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Intelectuales en la vida pública: desmontando mitos

"El siglo XX parió dos grandes sistemas dictatoriales -comunismo y fascismo-, y bajo su sombra crecieron  los llamados intelectuales filotiránicos", escribe la autora.

Walter Benjamin, filósofo, crítico literario y ensayista alemán.

Si usted se ha cuestionado alguna vez el papel de los intelectuales en la vida pública y su compromiso con los ismos del siglo XX (en especial el fascismo y el comunismo), este es su libro: ‘Los intelectuales en la política, pensadores temerarios’, de Mark Lilla. Ahora bien, le aviso, si no es ducho en fenomenología, existencialismo, estructuralismo y deconstrucción, en algún que otro momento se va a sentir perdido. No importa. No se desaliente. Siga leyendo. Al final merecerá la pena.

Lilla nos señala que el siglo XX parió dos grandes sistemas dictatoriales, el comunismo y el fascismo, y que bajo su sombra crecieron  los llamados intelectuales filotiránicos, algo inédito hasta entonces en la historia del pensamiento. Afirma el autor que cualquier ideología disfrazada de pensamiento filosófico o de corriente de pensamiento que afirme que están superados los conceptos de Derechos Humanos, tolerancia y libertad, esconde el germen del totalitarismo. Y nos muestra cómo algunas de las mentes más brillantes del siglo pasado se dejaron seducir por los cantos de esta sirena que en un caso vestía manto negro y cruz gamada (Heidegger y Carl Schmitt) y en el otro, hoz y martillo bordado sobre capa roja (Benjamin, Kojève, Foucault y Derrida).

Para Lilla son claros ejemplos de lo que no debe hacer un filósofo, pues ni pensaron con honestidad ni actuaron con responsabilidad. Tendrían que haberse limitado a «(…) estudiar y defender la política de la democracia liberal y conservar un sentido de proporción moral al sopesar las  injusticias de los diferentes sistemas políticos». Sin embargo no hicieron nada de eso, al revés, se entregaron en cuerpo y alma a esos regímenes tiránicos para dotarles de credibilidad y legitimidad intelectual única y exclusivamente por vanidad, egoísmo y ambición. Así, sin más.  Así que el título del libro bien podía haber sido  «Desmontando mitos».

Además de la tesis principal va usted a descubrir alguna que otra curiosidad: que Heidegger iba para jesuita y fue un joven fanático religioso que colaboró más activamente con el régimen nazi de lo que se sospechaba; que Arendt le disculpó toda su vida porque no vio en él «debilidad de carácter» sino un pensamiento apasionado (alucinante, ¿verdad?); que Carl Schmitt era un antisemita del copón; que Foucault tiene mucho predicamento en EEUU porque la mentalidad del americano es muy paranoica; que Benjamin  se convirtió al marxismo por que se enamoró de una comunista que trabajaba con Bertold Brecht y que más tarde sería purgada por Stalin; que el autor no soporta a Derrida y que simpatiza muy poquito con el marxismo (esto último se le nota mucho, la verdad).

Un último consejo: antes de hincarle el diente, lea la introducción, el prefacio y el epílogo. Le ayudará.

Letizia Prieto Olmos es socia cooperativista de La Marea.

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Comentarios
  1. La democracia liberal también es una opción política e ideológica, y no veo que se atisbe la menor crítica por parte del autor del libro. Los intelectuales como el Sr Lilla que son asalariados del sistema, no pueden ser independientes ni actuar con objetividad científica.

  2. Yo no pondría en el mismo saco al comunismo y el capitalismo, jamás.
    Capitalismo o la codicia sin límites, yo, yo, yo, y después yo.La riqueza del 1% y la pobreza del restante 99%. Si a la codicia se le puede llamar ideal …
    El comunismo bien llevado debería ser los dictados, que no la dictadura, del pueblo. Pero un pueblo sin sabiduría malogra los mejores ideales.
    El ser humano somos demasiado mediocres y no estamos preparados para ideologías de alta ética como el comunismo o el anarquismo.

    • El autor habla del fascismo y del comunismo. Pero tienes razón que el capitalismo salvaje bien podría estar entre estos ismos perniciosos.

  3. No soy precisamente un fan de Stalin, pero este artículo, de estilo ridículamente pretencioso, rebaja escandalosamente el nivel editorial de La Marea. Necesitamos buenas revistas.

    • ¿podrías indicarme qué crees tú que pretendía ser este artículo y que, en tu opinión, no es?. Tal vez me descubras algo que ignoro, porque, sinceramente, no pretendí que fuera nada en especial más allá de una breve reseña de un libro.

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