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Las Olimpiadas Obreras

La Internacional Deportiva Obrera Socialista, organización de la Internacional Socialista, fue la encargada de organizar las Olimpiadas Obreras en el período de entreguerras, recuerda Luis Miguel García, socio cooperativista de 'La Marea'

Fue en 1896 cuando, en Atenas, 241 atletas de 14 países distintos compitieron en nueve deportes en los primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna. Éstos fueron promocionados por el francés Barón de Coubertin, seguidor del cristianismo muscular, que pretende alcanzar la perfección espiritual mediante la higiene y el deporte. Pierre de Coubertin, en su búsqueda de este ideal, creó las primeras sociedades atléticas e incluso la primera revista deportiva (Revue Athlétique); y, aunque al final consiguió celebrar los Juegos Olímpicos, no fue sino tras vencer la inicial oposición de Inglaterra, Alemania y la propia Grecia.

Pero estos países no eran sus únicos detractores. Muchas organizaciones obreras veían en estas competiciones un fomento de los nacionalismos (que llevaron a la Primera Guerra Mundial) y criticaban el elitismo de los clubes que, agrupados en federaciones, apoyaban esta idea del deporte. Tampoco veían bien que los países perdedores de la Primera Guerra Mundial no pudiesen participar en los Juegos. Así que, en el período de entreguerras, diversas organizaciones obreras participaron en la creación de una alternativa: las Olimpiadas Obreras, organizadas por los trabajadores y no por las naciones, fomentaban la solidaridad y no la competitividad, huían del mercantilismo del deporte y cambiaron los himnos nacionales por la Internacional mientras todos los deportistas competían bajo la misma bandera: la roja.

La Internacional Deportiva Obrera Socialista, organización de la Internacional Socialista, era la encargada de organizar estas Olimpiadas: Fráncfort 1925, Viena 1931 y Amberes 1937. El 19 de julio de 1936 estaba previsto que empezase la Olimpiada Popular de Barcelona pero se suspendió debido al golpe de Estado, y en 1943 se hubiesen disputado en Helsinki de no ser por la Segunda Guerra Mundial.

También se celebraron unas en 1921 en Praga, las primeras, pero no fueron organizadas por esta institución sino por la Asociación Gimnástica de Trabajadores de Checoslovaquia, que las volvió a promover en 1927 y 1934. Los deportes de invierno fueron tambien cubiertos con Olimpiadas de Invierno en 1925 (Schreiberhau, Alemania), 1931 (Mürzzuschlag, Austria), y 1937 (Janské Lázn?, Checoslovaquia). Todo un despliegue frente a las Olimpiadas burguesas.

La Olimpiada Popular de Barcelona se iba a desarrollar en protesta por las Olimpiadas de la Alemania nazi de Berlín 1936, candidatura que venció en 1931 a la de Barcelona por 43 a 19 en la votación. El gobierno de la II República Española decidió no enviar a ningún representante a aquellos Juegos Olímpicos, y se quiso acoger un evento similar donde podrían participar los exiliados del nazismo y el fascismo italiano, equipos no estatales o judíos. Muchos participantes no pertenecían a una federación deportiva sino a partidos de izquierda o sindicatos. En total, fueron 6.000 atletas de 22 países los que se inscribieron para competir en 18 deportes del 19 al 26 de julio de 1936, una cifra de participantes enorme para ser un evento que se preparó en tres meses.

El inicio de la Guerra Civil el día anterior a la inauguración hizo añicos estos planes y la Olimpiada Popular se suspendió, aunque en los periódicos del día 19 se daba por hecho que se disputaría. Algunos atletas aún no habían llegado, otros se fueron en un barco fletado por Francia en dirección a Marsella, e incluso unos 200 se unieron a la causa republicana y pasaron a integrar alguna de las múltiples milicias populares que se formaban.

Otros eventos deportivos obreros de la época fueron las Espartaquiadas, organizadas por la Sportintern (órgano deportivo de la Internacional Comunista): Moscú 1928 (y Oslo las invernales en el mismo año, y en 1936), Berlín 1931 y Amberes 1937. Con la disolución del Sportintern en 1937 estas competiciones siguieron organizándose pero como encuentros nacionales en muchos de los países de la órbita soviética. Así, se disputaron Espartaquiadas en la URSS hasta los años 1990. Recientemente, se celebró una juvenil en mayo de 2017 entre rusos y bielorrusos.

