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El feminismo reclama su lugar dentro de la economía alternativa y solidaria
La economía feminista: uno de los ejes principales del I Congreso madrileño de Economía Social y Solidaria En Madrid ya existen cinco cooperativas de trabajo doméstico.
MADRID// Replantear la división sexual del trabajo, cooperativizar los cuidados o generar estrategias que empoderen a las mujeres dentro de la economía social y solidaria. Estas han sido algunas de las cuestiones que se han abordado en el I Congreso madrileño de Economía Social y Solidaria que se ha celebrado este fin de semana y que ha situado a la economía feminista en un primer plano, junto a otros ejes como las sinergias entre la Universidad y el tejido cooperativista, el papel de las políticas públicas dentro del cooperativismo o las formas de consumo.
Al encuentro asistieron más de 300 personas pertenecientes a empresas, cooperativas, asociaciones, fundaciones, sindicatos, así como trabajadoras y trabajadores autónomos y personas consumidoras.
«El feminismo debe irrumpir con toda su magnitud en la economía social y solidaria», explica Alicia Rius, del Instituto de Mujeres y Cooperación (IMC). En este sentido, «este congreso trae como novedad que se ha oficializado una comisión de feminismos dentro de la Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS) de Madrid, como ya existe en otros territorios como Euskadi y Aragón», cuenta Rius.
Integrar prácticas feministas: un reto pendiente de la economía social
El reconocimiento del trabajo de cuidados y la incidencia en que este se reparta de manera equitativa o la igualdad de oportunidades y salario son algunos de los puntos en los que la economía feminista y la economía social confluyen. Para Rius, sin embargo, que esta última sea plenamente feminista «es todavía un reto, aunque se están haciendo avances». «Es muy importante que se vigile si la división sexual del trabajo se está dando dentro de nuestras empresas o si se está duplicando» señala, y apunta también a la economía social como agente para «mejorar las condiciones de las empleadas en el sector doméstico y de cuidados«. Sobre esto último, Rius valora positivamente que en Madrid ya existan cinco cooperativas de trabajo doméstico.
Desde la Red de Economía Social Feminista comparten esta perspectiva. Patricia Martínez, de la librería Mujeres & Compañía, destaca un hecho simbólico: en el taller que el congreso ha destinado a trabajar sobre este tema, «apenas había hombres». «En concreto, tres», apunta su compañera Ana Álvarez, de IMC, sobre el grupo de trabajo al que han asistido unas 60 personas. «Me llama la atención que dentro de un espacio concienciado con los principios de solidaridad se sigan reproduciendo ciertos patrones, como que la economía feminista es un tema de mujeres y que no genera tanto interés como otros talleres», explica Martínez. «Lo ideal sería, en realidad, que dejemos de ser un punto y aparte o algo concreto y que todo esté atravesado por la perspectiva feminista, esto sería un reto a llevar a cabo», prosigue.
Ana Álvarez considera el espacio que genera la economía social y solidaria como «un contexto privilegiado para quienes formamos parte de la Red de Economía Feminista». «Sin embargo, cuando hablamos de poner a las personas en el centro, un principio fundamental de la economía social, nosotras le damos un giro más: hablamos de romper con la división sexual de los trabajos, de analizar las organizaciones por dentro, del trabajo productivo y reproductivo dentro de las organizaciones. Aunque haya mensajes e ideas claves que compartimos, desde el feminismo realmente pretendemos que no solo sea una declaración de intenciones, sino dotarnos de herramientas que nos lleven a replantearnos cómo lo estamos haciendo», añade.
En esta línea, Álvarez enumera algunas propuestas: «Hay que empezar por la representatividad, ver quiénes son portavoces de la economía social, quienes dentro de las organizaciones hacen los trabajos invisibles para que esas cooperativas funcionen, si estos trabajos están lo suficientemente valorados, qué caras tenemos presentes cuando hablamos de economía social o qué temas consideramos prioritarios en nuestras agendas». Además de esto, «integrar un lenguaje no sexista a todos los niveles» sigue siendo uno de los frentes a conquistar por parte de la economía social, según la Red de Economía Feminista.
Empoderar a las mujeres
Una de las claves que señalan quienes empujan los avances feministas dentro de la economía social y solidaria es la posibilidad que ofrecen los modelos empresariales que esta genera en el empoderamiento de las mujeres.
«Se trata de empresas horizontales donde cada persona representa un voto y esto significa que todas las personas son iguales. Son empresas democráticas y esto, ya de por sí, empodera a las mujeres, ya que para nosotras es un cambio saber que podemos adueñarnos de nuestro trabajo», explica Alicia Rius. La economista señala, no obstante, que «feminizar las empresas está siendo todo un reto y un desafío que exige vigilancia y propuestas».
La economía social y solidaria madrileña, en crecimiento
En Madrid existen más de 7.300 empresas e iniciativas ciudadanas de la Economía Social y Solidaria. Según Javier Blanco, abogado de la cooperativa Aquo, codesarrolladora de la herramienta Impulsacoop, «hay oportunidades coyunturales» para expandir la economía social. En este sentido, apunta a un mayor interés por el cooperativismo vinculado a colectivos y movimientos sociales, el desencanto con el modelo económico general y una mayor sensibilización de quienes consumen sobre las condiciones laborales, el respeto al medio ambiente y la igualdad.