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Dueños de nada. De nada de lo que dices

David Sánchez responde al artículo de Antonio Navalón. "Hablas de nosotros como si supieras. Y, aun siendo seres deplorables sin valores algunos, nuestros padres nos han explicado que no se debe hablar de lo que uno no sabe", escribe.

Querido Antonio,

Hoy te hablo en nombre de la gran mayoría de esa generación a la que has apuntado con el dedo y has acusado de desganada, falta de valores y pasota. De esa generación que, visto lo visto, no comprendes demasiado y que queremos hacer el favor de que entiendas. Porque al contrario de la mayoría de rupturas de pareja, en este caso sí que eres tú y no nosotros.

Nos hace gracia ver cómo culpas a los millennials de haber fragmentado el mundo cuando, hace años, escuchaba a mi abuelo contar lo mismo de la generación de mis padres. Y estoy seguro que mi bisabuelo tenía un discurso sospechosamente similar sobre mi abuelo. Un fundamento comodín ligeramente repetitivo, que, si bien busca infundir el miedo, lo que crea es bostezos.

Podríamos hacer un repaso sencillo sobre como el mundo a día de hoy es mucho más que software, pero tampoco queremos abrumarte con las bondades de esta nueva era, que visto lo visto parecen ser pocas y escasamente aportadas por los millennials.

Lo único que sí queremos recomendarte es que tengas cuidado con lo que escribes. No ya por nosotros, que total según tú no escuchamos, sino por la creciente preocupación de los medios y canales digitales por las noticias falsas y su consecuente veto. No vaya a ser que otro día tengas otra genial idea para escribir sobre la Generación Z y los Alfa (insertar en Google para tener más información), y nadie te lo publique.

Pero oye, que también tenemos buenas noticias para ti y una felicitación. Porque si lo que querías conseguir era una noticia morbosa y viral en Redes Sociales, lo has conseguido. No es que mucha gente te apoye, pero oye… ¡que ser viral no es nada sencillo! Que te lo decimos por experiencia, que nosotros inventamos los filtros de Instagram.

No obstante, querido Antonio, los millennials creemos que eres un valiente. Un valiente por señalar como los sistemas políticos y alternativos que hemos planteado no valen para nada y se quedan todo en palabrería. Pero lo que también es una pena es que ser valiente no sea sinónimo de llevar razón, ya que, si alguien se ha replanteado los sistemas de poder actuales, esos somos nosotros. Pero por más comentarios que le dejamos a los gobiernos en Facebook, nada, que no nos hacen caso. Y claro, ya no sabemos qué hacer.

Antonio, háztelo mirar. Porque como bien dicen nuestros compañeros de Vanity Fair, la efebofobia y tú sois, como poco, pareja de mus. Pero tranquilo, que hemos consultado a nuestro primo el otorrino y dice que cree que tiene cura, pero solo si se detecta en los primeros grados de la patología. Pero vete tú a saber, que mi primo el otorrino es millennial, y lo mismo no estaba escuchando ese día en clase. ¡La vergüenza de la familia!

Ahora ya en serio, hablas de nosotros como si supieras. Y, aun siendo seres deplorables sin valores algunos, nuestros padres nos han explicado que no se debe hablar de lo que uno no sabe. Que podíamos meter la pata y llegar hasta a escribir un artículo algún día que no tuviera sentido alguno donde pudiéramos quedar retratados. Nosotros creemos que lo que dicen es un poco exagerado, pero al fin y al cabo son los que mandan en casa, esa de la que no pensamos irnos hasta los 45 porque no sabemos ni cocinar ni planchar ni nada de nada. Todo el día viendo Netflix y dejándonos el pulgar en Instagram.

Nosotros aquí en la oficina hemos estado haciendo un recuento de los principales hitos que han dañado a España (la falta de concentración no nos daba para hacerlo de Europa), y la verdad es que hemos podido contar pocos casos en los que nuestra generación haya estado implicada. Y quizá haya sido por nuestra desidia y vaguería para estar al día, pero la realidad es que hemos encontrado más tropelías al respecto relacionadas con las generaciones anteriores que con la nuestra. Pero tampoco queremos señalarles a ellos con el dedo, que es otra de las cosas que nuestros padres nos explicaron que no se debía hacer.

También hemos estado pensando si hacerte una lista con jóvenes que estaban dedicando su vida a cambiar el mundo con proyectos, iniciativas o voluntariado. Pero finalmente Siri nos ha recomendado que no lo hiciéramos. Y como no tenemos criterio propio, lo que dice Siri va a misa. Pero desde Pangea, lo que sí nos gustaría ofrecerte es un periodo de prácticas para que pudieras ver con tus propios ojos la realidad de esta generación, que igual te da para dos o tres artículos más. ¡Y quién sabe si hasta para un libro!

También podríamos comentarte que las estadísticas de las elecciones estadounidenses dicen que, precisamente, los millennials no fueron el factor desencadenante para que ganara las elecciones… este…si hombre el rubio este del Twitter. Ya que precisamente y como dice El Mundo Today (Antonio, tienes que leerlos, son buenísimos) cuatro de cada tres millennials pensaban que las elecciones de ese día eran para elegir la nueva bebida de Starbucks. Y pasaron de ir a votar.

Y ya que tú nos pones deberes generacionales, hemos decido también recomendarte nosotros tus particulares Cuadernillos Rubio de verano. Le recomendamos que indague un poco más en la generación de la que escribe para entender que ésta está conformada de personas de lo más variopinto y que es complicado inferir con una muestra tan limitada como la que usted (imaginamos) tiene. También le pedimos que deje su pluma, lápiz, bolígrafo o herramienta no tecnológica con la que escriba y salga de su realidad paralela, para ver el mundo tal y como es.

Porque y, ahora nos ponemos todavía más serios, es verdad que los millennials somos dueños de absolutamente nada. Pero de absolutamente nada de lo que dice.

Si nos quieres contestar, estaremos encantados de mantener esta relación epistolar tanto tiempo como te apetezca. Que, aunque nosotros somos más de whatsappearnos y mandarnos e-mails, desde que no mandamos cartas a los Reyes Magos tenemos morriña del papel.  Te mandaríamos una despedida con un GIF o un emoji, pero quizá sería exceder lo adecuado del protocolo renacentista que pareces añorar.

Así que, un cordial abrazo Antonio.

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