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Recordar a Miguel Hernández a plena luz

"La radio y televisión públicas ofrecieron recientemente dos lamentables tratamientos informativos con respecto al septuagésimo quinto aniversario de la muerte del poeta".

La radio y televisión públicas ofrecieron recientemente dos lamentables tratamientos informativos con respecto al septuagésimo quinto aniversario de la muerte de Miguel Hernández (¿por qué un creciente número de periodistas se olvida o desconoce el uso de los ordinales?). Tanto en un programa matinal de fin de semana en Radio Uno, cuyo nombre no recuerdo, como en el telediario del martes de las tres de la tarde en La Uno, se cometió esta doble manipulación: en el primero se pretendió privar de ideario al poeta, como si su ideología fuera delito, mientras que en el segundo se eludió de manera flagrante la mención al lugar de su muerte: la cárcel de Alicante, víctima de la dictadura y la tuberculosis.

Es más, el corresponsal desplazado a Orihuela de TVE se limitó a comentar que Hernández falleciera tan joven, a los 32 años, sin aludir para nada a su condición de preso y represaliado republicano. Conviene recordar, a este propósito, que una conocida editorial de libros de texto camufló no hace mucho de modo aún más alevoso las respectivas muertes de Antonio Machado en 1939 en el exilio de Colliure (Francia), pobre y enfermo en compañía de su anciana madre, y de García Lorca (asesinado por los facciosos) en Granada en el verano de 1936. 

En lo que se refiere al poeta de Las nanas de la cebolla -uno de los más desgarradores y bellos poemas escritos en lengua española-, me parece obligado recurrir al congreso internacional celebrado en 2010 con ocasión del centenario del nacimiento de su autor, quien  escribió esos versos precisamente en la cárcel, dedicados a su hijo. Unas cartas inéditas de Hernández demostraron entonces que se negó a hacer gesto alguno a favor del régimen franquista para evitar ser fusilado, sin que se le llegara a aplicar la última pena. 

Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano y Leónes de la Lengua, organizador de ese congreso, señaló que en una de esas misivas se cuenta que José María de Cossío, amigo de Hernández desde la llegada de Miguel a Madrid procedente de su Orihuela natal, acudió a la cárcel acompañado de algunos escritores falangistas para que Miguel se arrepintiera de su pasado o mostrara un cierto apoyo a la dictadura. Eso provocó que el poeta los echara, sin avenirse para nada a tal fin.

En relación con esa reacción, que explicita por sí sola la personalidad, compromiso ideológico y carácter de su protagonista, y el escamoteo de la muerte del poeta en prisión en el mencionado telediario, no está de más recuperar para la ocasión la siguiente cita de su amigo Pablo Neruda, el poeta chileno fallecido en Santiago pocos días después del golpe de Estado militar del adelantado discípulo y admirador de Francisco Franco, general Pinochet:

«Miguel Hernández desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía, sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!».

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