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‘Europa’, de Cristina Cerrada: cuando la vida deja de serlo
"Es una historia que desgarra por lo que muestra y por lo que oculta: la ferocidad de la guerra cuyos horrores solo llegamos a vislumbrar, las vidas marcadas por la violencia ejercida y sufrida y, sobre todo, ese estado de trauma perenne de Heda".
Un pueblo, una fábrica, un tren, un campus devastado. Heda, el Padre, Vanÿek, Pamuk, Schultz, personajes de nombres lejanos y vidas marcadas por la violencia. Un recuerdo dominante e inaprensible. Un asesinato. Una huelga. Un romance sórdido. Estos son algunos de los ingredientes que conforman Europa, la nueva novela de Cristina Cerrada que publica Seix Barral. En ella, Cerrada nos confronta con las consecuencias devastadoras de la guerra a través de Heda, una joven a la que vemos en tres tiempos: un pasado traumático, un presente hostil al que es incapaz de adaptarse y un futuro (o tal vez un futurible) en el que las lastras del pasado siguen estando presentes. La novela está dividida en breves capítulos que a veces sitúan a la protagonista en diferentes espacios y tiempos, a veces en relación con los personajes que la rodean. La voz narrativa que observa y narra a Heda es certera, despojada de artificio o dramatismo, parca, pero sin llegar a ser fría. Es una voz que se adentra en la opacidad de Heda y nos la va mostrando poco a poco, con toda su vulnerabilidad y sus aristas.
Heda y su familia huyen de la guerra en un país sin nombre y llegan, con otras olas de refugiados, a un pueblo en un país extranjero, frío e inhóspito. Son acogidos por un industrial —Schultz— que les da trabajo en su fábrica: a Heda de secretaria, a su hermano Pamuk en la planta, a su padre, antiguo profesor y escritor, lo contrata como su maestro particular. La madre se encierra en casa, cocina y limpia, teje mientras ve las imágenes sin volumen de la televisión: se niega a aprender el nuevo idioma. Parece que la vida sigue, que los personajes se incorporan a la nueva realidad: Pamuk trabaja en la fábrica y se enamora de una dulce chica local, Ibbet, que no ha conocido los horrores de la guerra, el padre anima a Heda a tratar bien a su jefe, agradecido por las oportunidades que les ha dado, los refugiados se reúnen en la cantina del pueblo y cantan canciones de su país. Sí, la vida pasa, pero no el pasado, no para Heda. Mira a su hermano y no ve al muchacho, sino al brutal soldado que fue no hace tanto; mira a su padre y ve en él la derrota, en su madre el miedo. Y en un trabajador de la fábrica cree reconocer a su verdugo. El pasado es presente para Heda.
Hacia la mitad de la novela aparece esta frase: «Un momento antes todavía era la vida». Nos preparamos para descubrir lo peor, el evento traumático que transformó la vida de Heda, en torno a cuya elipsis se ha ido construyendo la narración. Ya sabemos que ese es el instante del quiebre, el punto en el que la protagonista deja de sentir la vida como tal y se adentra en la pesadilla, un momento sugerido a través de un lenguaje preciso y al mismo tiempo oblicuo que muestra la magnitud del daño sin explicárnoslo. Cristina Cerrada despliega magistralmente un estilo narrativo y un uso del lenguaje que remite a los mecanismos del trauma, a cómo el evento traumático acecha, posee a la víctima, la deja suspendida en el tiempo, incapaz de acceder a una reconstrucción de los hechos coherente. El evento que causa el daño es inaprensible, indescriptible, y al mismo tiempo ferozmente presente, también para el lector.
En la novela hay otros daños: el maltrato de un hijo oscuro hacia un padre débil, el abuso de un hombre de poder hacia aquellos que ya lo han perdido todo, el desprecio por la vida cuando la guerra permite la impunidad. La guerra y sus secuelas sólo pueden generar derrumbe y dolor. No sabemos qué guerra es —sí que es étnica, con lo que irremediablemente pensamos en los Balcanes— o en qué país —tal vez Croacia—, pero estos detalles no importan: la guerra es la guerra. El título apunta que el conflicto es europeo, pero en realidad Europa es una sórdida pensión en la que observamos a la Heda del futuro, en plena lucha por el control sobre su propio cuerpo, tal vez explorando la posibilidad de un amor.
Europa es una historia aparentemente sencilla, pero bajo la parquedad del lenguaje y de las descripciones, la contención narrativa de una trama reducida a breves escenas y los personajes sucintamente pincelados, reside una novela rica y compleja. Es una historia que desgarra por lo que muestra y por lo que oculta: la ferocidad de la guerra cuyos horrores solo llegamos a vislumbrar, las vidas marcadas por la violencia ejercida y sufrida y, sobre todo, ese estado de trauma perenne de Heda, de todas las Hedas que sobreviven a la destrucción de lo que en algún tiempo remoto pensaron que era la vida.