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Manuel Gerena: “Ya es hora de que la gente piense que Andalucía es mayor”

El cantaor flamenco, multado ni sabe cuántas veces por su música en la dictadura, reflexiona en esta entrevista sobre los nuevos tiempos en España: "Hoy, en muchas cosas, estamos mucho peor que cuando vivían Franco y sus esbirros".

Sale humo de un Cola Cao caliente en la sevillana plaza del Altozano, en el barrio de Triana. «Hoy, en muchas cosas, estamos mucho peor que cuando vivían Franco y sus esbirros. Ahora sigue habiendo más dictadores sueltos que actúan en nombre de esta llamada democracia y ese es el gran error. Hay menos libertad que nunca, sinceramente», lanza sin anestesia el cantaor flamenco Manuel Gerena. Tiene 71 años, estuvo en la cárcel y fue multado ni sabe cuántas veces por su música: «De 200.000 pesetas, muchas. No pagaba ni una. Siempre le decía a Fraga en la prensa que no iba a pagar ni una multa porque no quería que aprovecharan mi dinero para comprar pistolitas a su policía represora. Estamos anticuados, obedecemos órdenes totalmente contrarias a la libertad de expresión, a la necesidad de justicia, de libertad, de dignidad de los seres humanos». Recita una letra de memoria:  «Vergüenza debe de darte / si eres patrón de estas tierras / vergüenza debe de darte / que esté tan alta la hierba y el pueblo muerto de hambre / o las labras o las dejas».

Del bolsillo de la camisa sobresale un boli rojo y otro negro. «Escribo todos los días. Mis canciones están más vigentes que nunca y no me vendo jamás». Toma un poco de agua y surge otra: «Donde reina el fanatismo / nunca es libre el pensamiento / mutilada es la palabra / que quiere gritar al viento”. Suena su teléfono. “Igual es del taller”, dice. Después de la entrevista tiene que ir a recoger el coche hasta su pueblo, La Puebla de Cazalla, en la sierra sur de Sevilla. “Que por la tarde tengo que ir a un homenaje en la Universidad a Paco Algora”. Medalla de Andalucía en 2013, Gerena acaba de ser homenajeado en el documental La voz en lucha, dirigido por Miguel Ángel Carmona y Jorge Molina, sobre su trayectoria y su flamenco protesta. “He sido muy tenaz, muy persistente, como mi poeta del pueblo, Miguel Hernández. Y ahí siempre se me ve la vena. Aunque era muy amigo de Rafael Alberti, Blas de Otero, Celaya… mi poeta, el que más me llegó, fue Miguel Hernández. A él voy a dedicar este año, en el que se cumplen 75 años de su muerte. Voy a reeditar también el disco que le hice”, afirma.

A él, como decía el poeta de Orihuela, también le tocó prematuramente ser hombre: “Eso es no estar en la escuela cuando tenías que estar en la escuela. Mi escuela ha sido la vida”. Y lanza otra letra: «Soy un poco de cada pueblo, / mi madre me parió en La Puebla, / soy un poco de cada pueblo / y cuando gritar no pueda / yo con mi cante no muero / porque en la gente se queda».

¿Quiénes son esos dictadores de los que habla, Manuel?

Los conoce todo el mundo. Salvo excepciones, son los gobernantes actuales. Son unos dictadores. Piensan que porque han sido votados pueden hacer lo que quieran. En los programas ponen unas promesas que luego no cumplen. Son unos engañaores, no solo dictadores, insisto, porque van diciendo una cosa y hacen lo contrario y, desgraciadamente, el pueblo está sufriendo más que nunca porque se siente más engañado que nunca.

¿Usted ha tenido miedo a lo largo de su vida?

El miedo es una cosa natural que tienen todos los seres humanos encima. Forma parte de la prudencia que un ser humano tiene que tener para no caer por un barranco, para no caer en manos de los que sabes que te van a fusilar… Pero la valentía del ser humano cuando pide justicia está por encima de todos los miedos. La necesidad de ser valiente hace que el miedo desaparezca, la necesidad de luchar contra la injusticia, por la dignidad y la libertad. Yo no soy más valiente que nadie, pero a mí me ha tocado conocer casi todas las comisarías de España, he pasado las 72 horas obligatorias antes de llevarte ante el juez y he sido un tipo muy incómodo para el franquismo y para mucha gente que vino después porque yo sigo diciendo mi verdad y no me va a callar nadie. Llegamos a donde llegamos por la lucha del pueblo. La Constitución del 78 fue un paso más para seguir adelante, pero estamos anticuados, obedeciendo órdenes totalmente contrarias a la libertad de expresión, a la necesidad de justicia, de libertad, de dignidad de los seres humanos. Hay mas pobreza que nunca, hay menos libertad que nunca, sinceramente.

Eso es duro. Que una víctima del franquismo diga eso es duro. ¿De verdad cree que hay menos libertad?

