defender nuestro lugar a través de la palabra, es muy necesario que exista un movimiento que sea, además, muy diverso, en el que también haya hombres y que sea inclusivo. Estoy muy emocionada.
¿Cómo ve el teatro en España ahora mismo?
Hay una parte hermosa y muy esperanzadora, que es que está volviendo a lo que hizo en la época de los últimos años del franquismo, de la transición, los 80. Tomar partido y traer los problemas sociales y políticos a escena. Hace cinco años no estaba tan viva la escena desde ese punto de vista, de temas relacionados con la memoria, las fracturas sociales, las injusticias sociales y económicas… Desde el aspecto creativo y como herramienta de transformación social y emocional, estamos viviendo una época de bastante esplendor. Lo que ocurre es que hacerlo es difícil. Yo hago unas inversiones económicas al vacío, creo en mi proyecto y en el trabajo artístico, pero no sé qué va a pasar en enero, cómo voy a pagar el alquiler, es muy difícil. Intento no quejarme y llevo viviendo casi tres años solo de mi teatro. El problema no es solo el IVA cultural, sino que desde las instituciones no se tiene claro que la cultura es una parte esencial de la identidad de un país, del progreso de un país. Cuando terminé la escuela de teatro pensé en irme a Francia o a EEUU, pero no lo hice porque yo quiero que en mi país haya un sistema cultural potente, para los que vengan, para mis hijos si los tengo.
MELANCOLÍA
Mi hermano, poco antes de morir en un accidente, había sido uno de los organizadores del recital de RAIMON en la Universidad de Madrid en 1968. En aquellos tiempos todos éramos jóvenes, “La ciutat era joven” y Serrat, y sobre todo Raimon eran nuestros cantantes, nos identificamos con ellos y sus canciones en catalán. En Madrid, todos éramos RAIMON y todos éramos catalanes
Los jóvenes madrileños éramos catalanes, y cantábamos con RAIMON. “No, jo dic no, diguem no. Nosoltres no som d´eixe món”
Cuarenta años después Raimon, haciendo un juego de palabras, cantaba: “No l´oblidaré mai aquel 18 de Maig en la villa”
¿Qué habéis hecho en los últimos 40 años?
En 1981 El president Tarradellas manifestaba en una carta pública sus temores por las políticas nacionalistas que estaba empezando a aplicar Pujol, «la división cada día será más profunda, y se alejará más y más de nuestros propósitos de consolidar para nosotros y para España la democracia y la libertad a la vez que los equívocos que surgirán entre nosotros serán cada día más graves”.
«Es desolador -decía- que hoy la megalomanía y la ambición personal de algunos nos hayan conducido al estado lamentable en que nos encontramos y que nuestro pueblo haya perdido, de momento, la ilusión y la confianza en su futuro».
La culpa es de todos. Todos los gobiernos de España han entregado a los nacionalistas lo que han querido a cambio de su apoyo. Sabían que eran unos hijos de puta, pero eran “sus hijos de puta” Han permitido la “megalomanía, la corrupción y el sectarismo”, pero lo peor ha sido que les han entregado a los niños.
¿Cómo se repara el daño producido en la educación de los niños durante 40 años? ¿Cuántos Rufianes habéis hecho de esos niños?
Esperanzadora la existencia de este tipo de dramaturgas, hoy.
Vuestra historia ya es vuestra.
«Ustedes han reunido la fuerza para hacer lo que el conjunto de ciudadanos del estado no han hecho: romper con el pasado, este estado heredado del franquismo y parcialmente remendado y reformado. Atrás dejan un país sin otro proyecto que lo una que evitar que otros sean libres, unido y uncido por el miedo, gobernado por una corte de parásitos que viven de la riqueza creada por todos. Haciéndoos libres nos habéis mostrado a nosotros y al mundo el verdadero rostro autoritario y brutal de este estado» (Suso del Toro).
A un acción le sucede la reacción.
Toca rescatar la historia que nos han secuestrado y aprendernosla para tratar de no incurrir en los mismos errores.
Es muy significativo que las cunetas de este «democrático» país estén llenas de los legítimos demócratas y que seamos «gobernados» por los «demócratas» herederos de los impunes verdugos.
De aquellos polvos estos lodos: la reacción de algunos pueblos despiertos y dignos que no aceptaron la «legalidad» de la dictadura, por ahí nació ETA y respecto a Cataluña creo que no hubiera sentido la necesidad de «divorciarse» de la España involucionista de haber otro gobierno en Madrid mínimamente demócrata dispuesto a escuchar y a llegar a acuerdos justos.
…Ayer Rajoy suspendió la autonomía y recordó como de heredera del franquismo es la Constitución que nos rige, como los límites del presente son hijos de un tiempo sucio y embrutecido.
El Estado puede crear relatos que justifiquen la reconciliación, la Transición feliz y la ilusión de la legitimidad, pero necesita todavía presos políticos y Decretos de Nueva Planta para poder subsistir. No se saldrán. No lo consiguió el franquismo y no lo conseguirán sus herederos. No lo consiguió Felipe V y no lo conseguirá Felipe VI. Es una cultura política caducada que no sabe renovar el pacto, que no sabe ni siquiera preverlo, y que a estas alturas ni siquiera se sabe explicar fuera»…
http://www.ara.cat/opinio/Francoland_0_1892210868.html
¿Tú cuando has nacido? ¿En que pais has vivido? ¿Qué crees que era el franquismo? ¿Qué crees que es la Constitución?¿Qué crees que es la democracia? ¿Cómo justificas el golpe de estado independentista por dictadura franquista?
El circo independentista ha terminado