Política
La España que deseo
"Yo quiero una España que reconozca los errores históricos y que se empeñe en acomodarse a los nuevos tiempos, a las necesidades políticas, económicas y afectivas de sus ciudadanos de las periferias".
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No soy nacionalista. Ni vasca ni española. Igual no lo soy precisamente porque soy vasca, porque llegué a la conciencia política en un contexto en el que la nación, tanto vasca como española, significaba para mí una especie de pozo negro donde fermentaban el odio, la polarización y la violencia. Me crié en un ambiente en el que España era los GAL, la guardia civil de los controles de tráfico, los “maderos” que nos sacaban a tortas de los bares. España era la monja bigotuda de mi colegio que se negaba a llamarme Edurne porque era un nombre vasco. España era el imperio que celebraba el quinto centenario del “descubrimiento” de América sin reconocer el genocidio indígena. España era lo peor. No nos acordábamos ni de Lorca ni de Miguel Hernández, ni de Durruti ni de Federica Montseny. En nuestro imaginario —o en el mío, solo debería hablar por mí— los españoles admirables lo eran a pesar de sus orígenes. O lo eran porque se rebelaron contra la España carpetovetónica, la que va de los Reyes Católicos hasta el Caudillo y sus herederos. Euskal Herria, la otra nación, tampoco me resultaba mucho más atractiva: era la Arcadia por la que algunos estaban dispuestos a matar. Con eso bastaba.
Ahora soy consciente de las limitaciones de mi visión polarizada, tanto de la nación española como de la vasca. Aun así, sigo creyendo que esa España carpetovetónica existe. Es la España inmovilista, la monológica, la que mira entre el desprecio y el odio cualquier demostración de diferencia, la que está dispuesta a sacar los tanques en defensa de una constitución fallida y defectuosa. Es la España que se aferra a una legalidad que parece escrita no por seres humanos, con las limitaciones propias y de su contexto histórico, sino por un dios omnisciente que ha marcado su ley en unas tablas sagradas invariables, eternas, irrevocables. Es la España que cuando se habla de la dispersión de presos dice “que se jodan”, la que piensa que si a un detenido le torturan, “algo habrá hecho”.
Es la que no reconoce el feminicidio ni ampara como debiera a las mujeres y niños víctimas del abuso, la que cuestiona la ley de matrimonio homosexual. Es la que condena con la cárcel a gente que cuelga un chiste en Twitter pero se calla, cómplice, cuando un torero enarbola la bandera con el aguilucho franquista o cuando un cura dice desde el púlpito que con Franco se vivía mejor. Es la que defiende que desenterrar a los muertos de las cunetas y devolverlos a sus familiares en duelo eterno significa reabrir la herida de la Guerra Civil. Es la que cierra sus puertas a los refugiados, la que dice que se queden en sus casas si no se quieren morir ahogados en el mar. Esa España existe, no es minoritaria, vota en las elecciones, elige a sus representantes. A esa España yo no la quiero.
Pero sé que hay otra España, una con la que se podría construir la que yo deseo. No soy politóloga ni abogada ni juez. No sé qué mecanismos se pueden crear para mejorar la Constitución ni cómo habría que cambiar las leyes para poder desarmar a esa otra España ruin. Para sentirme ciudadana en este país, para aceptar a España como una nación con la que me siento identificada, que reconoce mis derechos y mi diferencia, tendrían que cambiar mucho las cosas.
Yo quiero una España en la que hablar en lengua propia, ya sea el catalán, el gallego, el euskera, el bable o cualquiera de los idiomas o dialectos que pueblan nuestro Estado, no sea objeto de linchamiento colectivo, como vimos a cuenta de las comunicaciones de los Mossos durante el atentado de Barcelona. Una España que reconozca los errores históricos y que se empeñe en acomodarse a los nuevos tiempos, a las necesidades políticas, económicas y afectivas de sus ciudadanos de las periferias. Una España que penalice el feminicidio pero no la libertad de expresión, solidaria con los más desfavorecidos de dentro y de fuera. Me llamarán ingenua, adanista, pero me da igual. A mí me han preguntado qué España quiero, no qué España creo que sea posible. El deseo a veces es incompatible con la realidad, pero sin deseo tampoco hay futuro.
