Opinión
Salir del parvulario
"Abandonen el parvulario, señores de Podemos. Incluyan en vez de excluir, favorezcan en vez de acosar y presionar, ayuden a entender sus programas en vez de censurar o de exigir un periodismo de concelebración".
El parvulario es la etapa educativa que va de los tres hasta los seis años. Los niños reciben la estimulación necesaria para el desarrollo de sus capacidades cognitivas y físicas. Es la etapa que contribuye a la socialización y se dan los primeros pasos para desenvolverse con autonomía. Es el preámbulo a la educación primaria.
Podemos nació en enero de 2014. Por sus escasos tres años y medio de vida le corresponde estar en primer año de parvulario. Necesita cuidados intensivos, mucha estimulación y socialización y empujones no agresivos para dar los primeros pasos con cierta autonomía.
Robert Fulghum escribió hace 20 años un best seller que tituló Las cosas importantes las aprendí en el parvulario. Fulghum, que acaba de cumplir 80 años, dice que «la sabiduría no está en la cima de la montaña de los títulos académicos, sino en el montón de arena del patio», y se atreve a enumerar la lista de las cosas que aprendió en el parvulario: «Compartirlo todo. Jugar sin hacer trampas. No pegar a la gente. Poner las cosas en su sitio. Arreglar mis propios líos. No coger las cosas de otros. Decir ‘lo siento’ cuando hiero a alguien». Etcétera, etcétera.
Por tanto la etapa del parvulario es trascendental y hay que vivirla con pasión y sin restricciones. Cuando yo era niño no existía el parvulario. Entrabas directamente en la primaria y a los pocos días empezabas a realizar tareas obligatorias. La m con la a es ma, y dos ma significan mamá. Y dos pa, papá. Pero esta etapa sí la vivió mi hijo con la suerte de haber tenido su mejor profesora durante todo lo que ha durado su educación obligatoria, y nunca ha olvidado esos tres años apasionantes.
Por tanto decir que Podemos está en el parvulario es una alabanza. Aunque teniendo en cuenta que apenas cuatro meses después de crearse como partido ya alcanzó el 8% de los votos en las elecciones europeas de 2014, y que en diciembre de 2015 conseguía más del 20% de los votos y 69 diputados en el Parlamento español, digamos que Podemos es un alumno aventajado que podría llegar a la universidad en la mitad de tiempo que cualquier otro estudiante más convencional y egresar en tiempo récord. Podemos podría ser un portento como el niño Kamil Wronski, de ocho años, el universitario más joven de Polonia. O el mexicano Carlos Santamaría Díaz, de nueve años, que ya cursa un diplomado de Química Analítica en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Pero, a veces, Podemos parece que sigue anclado en el parvulario, olvida de sopetón todo lo aprendido en él y se comporta como el niño caprichoso que necesita que se le riña públicamente. La semana pasada excluyó expresamente a seis medios de comunicación de un encuentro informativo celebrado en la sede de su partido en Madrid. Los seis medios censurados fueron El País, la Cadena SER, El Periódico de Catalunya y los digitales El Independiente, Voz Populi y Ok diario. El periodista de El Mundo declinó asistir al acto en protesta por el veto a estos medios.
Aunque sigan buscando excusas para explicar lo inexplicable se trata de un ataque a la libertad de prensa que acaba pasando factura por culpa de algún jefe atolondrado incapaz de pensar fríamente en el daño que infringe a su propio partido.
Un partido de reciente aparición debe buscar la transparencia a cualquier precio y permitir que los periodistas hagan su trabajo aunque no les guste el trato que luego reciben en sus informes. Porque excluir es censurar. Y censurar es reciclar basura que huele a podrido como ocurre en regímenes autoritarios o dictaduras. Censurar es, además, perder el prestigio que se ha podido ganar por otras vías.
