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Radiografía del fracking: una técnica que se resiste a morir
Recientes victorias legales en Estados Unidos contra esta práctica vuelven a poner sobre la mesa los riesgos ambientales y sanitarios. "Es el colmo porque supone usar técnicas agresivas para obtener algo que debemos abandonar totalmente", opina el presidente de la Fundación Renovables.
El pasado 23 de marzo, un tribunal de Colorado dio la razón a seis adolescentes en su lucha contra la industria del fracking: a partir de ahora, los administradores del Estado norteamericano deberán tener en cuenta la salud de sus habitantes y el medio ambiente antes de otorgar permisos para la explotación de combustibles fósiles. A pesar de que la sentencia es parcial (la Comisión debe ahora considerar si incorpora la norma) y recurrible, la noticia ha sido recibida como agua de mayo por los ecologistas del país norteamericano, que han visto cómo la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto un revés en la lucha contra el cambio climático.
Cuatro días después de la sentencia de Colorado, la cámara legislativa de Maryland también prohibía el fracking, sumándose a Vermont y Nueva York como Estados libre de fractura hidráulica. En países como Brasil, la lucha contra el uso de esta técnica extractiva se ha peleado en los ayuntamientos en lugar de hacerlo en los gobiernos estatales: en Paraná, al sur del país, más de 60 municipios ya han prohibido la exploración, prospección y explotación de hidrocarburos por esta técnica. En Europa, Francia, Bulgaria y Alemania optaron hace años por prohibir el fracking ante los riesgos para la salud y el medio ambiente que supone. El fantasma, no obstante, aún permanece.
1. ¿Qué es el fracking y por qué es tan polémico?
La fractura hidráulica, o fracking, es una técnica de extracción de gas o petróleo, que utiliza grandes cantidades de agua a presión para romper las rocas en las que se encuentra atrapado el combustible. Para mantener las fracturas abiertas, el agua suele mezclarse con arena u otras sustancias químicas.
Esta forma de extracción de hidrocarburos se conoce desde el siglo XIX, pero no se usó de forma habitual hasta mediados de los años 40. A principios de este siglo, la técnica se actualizó permitiendo fracturar rocas de pizarra, lo que convirtió a Estados Unidos en el mayor productor mundial de petróleo (puesto que volvió a perder frente a Arabia Saudí y Rusia) y generalizó esta forma de extracción en países como Canadá, China y Reino Unido.
El fracking es una de las técnicas de extracción de hidrocarburos que más preocupación ha suscitado en los últimos años. La utilización de grandes cantidades de agua, productos potencialmente tóxicos o cancerígenos y la infraestructura necesaria para extraer el combustible, así como las emisiones de gases de efecto invernadero inherentes al uso de cualquier combustible fósil, han provocado protestas en las comunidades afectadas y grupos ecologistas. Además, ha abierto a la explotación petrolera zonas que antes no se consideraban productivas.
2. Amenazas para la salud
Según David Rojas-Rueda, epidemiólogo e investigador en el Instituto de Salud Global de Barcelona, una de las posibles amenazas para la salud es el uso de sustancias carcinogénicas en la mezcla que se usa para fracturar las rocas: “No sabemos exactamente qué compuestos usa cada empresa, porque no es obligatorio presentar su composición, pero sí sabemos que algunas de las mezclas que se usan comercialmente contienen sustancias que están relacionadas con el cáncer”, confirmó el investigador a La Marea. Entre tales sustancias se encuentran el benceno, el etilbenceno y el 1,3-butadieno. De igual manera, según Rojas-Rueda, los residuos resultantes de la operación podrían contener radioisótopos relacionados con la aparición de cánceres, como el radón, aunque esto depende de la zona del planeta en la que se encuentre la explotación.
Además, el aumento de los niveles de contaminación del aire en las inmediaciones de una explotación petrolera, asociados tanto a la propia explotación como el transporte de materiales, está asociado con la aparición de problemas respiratorios, alergias, sensibilidad, inmunológicos y metabólicos.
La relativa modernidad de la técnica, no obstante, no permite establecer una conexión definitiva entre su uso y la aparición de patologías: “No hay ningún estudio, por el momento, que pruebe que el fracking haya producido un solo caso de cáncer, pero sí sabemos que los patrones de exposición asociados a esta técnica están relacionados con el incremento de casos de enfermedades, entre ellas, el cáncer”, concluyó el epidemiólogo.
3. En España
En este momento no existen proyectos de fracking activos en España. Sin embargo, zonas del norte de la península, como Cantabria, Burgos y Palencia, tienen permisos de exploración en vigor. Se calcula que España tiene unos 700.000 millones de euros en reservas de hidrocarburos. Recientemente se ha otorgado un nuevo permiso de exploración en Asturias.
Carmen González, de la Asamblea Contra la Fractura Hidráulica de Cantabria, denuncia que los permisos cántabros han caducado, pero que el Ministerio de Industria aún no ha cambiado su estado oficial, lo que podría abrir la puerta para que las empresas petroleras retomen su actividad una vez el precio del petróleo alcanzase niveles de rentabilidad. “Vamos a tener que estar pendientes siempre, porque aunque se consigan pequeñas victorias o se extinga algún permiso, es un problema que puede volver de formas mucho peores en cualquier momento”, afirma.
4. Fracking contra renovables
Además de las amenazas que el fracking supone para el medio ambiente y la salud, la expansión de esta técnica supondría alargar la dependencia energética de los combustibles fósiles. Domingo Jiménez, presidente de la Fundación Renovables, cree que el fracking, así como el resto de tecnologías basadas en combustibles fósiles, están condenadas a la obsolescencia: “El fracking es el colmo de la locura de los combustibles fósiles, porque supone usar técnicas agresivas para obtener algo que debemos abandonar totalmente. La edad de los combustibles fósiles se ha acabado, pero no porque se haya acabado el petróleo, sino porque hay una alternativa mejor”.
Para Jiménez, tan solo el poder económico de sectores empresariales interesados mantiene vivas las inversiones en fractura hidráulica: “Existen grupos poderosos cuyos activos en estas técnicas decaerían de no continuarse con su exploración y explotación. La situación no cambia por la presión política de los grupos energéticos y algunos eléctricos”, finalizó.