Bueno, ahora nadie mata por Arcadia. Mira yo soy nacionalista e independentista vasco y veo tristísimo que la gente de España rechace su propia Historia…como si fuese peor que la del resto. Sólo por ésto, la izquierda española nunca ganará. Porque no hace suyos algunos capítulos pq la otra parte los ha puesto en el pedestal. Ni tanto ni tan calvo. Pq algunos toman como propios algunos capítulos de todos y otros defienden otras tantas cosas para su causa. Han convertido en banderas sociales y civiles acontecimientos históricos de hace décadas y de hace siglos. Y así no se avanza. Por ello yo no creo ni en España, ni en los españoles. Lo veo cada vez que hay elecciones y lo veo en cada artículo camuflado de historicismo del rancio. Igual que éste, es rancio. Mucha suerte, la vais a necesitar.
Gracias Edurne por este artículo. La España que yo reividico es la España del No Pasarán!, la que se reveló contra el golpe de estado, la que conmovió a miles de jovenes en el mundo que lucharon y murieron por España contra el fascismo ¿Murieron para nada?. La España de Bartolomé de las Casas, la que se levanto contra la dominación imperial, primero en Castilla, más tarde en Cataluña y Portugal, la que luchó contra la invasión francesa, la de la insurrección jornalera de 1917, que continuó luchando hasta 1939, la España de la Nueve, que liberó Paris, Mathausen o que combatió el fascimo en muriendo en la retaguardia de Dunkerque, en Narvik, Noruega, defendiendo Moscú o en la retaguardia nazi en Ucrania, la España guerrillera. Esa España no está derrotada, porque una batalla no se pierde hasta qte el ultimo soldado muere o arroja el fusil. Y yo no puenso hacerlo!. Salud!
Completamente de acuerdo con el artículo de Edurne, su visión de lo que debería ser el Estado, su huída de esa «visión polarizadora», y que las heridas abiertas de la guerra civil, no se cerraron con el intento de olvido. En este momentos son necesarios artículos, movimientos y foros que hablen y defiendan esto. Ahora, cuando trapos, al fin y al cabo, banderas bien grandes, tapan los trapos sucios a cada lado. Trazamos fronteras, establecemos divisiones, volvemos a perseguir a las minorías y a los diferentes. No tenemos defectos. los defectos los tienen todos «los otros», los del otro lado. Y hasta acabamos haciendo gala de quien tiene la cabeza más gorda y se pone la boina más grande: Garrulismo chauvinista. Gracias, Edurne
Gracias por este estupendo artículo.
APROPIACION DE BIENES PUBLICOS POR LA IGLESIA CATOLICA. (La «representante» del nacido en el establo)
Seis sentencias favorables y una quincena de litigios en marcha impulsan el movimiento ciudadano de recuperación.
Casi cincuenta ayuntamientos de todo el país y una decena de comunidades autónomas han puesto en marcha ya procedimientos para reclamar los listados de bienes inmatriculados por la Iglesia católica y solicitar su restitución en aquellos casos que no exista título de propiedad justificado. La creciente respuesta municipal y autonómica se produce un año después de que una veintena de organizaciones civiles se constituyeran en la Coordinadora Recuperando y apelaran a las instituciones a denunciar la apropiación masiva de bienes de dominio público por la Iglesia al amparo del ya derogado artículo 206 de la Ley Hipotecaria.
https://laicismo.org/2017/decenas-de-municipios-se-suman-a-la-reclamacion-del-patrimonio-inmatriculado-por-la-iglesia/168805
Edurne, me parece que la España que quieres es sencillamente la España imposible. Una España que reconozca sus errores, en especial los imperiales, debería de resarcir a las víctimas de estos errores. Por ejemplo, con la libertad sin mas a los territorios peninsulares ocupados.
Pero eso qué significa? Pues que España desaparecería. O sea, que la España ideal que supones, no existe mas que en los imperios históricos.