Desde los tiempos inmemoriales los favoritismos han existido en el periodismo español. Los favoritismos de los políticos con sus medios más cercanos ideológicamente o los favoritismos de los medios con su gobernante favorito. Conozco casos de periodistas que tenían y tienen asiento preferencial asegurado en los aviones oficiales solo por el hecho de trabajar en un medio u otro según el viento político del momento. Conozco periodistas que reciben determinadas informaciones no por su calidad profesional o humana sino porque saben hacer muy bien de intermediarios y se conforman con lo que les cuentan aunque sean mentiras. En realidad, no son periodistas. Son simples correas de transmisión.
Algunos de los medios seriamente perjudicados en esta ocasión seguro que no se han quejado en el pasado cuando han sido otros los medios apartados de viajes oficiales o reuniones off the record. No recuerdo ninguna protesta de ningún medio porque su periodista haya sido tratado con pleitesía en viajes oficiales. No recuerdo haberse negado a viajar acompañando a un presidente del gobierno o un ministro o ministra aunque se haya censurado la presencia de compañeros en el mismo vuelo. Hay tendencia a rasgarse las vestiduras cuando el medio se siente perjudicado, pero nadie protesta cuando recibe una información interesada o una entrevista pactada. O las dos cosas a la vez.
En el último año (primero de parvulario) algunos responsables de Podemos viven obsesionados por los ataques de la prensa. Es cierto que PP y PSOE —los dos partidos mayoritarios a nivel nacional—, Convergència Democràtica (hoy PDeCAT) y PNV —las dos fuerzas mayoritarias durante décadas en Cataluña y Euskadi—, han recibido un mejor trato en general por parte de los medios de comunicación por pecados más graves que los que Podemos ha cometido en los últimos tres años. La hemeroteca está repleta de situaciones bochornosas en las que los medios guardan pleitesía al poder político y, sobre todo, al económico. Dan para sonrojarse durante años.
Hay medios que han engendrado lapsus periodísticos de años sin ofrecer una información solvente y de calidad sobre temas trascendentales porque el gobernante era el favorito del accionariado del grupo mediático y los directivos (algunos se presentan hoy como periodistas independientes) sabían que eran tiempos de silencio.
Hay medios que han publicado entrevistas con máximos responsables políticos españoles o extranjeros (sobre todo de América Latina) que parecían publirreportajes. Eran, en realidad, entrevistas pactadas porque habían desaparecido las preguntas obligatorias del cuestionario. El objetivo disimulado u oculto era conseguir prebendas en forma de contratos beneficiosos o dinero contante y sonante.
Hay un diario que publicó una entrevista cuyas preguntas y respuestas fueron redactadas por el propio interesado, un influyente político hoy en la cuerda floja por corrupción. Sin que nadie se rasgara las vestiduras y, quizá, con el silencio interesado del resto.
Abandonen el parvulario, señores de Podemos. Prepárense para entrar en la universidad de la política sin caer en la tentación zafia de lo que parece el sueño secreto de los dirigentes de cualquier formación: que los medios de comunicación se contorsionen al ritmo que marcan sus intereses. Aunque lo hagan otros partidos deseosos (parecen que lo consiguen muchas veces) de enlatar o aniquilar la función de la información en un Estado democrático.
El periodista debe atesorar y remarcar su principal objetivo: impedir que el hombre poderoso consiga su objetivo de diluir las críticas asediando a los que intentan hacer su trabajo. Siempre he pensado que la alegórica figura de la libertad debería tener forma de primera página de diario en la que solo quepan las grandes historias, aquellas que certifican la esencia del periodismo. Aunque me frustro la mayoría de las mañanas cuando me paseo por el quiosco.
Abandonen el parvulario, señores de Podemos. Incluyan en vez de excluir, favorezcan en vez de acosar y presionar, ayuden a entender sus programas en vez de censurar o de exigir un periodismo de concelebración. Siempre que no roben, compren silencios utilizando la publicidad institucional o amarren a los periodistas a sus intereses, el ciudadano medio valorará su esfuerzo y es posible que siga confiando en ustedes por muchas campañas de acoso y derribo que sufran.