Opinión
Aquí un ‘millennial’ con “una sola idea”
El autor responde al artículo de Antonio Navalón en 'El País'. "Preguntas por 'una sola idea' millennial. Pues bien, la principal: queremos y vamos a luchar por un mundo mejor", afirma.
Dice Antonio Navalón, en un bochornoso artículo publicado este lunes en El País: «Me encantaría conocer una sola idea millennial que no fuera un filtro de Instagram o una aplicación para el teléfono móvil». Sirva el presente artículo como respuesta a una pregunta que solo puede tener origen en la ignorancia del que ha olvidado que hay vida e inteligencia más allá de su cortijo.
Podría ponerme a su altura y concluir que este tipo de textos son cosas de la edad, pero lo cierto es que no. Muchas personas de su edad (nació en 1952) entienden que cada generación llega al mundo con unos condicionantes que trascienden la capacidad de elección de la misma y que, además, son el resultado de la acción o inacción de generaciones anteriores. Aquí un millennial con «una sola idea» y unas cuantas más. Un millennial sin Instagram, por cierto, algo que, irónicamente, el autor sí usa para promocionarse: «Sígueme en #Instagram como antonio_navalon», se puede leer en su cuenta de Twitter.
¿Por dónde empezar, Antonio? Quizás por desmontar la idea de homogeneidad que deseas transmitir en tu texto. Dices que los millennials son estos jóvenes nacidos entre 1980 y 2000. Una persona nacida a principios de los 80 y otra nacida a finales de los 90, si nos fijamos en su perfil tecnológico, que es el ámbito en el que centras tu crítica, nada tienen que ver.
La brocha gorda es uno de los principales problemas del periodismo de hoy y tu artículo es un clarísimo ejemplo. Internet llegó a mi casa cuando tenía 19 años, y soy del 86. Los que nacieron antes que yo aún se entretenían con los prehistóricos Spectrum. En general, los hijos de los 80 crecimos con el walkman como tecnología punta del momento y llegamos a la adolescencia con móviles que parecían zapatos para enviar mensajes de texto, llamar a nuestros padres o jugar a la serpiente. Nada que ver con los nacidos a finales de los 90, que desde pequeños han mamado de la conexión a Internet y de la revolución tecnológica que se popularizó durante la primera década de este siglo.
Resumiendo, la infancia de un treintañero como yo y la de un chaval que acaba de llegar a su mayoría de edad no se parecen lo suficiente como para que nos reconozcamos mutuamente como miembros de una misma generación. En tu análisis, el millennial es un individuo sin arraigo a contexto social o económico alguno, es caricaturizado como una especie de robot de producción global, falto de sensibilidad humana y de interés por las ideas del pasado, del presente y del futuro. Prosigues con un ataque feroz e inaceptable, según el cual «no existe constancia de que ellos hayan nacido y crecido con los valores del civismo y la responsabilidad». Nos reprochas que tengamos «todos los derechos, pero ninguna obligación».
¿A qué derecho te refieres, Antonio? ¿Al derecho a una vivienda? ¿Al derecho a un trabajo y un sueldo digno? ¿Al derecho a una educación para todos? ¿Al derecho a participar en la toma de decisiones que condicionan nuestro futuro? ¿Al derecho a la libertad de expresión? ¿Al derecho a un medio ambiente saludable? ¿Al derecho a un mundo sin guerras?
Vivimos en sociedades en las que cada vez es más difícil acceder a un alquiler digno, en las que el trabajo precario es la norma, en las que acceder a la universidad es un privilegio, en las que la democracia se basa en votar una vez cada cuatro años a uno de los dos o tres líderes que otros han escogido, en las que los medios con más audiencia están controlados por la banca, en las que la contaminación asfixia nuestras ciudades y pulmones, y en las que el miedo a una futura guerra nuclear es un rumor constante. ¿A eso le llamas tener todos los derechos?
Ante la situación descrita, si alguna cosa elaboramos son ideas. El presupuesto no nos llega para mucho más. No voy a caer en el mismo error que cometes, haciendo, en este caso, una defensa generalizada a un sector de la población tan heterogéneo. Nuestra lucha, además, no es puramente generacional, que también, sino que muchos de los movimientos sociales e ideológicos de los que formamos parte son intergeneracionales. Preguntas por «una sola idea» millennial. Pues bien, la principal: queremos y vamos a luchar por un mundo mejor.
No nos queda otra, es puro instinto de supervivencia. Pero no de boquita, como en los 80 y los 90. No queremos el mundo mejor de Thatcher y Reagan y su revolución neoliberal que tuvo lugar cuando yo aprendía a hablar y que ha marcado nuestra vida irremediablemente: nací en Barcelona y ahora tengo que vivir y trabajar en Reykjavík gracias a las ocurrencias y la pasividad de generaciones anteriores. Nuestra idea, y ten por hecho que habrá excepciones, es lo colectivo. En nuestras manos está arreglar lo heredado. ¿Te parece poca obligación?