Lo digo yo porque soy testigo de lo que está pasando. Sí, hay mucha menos libertad que nunca. Porque, insisto, en nombre de esta llamada democracia se están cometiendo todas estas barbaridades. A los cantautores de la libertad se nos fusiló culturalmente hablando cuando llegó esta llamada democracia porque parece que ya no les conveníamos. Hemos seguido denunciando lo mismo, todas las atrocidades que los gobernantes, insisto, salvo excepciones, están haciendo. Y es verdad que ahora no estamos prohibidos, pero estamos boicoteados, vetados. La programación de cultura de este país sigue siendo la misma del franquismo. Aquí no se hace cultura de izquierda, gobierne quien gobierne. Aquí la gente entra a gobernar, se sienta en el sillón y no se vuelve a leer el programa que presentó, salvo excepciones, insisto.

¿Cree que la sociedad está más dormida o más anestesiada que antes?

Entonces hablábamos muy pocos en la calle, no éramos tantos y no éramos los mejores. Pero teníamos la conciencia muy limpia, sabíamos lo que queríamos. Había mucha gente dormida, o con miedo. ¿Qué pasaba? Pues mira, este es mi caso. Desde que tenía diez años trabajaba en el campo, en grandes cuadrillas de niños y mujeres. Con 13 años ya estaba trabajando de electricista en Sevilla capital. Estuve en el colegio hasta los nueve años. Por tanto, lo que sé, suponiendo que sepa algo, es una cultura práctica de la vida, la que te da hablar con millones de personas. A mí me ha tocado leer en épocas que no sabía ni leer. Yo no sabía leer ni escribir, ni creo que sepa.

Hombre, después de recitar esas letras…

(Risas) En el sentido intelectual, yo soy una persona autodidacta como tantos niños y niñas de esa época. Otros desgraciadamente no saben leer ni escribir. Yo empecé a leer muchos tebeos. Luego, ya con conciencia social, leía mucha prensa. Lo sigo haciendo. Oigo mucho la radio. Y en Internet, por ejemplo, en vez de dejar comentarios, suelo regalar poemas. Ahora tengo pendiente de recopilar un libro nuevo de mil páginas, que va a llevar también un disco nuevo. Se va a llamar Manuel Gerena, un rebelde con causa. Yo soy un rebelde con causa de toda la vida. Toda mi vida he preguntado muchísimo, nunca he tenido complejo en preguntar nada.

¿Cómo está Andalucía?

Andalucía tiene la necesidad de estar cada vez más con ese sentimiento de libertad. No solo en nombre de la libertad. Andalucía debería estar con ese sentimiento de saber que es un pueblo importante. Un pueblo, como se suele decir, noble, que ha sufrido muchísimo y que sigue sufriendo muchísimo, que sigue estando discriminado en el sentido igualitario. Andalucía es media España y, si la unes con Extremadura, que son pueblos muy similares por las fatigas que han pasado, imagínate… Andalucía ahora está en el momento clave de reclamar mucha más libertad e igualdad. Creo que ya es hora de que la gente piense que Andalucía es mayor. Tiene que ponerse de pie ya porque lleva demasiado tiempo arrodillada.

¿Es más necesario que nunca otro 4-D?

Yo canté en la gira histórica, institucional, que estaba organizada por el gobierno de Rafael Escuredo, por la lucha del 151. Porque no olvidemos que el propio Gobierno, con la UCD, dejaba tirada a Andalucía. Pero entonces no era una cosa de políticos. Rafael Escuredo no iba hablando de su partido (PSOE) sino de que Andalucía tenía que conseguir la autonomía por la vía rápida. Momentos como ese tendrían que volver. Yo llevo toda la vida de 15-M. ¿Cuántos 15-M habré hecho yo? Está muy bien y me encanta. He participado en las marchas de la dignidad, etc. Y siempre que puedo me engancho a todos los reclamos de todo tipo de libertad, de justicia, no soy el típico cantautor que se queda en su casa componiendo. Estoy en la calle. Y sé por qué y cómo son las cosas porque soy uno más en la calle. No soy mejor por eso, pero esa es mi vida. Los cantaores y los poetas tenemos que estar en la calle todos los días, no solo para expresar lo que sientes sino porque la calle te enseña mucho. Ahí es donde deberían estar los políticos.

Gerena continúa con otra letra: «Si tenemos un gobierno / y un parlamento tenemos, / si tenemos un gobierno, / por qué está mordiendo el hambre / las entrañas de mi pueblo». Tras reflexionar sobre la necesidad de convocar un referéndum sobre monarquía o república, se detiene: “La persona de a pie tiene más responsabilidad que el rey de España porque tiene la necesidad de reclamar justicia, dignidad y libertad y la necesidad de buscarse el pan, que no se lo trae nadie. El poco que tiene se lo roban. Los grandes caciques se siguen llevando el grano del trigo que la gente de a pie ha sembrado dos meses antes. Los graneros están llenos de trigo y, sin embargo, lo estómagos siguen vacíos. El hambre está acentuada con la misma agresividad que en los llamados años de posguerra”, sostiene. Y ocurre en la política, según compara, como en el fútbol, donde todos siguen obcecadamente a un líder: “Es una pena que haya una masa borreguil pendiente del fútbol, que yo no tengo nada en contra del fútbol, de chico era portero del equipo de mi pueblo. Pero es que amigos míos se pelean en los bares entre ellos defendiendo uno al Messi y el otro al Ronaldo, con la pasta que tienen y que ni siquiera declaran aquí. Por el rollo del fútbol, la gente está apoyando sentimentalmente a granujas. Y pasa lo mismo en la política con los líderes, salvo excepciones. La gente tiene que decirle al líder lo que tiene que hacer, porque un líder es un ser humano y no puede estar haciendo lo que le salga de los cojones sin coincidir con lo que la base necesita. Eso es así. Y no me molesta aquellos que me dicen, creyendo que me hieren, que soy un panfletario. Yo soy un panfleto vivo en la calle”. 

