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Candela Betancor: “El caso de Nahuel es un claro golpe a la disidencia”

Forma parte del colectivo Straight Edge Madrid. Ella y varios compañeros fueron acusados de pertenencia a organización criminal, daños y apología del terrorismo en noviembre de 2015. Nahuel acaba de lograr la libertad provisional.

Esta entrevista, actualizada, forma parte de #LaMarea47, un monográfico sobre libertad de expresión.

Candela Betancor tiene 21 años. Es straight edge: un estilo de vida surgido en el ámbito musical del hardcore-punk de los 80 que aboga por el rechazo a las drogas, el veganismo y el antifascismo. Toca la batería en un grupo y estudia Realización Audiovisual. Vive en Madrid. El 4 de noviembre de 2015, las ediciones digitales de numerosos medios de comunicación dedicaron una noticia a la detención de “un grupo anarquista radical, responsable de atacar cuatro sucursales bancarias”. Fue bautizada como la Operación Ice, en la que fue arrestada Candela junto a cinco compañeros más: Nahuel, Borja, Diego, Javier y David, miembros del colectivo Straight Edge Madrid. Todos fueron acusados de pertenencia a organización criminal, daños y apología del terrorismo. Uno de ellos, Nahuel, acaba de lograr la libertad provisional tras permanecer en prisión preventiva desde entonces.

En el sumario no hay una sola prueba de la participación directa de Nahuel y sus compañeros en los hechos que se les imputan. Fue la aparición de una pintada de su colectivo en uno de los cajeros atacados, sumada al hecho de que la foto fuera colgada en las redes sociales junto a llamamientos a sabotear dichas entidades, lo que llevó a la Policía a la convicción de que eran los responsables del delito. Del mismo modo, los vídeos del colectivo en YouTube, en los que invitaba a “subvertir el orden constitucional”, fueron clave en la decisión de la jueza.

En los registros se hallaron productos de cocina y limpieza con los que los peritos concluyeron que era posible fabricar bombas de humo. “He visto el vídeo en el que se ve cómo dos personas queman el cajero. Dos personas altas, cuando en el colectivo somos todos muy bajitos. No tienen huellas, no tienen nada. Un testigo dice que vio a cuatro jóvenes encapuchados, eso es todo. Esta operación está basada en pruebas circunstanciales, no hay un solo hecho objetivo confiable”, cuenta Candela.

“¿Que cómo estoy? Bueno, imagínate. Durante todo este tiempo nos hemos mantenido muy fuertes. Y encima, cuando vas a visitar a Nahuel y ves que te recibe con una sonrisa de oreja a oreja y lleno de alegría… No hay palabras. Creo que él es el más fuerte de todos”, afirma Candela. Nahuel es el alias de Juan Manuel Bustamante, de 28 años. Ha pasado por cinco centros penitenciarios en aplicación de la política de dispersión de presos para casos de terrorismo. Su libertad le había sido denegada hasta en cuatro ocasiones al entenderse que, por su origen peruano, existía riesgo de fuga. Silencio a silencio, Candela recuerda cómo sucedieron las cosas: “Nahuel estaba durmiendo en mi casa. La policía comenzó a golpear la puerta y amenazó con tirarla abajo. Entraron un montón de agentes, nos esposaron y nos llevaron detenidos a la comisaría de Moratalaz”. Tres días después, tras declarar ante la Audiencia Nacional, todos salieron de la cárcel bajo fianzas de 3.000 a 10.000 euros menos Borja, que lo hizo a los 20 días, y Nahuel.

Una suma de irregularidades

Es más: a la prisión preventiva se le sumó el estricto régimen FIES, diseñado para los terroristas considerados más peligrosos. “En el último mes le han suspendido las comunicaciones”, dice Candela, que ha ido a verle cada semana a la cárcel de Aranjuez. Antes estuvo en Sevilla.

Castigar la disidencia y golpear la libertad de expresión y pensamiento es, para Candela, lo que hay detrás del caso: “Es un claro golpe al anarquismo y la disidencia. Desde que ETA desapareció han necesitado cabezas de turco para seguir infundiendo esa sensación de temor en las masas y tratar de mostrar que tienen la situación controlada. Ese es el único sentido que le encuentro a todo esto. Y más, cuando en nuestro caso somos lo que buena parte de la sociedad entiende como ‘chicos buenos’: ni bebemos, ni nos drogamos, ni consumimos productos animales. Pero no interesa que haya gente que piense de manera distinta, gente que se hace preguntas y expresa públicamente su manera de pensar”.

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