Internacional
Merkel solo teme la complacencia de su electorado
Todo indica que este domingo Merkel ganará su cuarto mandato en la cancillería de Alemania. En sus mítines defiende la acogida de refugiados frente a los críticos en el campo conservador pero ofrece pocas ideas de cara al futuro.
NEUSS // Poco antes de las siete de la tarde del jueves pasado aterriza el helicóptero que transporta a Angela Merkel cerca de un gran hotel de congresos en Neuss. Después de haber celebrado dos actos electorales en el Estado de Hessen, la canciller de Alemania está a punto de dar su tercer y último mitin del día antes de las elecciones federales del domingo. Dentro de la sala de fiestas le espera un millar de personas en un ambiente festivo que destila un aire de complacencia de quien ya se siente ganador.
Neuss, una ciudad industrial cerca de Düsseldorf, es una tierra propicia para la candidata de la Unión Democristiana (CDU). En las elecciones regionales de mayo pasado, aquí en Renania del Norte-Westfalia –el Estado federado más poblado de Alemania– los conservadores infligieron una dura derrota a los socialdemócratas. Éstos perdieron su principal feudo, lo cual acabó con el resto que quedaba del entusiasmo que había despertado el nombramiento de Martin Schulz como candidato del SPD en enero.
En Renania, la CDU puede adoptar un discurso muy diferente al que maneja a nivel nacional. Aquí se presenta como un partido que acaba de tomar el poder. En este sentido, los oradores regionales que preceden a la canciller en Neuss arremeten contra la coalición de socialdemócratas y verdes a la que acaban de desbancar del gobierno y prometen cambiarlo todo a mejor. Por momentos, el público parece olivdarse de que la CDU lleva más de una década gobernando en Berlín.
Entonces entra Merkel entre el aplauso entusiasta del público. A diferencia de los que acaban de hablar, ella no puede pintar un país en el que hay que cambiar muchas cosas. Tras 12 años en la cancillería, ella sigue el guion del lema principal de la campaña: “Por un país en el que vivimos bien y a gusto”. Frente a esta versión de un país próspero, los partidos de la oposición han centrado su campaña en las desigualdades sociales en Alemania, desde los socialdemócratas de Schulz hasta los Verdes, Die Linke e incluso la xenófoba Alternativa para Alemania.
En Neuss, Merkel despacha el asunto con una frase: “Para mí la protección social es importante porque es un elemento esencial de la economía de mercado social pero debemos mirar cómo generamos la riqueza”. Para ello propone bajar los impuestos, un clásico de la derecha.
La canciller no puede esquivar el tema que más ha puesto en peligro su liderazgo: la crisis de los refugiados. Merkel defiende que se trataba de ayudar a personas “en una situación de emergencia” y alaba la labor de decenas de miles de voluntarios en Alemania que han colaborado en acoger cientos de miles de refugiados. Es un gesto valiente de la jefa de gobierno, que le gana unos aplausos, pero difícilmente aplacará las críticas en el seno conservador por las políticas de puertas abiertas.
El único guiño a aquellos votantes que se sienten amenazados por la llegada de los refugiados es cuando exige reforzar las leyes para poder deportar a potenciales terroristas con más facilidad que ahora.
En este momento, Merkel llega a la política exterior que ocupa buena parte de su discurso. Se presenta como una roca en medio de la tempestad de un mundo inestable: Corea del Norte, Siria, Ucrania, el Estado Islámico etc. Hace una defensa apasionada de la Unión Europea que despierta aplausos fuertes en el público, casi una rareza en estos tiempos en el Viejo Continente.
Entre tanta autocomplacencia por el trabajo hecho, Merkel, de repente, saca un tema para justificar su decisión de optar por un cuarto mandato: la digitalización. “Antes daba autógrafos, ahora solo hago selfies”, es la frase original con la que ilustra el cambio tecnológico de los últimos años. “Si volvemos a vernos dentro de cuatro años todo habrá cambiado más con la conexión digital de las cosas”, explica para enseguida asegurar a los oyentes que “siempre hemos sabido adaptarnos a los cambios”.
Al final del discurso, la canciller hace un llamamiento insistente al voto. Con razón, porque a estas alturas la complacencia entre electorado conservador que da por descontado la victoria de la CDU es su principal riesgo.
Antes del cierre de las urnas a las 18 horas este domingo, las quinielas barajan varias opciones de gobierno. Para Merkel, sin duda, la mejor opción sería seguir gobernando en la “Gran Coalición” con unos socialdemócratas, idealmente algo castigados por las urnas. Luego está la posibilidad de un gobierno de CDU con los liberales del FDP, la pareja clásica que ya gobernó en la época de Helmut Kohl y en la segunda legislatura de Merkel. Incluso cabe especular con un pacto entre tres, con conservadores, liberales y verdes.
Si aciertan las encuestas, las opciones para un gobierno de izquerdas entre SPD, Verdes y Die Linke son escasas. Hace cuatro años estos tres partidos sumaron mayoría pero la negativa de los socialdemócratas de aliarse con los poscomunistas de Die Linke impidió echar a Merkel del poder. Ahora, Schulz estaría abierto a una coalición de izquierda. Pero parece que los números no le saldrán.