¿Por qué no es delito la apología del franquismo en este país?

Aquí no se persigue a los terroristas de Franco y hay criminales sueltos por la calle. Y todo en nombre de esa bandera llamada de España, una bandera llena de sangre, de sangre inocente. ¿Para qué sirven las banderas? Las banderas hay que llevarlas en el corazón, no tienen que ser un trapo. Y mucho menos matar a nadie en nombre de ninguna bandera. Lo más importante siempre es defender la causa que lleva al ser humano a vivir en la igualdad.

¿Eres optimista?

Siempre he sido optimista, si no, no seguiría escribiendo, me hubiera acomodado pensando ‘pues ahora que escriban otros’. La juventud tiene ahora la obligación de seguir peleando por su libertad. Y los menos jóvenes, pues también. Yo no me he sentido nunca viejo. Voy a seguir siendo joven hasta que me muera. Es más, soy más joven que nunca.

¿Recuerda algún episodio de especial dureza?

Me ha tocado vivir tantas cosas… Me encargaron una biografía en Planeta y todavía no he escrito ningún renglón. Empecé a escribir mi niñez y hay momentos tan duros que tienes que recordar… Me ha tocado vivir tantas prohibiciones que eso me da más fuerzas para seguir luchando.

Usted le ha cantado a los inmigrantes andaluces por medio mundo. ¿Cómo ve ahora el tema de los refugiados?

Ahí todos somos culpables porque estamos viendo pasivamente las noticias como si nada. El sentimiento humano no está llegando a donde debe llegar. No se pueden negociar leyes para reubicarlos. Son seres humanos que vienen huyendo de la muerte, de sus países, donde los de siempre, que compran y venden las armas, están haciendo las guerras buscando petróleo… Estamos bajo el yugo de los tiranos y caciques que no solo roban al pobre sino que además se dedican a fabricar, a comprar y vender armas mientras ellos disfrutan en los grandes palacios y en los grandes aviones. Y mientras no nos unamos contra ese Estado criminal seremos cómplices. A ti te puede tocar dentro de media hora. Ya basta. Y hay que poner medios para evitar estos horrores y barbaridades y no caer en la trampa de Trump. Estamos locos, la gente está hasta los cojones de todo y cuando no vas a votar, sale una bestia de estas.

¿La crisis es un invento?

El poder financiero es el amo del mundo. Hemos llegado a una situación en la que no se puede hacer nada sin que lo diga el poder financiero. Que baja o que sube la bosa… ¿Yo tengo bolsa? Esto no se puede decir irresponsablemente, pero vamos, la bolsa sube y baja porque los granujas del mundo permiten que pase eso. ¿Qué crisis? Será el mal-estado que usted, señor capitalista, ha provocado cada vez que le conviene. Ahora toca crisis, así que claudiquen y en vez de ganar 2.000, van a ganar 500. Ese es el gran engaño. Para entender lo que pasa no hay que estudiar, sino comprender cómo son las cosas. Y el pueblo, por ignorancia o por acojonamiento, lo sigue permitiendo.

¿Se imaginaba llegar a esta situación?

Yo no me lo imaginaba, pero vivo todos los días pendientes de la libertad. Porque ha costado tanto y tanta sangre y tantas injusticias, tantos hombres y mujeres que se han quedado en el camino… Es una pena que la gente no valore lo que es la libertad y, mucho menos, la juventud. No nos la ha regalado nadie. Antes había un frente común contra el dictador. Y ahora la gente está más disuelta, la llamada izquierda está cada vez más disuelta y, a pesar de que hay más gente que vota izquierda, sigue gobernando la derecha. Para mí la derecha tiene un sentimiento político en el sentido económico. Se unen siempre que se ven un poco perdidos. Y la izquierda tiene un sentimiento más humano. Lo que pasa es que hay demasiados desacuerdos entre unos y otros. Necesitamos un frente común, caminar codo con codo contra el mal que está ahí enfrente. Hay mucha gente vendida, comprada y sobornada, y gente que son borregos. Nacen borregos y se mueren borregos. El pueblo tiene que espabilar y saber quién es el enemigo. Porque no se puede estar defendiendo al verdugo por miedo a perder el trabajo.

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