Por otro lado, esto no sería ninguna tragedia. Ni para ti, que dices no sentirte española, ni para nadie. Un saludo
Yo trabajo para un mundo sin políticos en http://www.iachangetheworld.org
¿Qué nacionalismo hay peor que el español, el heredero y representante de los golpistas del 36, el que mantiene escarnecidos a los legítimos demócratas del Estado Español en las cunetas?.
Eta fué la reacción al golpe y la dictadura franquistas y hoy Cataluña, con otro gobierno que no nos condujera otra vez, cómo lo está haciendo éste, porque lo lleva en sus genes, al francofascismo, no tendría necesidad de independizarse de una España que no se entera o le da igual la injusticia, la involución, el sometimiento a la «legalidad» francofascista.
De aquellos polvos estos lodos, no es tan difícil entender ésto.
El presidente del comité de empresa de Seat y presidente de la UGT de Catalunya, Matías Carnero, ha manifestado a la corporación vasca de radio y televisión (EITB) que la empresa han recibido “presiones políticas y monárquicas” para el cambio de la sede social.
http://iniciativadebate.net/2017/10/18/el-presidente-del-comite-de-empresa-de-seat-reconoce-presiones-para-el-cambio-de-sede/
La organización en favor de los derechos humanos Sare, según publica en una nota de prensa, considera que “Ibon Iparragirre está preso por pertenecer a una organización que hoy ya es una organización desarmada, por lo que no cabe posibilidad de reincidencia”. “El Código Penal y también el Reglamento Penitenciario español prevén en diferentes preceptos la situación especial en la que se encuentra hoy Ibon y otros muchos presos con enfermedades graves e incurables”, añade la organización. “No existe ley, ni reglamento, ni norma alguna que avale que cualquier persona, por el hecho de estar privada de libertad, deba ser también privada de su derecho a la salud y a un trato digno, Ibon debe ser excarcelado inmediatamente; por dignidad, por humanidad y por justicia”, concluye Sare.
Hola Edurne, suscribo todo lo que dices. Tengo 63 años casi 64, soy de Madrid pero vivo en Pamplona desde el año 1987, me vine aquí por amor. Cada vez que veo banderas en los balcones , me echo a temblar. entre los libros que había en la estantería de mi padre, que murió en febrero del 2016 con 88 años(mi madre ya había muerto en el 1998)encontré «El asesinato de García Lorca» de Ian Gibson; lo leí y me espeluzné de las atrocidades que describe, hechas en Granada por los franquistas con la población granadina. he leído muchas cosas relativas a la guerra civil y he vivido muchas cosas tremendas durante la dictadura de Franco. Entre otras los últimos fusilamientos de hoyo de Manzanares (yo estaba en la mili en aquel fatídico momento), después los asesinatos de los abogados de atocha. El intento de golpe de Tejero, en fin para qué seguir. Me aterrorizo cuando tengo noticias de los acosos a la puerta de la casa de algún político, por ejemplo Mónica Oltra. Pero qué nos pasa, ¿no vamos a ser capaces de salir del odio de una vez por todas? Yo de joven quería ser sueco, ahora ya no quiero ser de ninguna parte. Ya no tengo a donde ir.
Gracias Edurne.
Fernando Reyes
Estoy de acuerdo. Yo también podría querer una España similar. Ojalá pueda ocurrir dentro de poco. Quizá unos años o incluso generaciones. Todo esto se consigue con educaión desde la base y con más transparencia en el control de los medios, más honestidad en el respeto al otro, un regreso de la filosofía a nuestras cabezas, una pasión por la ciencia y los cuidados. Parece que estamos creando una ciénaga de ignorantes que se arrebolan la bandera para lucirse mejores. Falta soñar más y abrir ventanas a la imaginación. Con una Institución Libre de Enseñanza, se preparó un futuro de artistas, investigadores, que es impensable imaginar ahora. La sola comparación sonroja. Ñecesitamos soñar despiertos para que haya otro futuro. Gracias por el artículo.
Da gusto leer comentarios cómo los vuestros, NINGUNO y DECLAMADOS, tan sensatos como ciertos.