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Retrato robot de los sindicatos del siglo XXI: la defensa real y efectiva de los trabajadores
Expertos, trabajadores y sindicalistas proponen estrategias y acciones que deberían incorporar estas organizaciones en un contexto de precariedad, paro y pérdida de derechos. Hoy nos centramos en los objetivos y líneas generales.
Este reportaje sobre los sindicatos está incluido en #LaMarea49
Que los sindicatos, sobre todo los mayoritarios, han perdido la confianza de la ciudadanía no es ninguna novedad. Lo dicen las encuestas, el camarero del bar de la esquina, la arquitecta que está trabajando en una tienda de ropa, el parado que ya no tiene ayudas, las amas de casa, la embarazada que despidieron porque estaba embarazada, los miles y miles de damnificados por la última reforma laboral. Lo dice la propia pérdida de negociación de esos mismos sindicatos ante el Gobierno de turno y lo dicen las razones por las que numerosos sectores han decidido defenderse por su cuenta, como las Kellys, los manteros o los trabajadores de Coca Cola en lucha. De todo eso se ha escrito, se ha hablado y se ha filosofado. Lo que nos proponemos ahora es dibujar y –concretar– cómo tiene que ser un sindicato en el siglo XXI. Qué asuntos debe priorizar, cómo tiene que organizarse, qué luchas debe incorporar en su discurso y, sobre todo, en sus acciones ante los nuevos escenarios laborales, ante las necesarias transformaciones de cara a combatir amenazas como el cambio climático o procesos como la robotización, ante una realidad invisibilizada como el trabajo sin remuneración de las mujeres.
Hemos seleccionado una muestra representativa de distintos sectores –expertos, sindicalistas y trabajadores con diferentes visiones– para construir, a partir de sus reflexiones, un retrato de los sindicatos que serían capaces de recuperar la confianza de los trabajadores y trabajadoras de un país sumido en la precarización, el paro y la pérdida de derechos.
1. OBJETIVOS Y LÍNEAS GENERALES
Los sindicatos deberían tener como objetivo principal la defensa real y efectiva de los derechos de los trabajadores. Su alejamiento de la sociedad, en ocasiones más pendientes de los intereses de la propia organización, es una de las quejas más comunes entre los entrevistados. «Se tienen que reconvertir, dejar de mirarse el ombligo, plantear estrategias que lleguen a la gente y demostrarlo con los hechos», dice la profesora de Sociología de la Universidad Pablo de Olavide Carmen Botía, una de las impulsoras de la plataforma de denuncia abusospatronales.es. La secretaria general de UGT Extremadura, Patrocinio Sánchez, considera, sin embargo, que lo que existe fundamentalmente es una campaña de desprestigio y una limitación en su margen de maniobras tras las reformas laborales, sobre todo, la última puesta en marcha por el gobierno del Partido Popular. «No son empresas, son organizaciones que velan por que se cumplan los derechos laborales en un escenario donde existen nuevas formas de explotación y precarización», afirma el ingeniero industrial Manuel Gómez Díaz, un joven de 23 años que no pertenece a ningún sindicato y trabaja actualmente como camarero mientras estudia un máster.
Ningún consultado cree que los sindicatos deban dar por perdidos ningún derecho ni batalla alguna por muy complicada que sea, como a veces han respondido a Ángela Muñoz, una de las portavoces de Las Kellys, la asociación de camareras de piso. «Si nosotros estamos teniendo esta repercusión, qué no podrán hacer los grandes sindicatos», reflexiona. «Deben huir del fatalismo y el determinismo. La forma en que organizamos el trabajo es una decisión política y no técnica. No hay un modelo de trabajo o de empresa que nazca de una deidad y ante el que solo quepa capitular», opina el profesor de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad de Castilla-La Mancha Joaquín Pérez Rey, experto en la comisión creada tras la sentencia europea que abre la puerta a equiparar la indemnización de indefinidos e interinos. En este contexto, las organizaciones tendrían que dirigirse especialmente a quienes se sienten desprotegidos y creen que estas han actuado en connivencia con el partido en el poder para conservar posiciones de privilegio en las instituciones, como afirma la profesora de Economía Paula Rodríguez Modroño, experta del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre Trabajo no remunerado, género y economía del cuidado y de ONU Mujeres en Políticas Macroeconómicas. «Quienes hemos intentado hacer nuestro trabajo más allá de intereses políticos sabemos a la perfección que nos coartan el camino por temor. Hay que empoderar a la clase trabajadora», expresa Sonia Gatius, exresponsable de Justicia de UGT Lleida. Ella se autodenomina sindicalista sin sindicato.
Tampoco podrán responder a los nuevos retos sin entender, asumir e incorporar a sus líneas de acción que la clase obrera ha dejado de ser predominantemente industrial y masculina y que no se inserta por lo general de manera estable en la empresa, incide Pérez Rey, que ve crucial cambiar la ley para sacar de las instituciones modelos inadmisibles, principalmente la precariedad y el desempleo, con un mensaje claro: «No son una plaga divina, sino una opción de un capitalismo desenfrenado con la que domestica y disciplina a los trabajadores». La lucha, coinciden todos, tiene que ser colectiva, global y solidaria. Y la socióloga Botía apunta a una cuestión más: superar los Pactos de la Moncloa, cuando «los sindicatos renunciaron a parte de las reivindicaciones obreras para consolidar la democracia». «Las grandes constructoras que obtuvieron ganancias importantísimas en el franquismo son las que ahora, ofreciendo los servicios que ha externalizado el Estado, precarizan el trabajo, y si no se lucha contra eso es muy difícil que un sindicato tenga credibilidad», añade. Gatius corrobora la afirmación: «Un nivel alto de desempleo genera una competencia entre la clase trabajadora que es difícil combatir. Lo saben los grandes del Ibex 35. Solo hace falta ver las adjudicaciones que las administraciones están dando a empresas como ACS, Ferrovial, Revaloriza o FCC».
Mañana continuaremos con la composición y la financiación.