De ese modo, la clase obrera de entreguerras demostraba que las competiciones deportivas no eran propiedad de la burguesía y los estados nacionales, sino que la autoorganización obrera podía crear bellos espectáculos donde las canciones revolucionarias se fundían con la noble práctica del deporte, bajo una bandera roja que proclamaba el mensaje de que había una alternativa real a la sociedad capitalista. Lamentablemente, tras la reanudación de las competiciones deportivas internacionales que no se habían disputado durante la Segunda Guerra Mundial, estas competiciones se abandonaron a pesar de que eran mucho más masivas que los JJOO «oficiales».

Los países socialistas se integraron plenamente en el Comité Olímpico Internacional, excepto la China comunista. Ésta, tras salirse del COI en 1958, negoció durante años el estatus que China y Taiwán debían tener y no se reincorporó hasta 1979. Finalmente, volvió a participar en unos JJOO de verano en 1984. La base del conflicto es que Taiwan, que participa desde 1956 y es miembro del COI desde 1960, quería hacerlo con su nombre oficial de República de China. Tras el acuerdo de 1979 (Resolución de Nagoya) compite como China Taipéi, con su propia bandera e himno.

Empezó entonces una serie de boicots olímpicos siguiendo una lógica de guerra fría, trasladándose al deporte los problemas políticos entre países:

* Melbourne 1956: Suiza, Holanda y España no acuden en protesta por la represión soviética de la Primavera de Praga de ese mismo año. Egipto, Camboya, Iraq y Líbano boicotean los Juegos Olímpicos debido a la Guerra del Sinaí.

* Montreal 1976: 32 países (la mayor parte africanos) no compiten porque se le permite participar a Nueva Zelanda, que disputa partidos de rugby con Sudáfrica rompiendo el boicot deportivo que el Comité Oímpico Internacional había impuesto al país del apartheid. También China (aún no miembro del COI) y Taiwán se negaron a participar ya que seguían con su particular conflicto diplomático deportivo, que se resolvió en 1979.

* Moscú 1980: EEUU y 60 países de su esfera no participaron por la ayuda militar soviética al Gobierno afgano en su lucha contra los muyahidines islamistas que, apoyados por EEUU, consiguieron años después llegar al poder e implantar la sharia. China hubiese podido participar como miembro de pleno derecho, pero (al igual que los países de la órbita estadounidense) también consideró que la URSS había invadido Afganistán, país con el que hace frontera, así que decidió no participar en estos Juegos.

* Los Ángeles 1984: la URSS y sus aliados devuelven el boicot a EEUU, que tambien es boicoteado por Albania, Libia e Irán. 48 países celebraron un evento alternativo: los Juegos de la Amistad, con múltiples sedes en países socialistas.

* Seúl 1988: Cuba, Nicaragua, Albania y Etiopía apoyan el boicot propuesto por Corea del Norte, que quería acoger alguna de las pruebas olímpicas.

Otras veces ha sido el COI el encargado de sancionar a los países por razones políticas: boicot a la URSS de 1920, la anteriormente mencionada no invitación a los perdedores de la Primera Guerra Mundial, la no invitación de Alemania y Japón a las Olimpiadas de Londres 1948, el largo boicot de 30 años a Sudáfrica por el apartheid (volvió a competir en Barcelona ’92), o la más reciente amenaza de exclusión en Londres 2012 de Arabia Saudí, Qatar y Baréin por no incluir mujeres en sus delegaciones olímpicas, que al final no se materializó, por lo que estos Juegos fueron los primeros en los que todas las delegaciones eran mixtas.

Aunque las actividades deportivas siempre se han visto influidas por la sociedad en que se desarrollan, hoy en día se pretende reducir el deporte a un negocio más y se oye constantemente la idea de que «no hay que mezclar política y deporte». Pero el movimiento obrero, en la efervescencia del Período de Entreguerras, tenía una opinión muy distinta: el deporte, como cualquier otra manifestación cultural, puede y debe usarse para empoderar a la clase obrera.
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