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El museo que cerró Rita Barberá y renació en un pueblo de izquierdas

El zoólogo Alberto Martínez Ortí emprendió una lucha que aún perdura: encontrar un lugar que quisiera acoger el Museo Valenciano de Historia Natural. Hoy se ubica en Alginet, a 26 kilómetros de la capital.

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Alberto Martínez-Ortí es un tipo apasionado. Puede pasarse varias horas seguidas hablando de caracoles. O de mosquitos. O de fasciolas. En realidad, puede pasarse días enteros hablando de animales si no lo cortas. Suele viajar con un par de maletas. Una para la ropa y otra para la Ciencia. Trabaja en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Valencia, colabora en estudios para la Organización Mundial de la Salud (OMS) y dirige el Museo Valenciano de Historia Natural, que desde el 30 de junio de 2012 dejó de estar en Valencia. 

«El museo lo cerró Rita Barberá ese día. A las dos de la tarde vino [un funcionario municipal], cambió la cerradura y ya no pudimos entrar. Cuatro trabajadores a la calle. Yo era el conservador de moluscos entonces», cuenta en un descanso de unas jornadas científicas en Angola. Alberto recogió todas sus muestras de la colección y decidió emprender con ellas un viaje muy distinto al que estaba acostumbrado a hacer: buscar un partido de izquierdas por toda la comunidad que quisiera tener un museo en su pueblo. 

La aventura no era fácil. El PP había arrasado en las últimas municipales de 2011. «De IU no encontré ni un solo alcalde», prosigue su relato. Hasta que a unos 26 kilómetros de la capital dio con Alginet. La oposición acababa de desbancar a la derecha en aquel pueblo de 13.000 habitantes a través de una moción de censura. Jesús Boluda, el único concejal que obtuvo el Bloc en las elecciones, se convirtió en el nuevo regidor con el apoyo de Socialistes d’Alginet, del PSOE y de Iniciativas d’Esquerre d’Alginet.

«Tras las conversaciones, el Consejo de Gobierno del Ayuntamiento aprobó la idea con la abstención del PP. Creamos una asociación con biólogos de la facultad, agentes medioambientales y otros naturalistas y establecimos un consejo de dirección y los estatutos», cuenta. Los trámites para que la Generalitat reconociese el ‘nuevo’ museo, cuyo origen se remonta a 1976, llevaron dos años. 

Y hasta allí trasladó Alberto su colección, compuesta por unas 5.000 especies de moluscos terrestres, dulceacuícolas y marinos de Europa, África y Caribe, en la que está incluido el material tipo de diversos taxones que ha descrito para la ciencia: Abida secale meridionalis, Antalis caprottii, Candidula corbellai, Spiralix gloriae, Sardopaladilhia marianae, Xerocrassa edmundi y Xerocrassa roblesi, entre otros. También fueron trasladadas las colecciones de babosas terrestres de Vicent Borredà y las de oligoquetos de Antonio Pérez Onteniente. 

«Muchas veces me llaman ‘el de los bichitos, el de los caracoles’, y son cosas que hacen gracia pero que terminan cansando, sobre todo cuando lo haces todo sin ayudas. Es una lucha la que estoy teniendo para la historia», explica tras lamentar la falta de inversión en ciencia. Hace falta comprar microscopios, cámaras de fotos, botes… Hace falta trabajadores… «La Diputación nos daba 35.000 euros al año. ¿Eso es dinero? Muchos de los que han dirigido la cultura en Valencia están envueltos en escándalos de corrupción», denuncia. La cárcel de Picassent está a ocho kilómetros de Alginet. Actualmente, el museo solo recibe financiación pública del Ayuntamiento y algunas aportaciones económicas de la Cooperativa eléctrica de Alginet y la Caixa Rural de Alginet

Investigaciones en marcha

Entre las investigaciones que el museo está llevando sobre la biodiversidad de fauna valenciana, española y mediterránea destaca el Proyecto Vértigo, que pretende conocer el tamaño de las poblaciones en España de las especies de este género, algunas en grave peligro de extinción, para impulsar su conservación. «Poco a poco, la gente nos va conociendo», añade Alberto. Hace unos días, una familia donó una colección de más de 4.000 ejemplares de mariposas de especies ibéricas. «Emociona que un taxista de Madrid pase parte de su vida recogiendo mariposas y acaben en tu museo», concluye. 

En su nueva andadura, además, cuenta con la colaboración del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona e Imedea de Mallorca, mediante un convenio que permitirá generar y compartir conocimientos conjuntos sobre la biodiversidad del mediterráneo occidental. Todas las muestras depositadas en los tres museos estarán recogidas en una base de datos conjunta llamada Taxo&Map.

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