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Carta de despedida de UGT: una sindicalista sin sindicato

"La brecha que se ha ido creando entre lo que las ejecutivas dicen a lo que las ejecutivas hacen, hace ya tiempo que ha instaurado una disfunción demasiado grande como para poder seguir haciendo mi trabajo teniendo mis principios intactos", escribe Sonia Gatius.

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SONIA GATIUS LÓPEZ*// Escribo estas líneas desde la decepción más profunda y después de unos años en que las acciones sindicales que he llevado a cabo con buenos resultados no han superado las trabas con las que me he topado por partes de los cuadros sindicales de UGT, de lo que denominamos “las ejecutivas”, así en plural, porque he topado con casi todas ellas, a nivel local, autonómico y nacional.

Encontré tardíamente mi vocación en el sindicalismo hace casi seis años  -aunque si a los 16 años en tu primer trabajo en una fábrica te niegas a limpiar baños por no corresponderte esa labor, supongo que eso es tener ya inculcado el sentido de reivindicar tus derechos laborales- y vi en el ofrecimiento que me hizo UGT la posibilidad de cambiar pequeñas cosas en el sector de justicia al que pertenezco. No hubo en mi aceptación a la liberación sindical principios ligados al sindicalismo de UGT, si en esos momentos CCOO me hubiera propuesto la liberación, también la hubiera aceptado. Yo quería cambiar cosas y eso era todo. Los delegados de UGT de justicia imagino que algo vieron en mí, pero lo que sí es cierto es que desde el primer día que pisé un juzgado como trabajadora sentí esa losa de la jerarquía y del mutismo por parte de los funcionarios de los que me distancié de inmediato. Así que nos encontramos a una licenciada en historia, trabajando en un juzgado desde el año 2004 y al que se le propone hacer acción sindical en 2010. Iba a poder aligerar esa losa y esa posibilidad fue suficiente para que aceptara sin pensarlo demasiado la propuesta de UGT.

No necesito la aceptación ajena para saber que desde el inicio realicé una acción sindical más propia de la que tenía en mi imaginario histórico que la que realmente existía en el mundo del empleado público que se caracteriza por sindicatos corporativos, sin conciencia de clase alguna ni preocupación por lo que ocurra fuera del sector, y que responden a la pregunta de su o sus afiliados que suele ser siempre la misma “¿Cómo va lo mío?”. Ese carácter de gestoría sindical no era la que yo quería practicar, mi ambición era conseguir que un día los empleados públicos de justicia se interrogasen acerca de “¿Cómo va lo nuestro?».

No he conseguido lograr ese objetivo, aunque soy consciente de que  mi acción sindical diferenciada se ha hecho notar en toda la provincia en estos años y me siento satisfecha por ella y sé a ciencia cierta que UGT también lo está, pero la brecha que se ha ido creando entre lo que las ejecutivas dicen a lo que las ejecutivas hacen, hace ya tiempo que ha instaurado una disfunción demasiado grande como para poder seguir haciendo mi trabajo teniendo mis principios intactos.

La clase trabajadora

Desde los ochenta aproximadamente la lucha obrera dejó paso al sindicalismo de concertación y diálogo, se consiguieron avances importantes en derechos laborales y sociales pero paulatinamente se fue dejando de lado a quien era el objeto mismo de nuestra existencia: la clase trabajadora. Fuimos tomando las riendas del diálogo social, tomando decisiones no consensuadas ni por delegados ni por afiliados ni por el resto del mundo del trabajo y así, gota a gota, se fue perdiendo el contacto con los principios del sindicalismo de clase para dejar paso a otra cosa. Demasiados políticos en el sindicalismo y demasiados sindicalistas en la política han llevado -y no sólo a UGT- a perder y seguir perdiendo todos los días. Las ejecutivas se han convertido en estructuras casi tan rígidas como las de los partidos políticos, viviendo cada uno de sus cargos en un peldaño a la espera de que el peldaño superior quede vacío para ocupar su puesto.

Me consta que no soy la única delegada descontenta pero por lo común los delegados y delegadas vamos pasando y renunciando en silencio, el sindicato nos reemplaza y todo sigue igual. En varios congresos he alzado mi voz crítica ante cualquiera que estuviera delante, ya fuera el actual secretario general, Pepe Álvarez, o Camil Ros, actual  secretario general de UGT en Catalunya. He intentado por activa y por pasiva cambiar  esas estructuras e, ingenua de mí, me doy cuenta de que están demasiado soldadas a sus actuales puestos como para querer cambiar nada. He recibido felicitaciones de compañeros y compañeras tras mis discursos, siempre en petit comité no vaya a ser que las discrepancias se notaran demasiado. A esas personas que se acercaban a mi tras los congresos les decía “¿y por qué no has alzado tu voz también tú?“. Silencios…

Hasta ahora he sido la responsable de Justicia en Lleida, he visto nombrar a mi responsable autonómico desde arriba sin que se nos hubiera consultado a los delegados de justicia, ni mucho menos a los afiliados. Desde arriba me dicen que así está contemplado en nuestros estatutos, la democracia está en los estatutos lo mismo que los derechos fundamentales está en la Constitución de 1978 (sic). He visto cómo esos cargos están estrechamente vinculados al PSC o bien al PSOE y he visto mi derecho a la protesta coartado por esas ejecutivas prohibiéndome manifestarme ante la sede de CIU cuando los empleados públicos catalanes hemos sufrido los peores recortes de todo el Estado y he recibido muchas veces llamadas por hacer público este debate “invitándome” a que callara y que únicamente mostrara mi descontento hacia dentro. No he callado ni seguiré callando y puede que algún mando se alegre de quitarse de encima a la oveja negra de Lleida pero yo me voy con la conciencia bien tranquila, sabiendo que he hecho un buen trabajo y que no solo en USA se alzan muros. Muros tan altos como intentar explicar lo que ocurre con una empresa de mantenimiento, escribir un buen artículo sobre ello y verme amenazada por ni más ni menos el IBEX-35  con una querella y tener que aceptar una rectificación humillante que cuestiona mi trabajo como delegada de prevención, sin que esas históricas siglas que tanto tiempo he representado no tuvieran más que decirme que “o rectificas tú o lo hace UGT”. (Ver aquí y aquí). Una no deja de ser sindicalista por dejar de pertenecer a unas siglas, el sindicalismo es un sentir por la justicia social que va más allá de un cargo.

Creo poder decir sin sonrojarme que he hecho una acción sindical en justicia como no se había hecho antes en Lleida y que mi despacho no ha sido una “asesoría” sino un lugar en el que intentar despertar conciencias. Debo decir que en este punto tampoco me siento satisfecha, puesto que seguramente no hay colectivo más inmovilista e indiferente que el empleado público. Somos trabajadores por cuenta ajena, aunque la mentalidad dista mucho de ser la de clase obrera y contra eso, créanme, es muy difícil luchar.

El sindicalismo de clase suele acudir a sus logros históricos para reivindicarse hoy día pero, queridos mandos, no podéis escudaros eternamente en la lucha de otros que ya murieron para seguir en este inmovilismo tan cómodo. Las últimas tres huelgas generales os dejaron rotos, los medios y los ataques no han ayudado a levantaros pero sois parte del problema mientras sigáis teniendo miedo por apostar a la valentía, mientras tengáis que seguir devolviendo favores al entorno político y mientras consideréis que seguir en esta “paz social” es el camino. No soy yo la que va a decir que no somos necesarios, al contrario, somos imprescindibles pero no si seguimos siendo tan condescendientes. Hay que unirse a las mareas de todo el Estado, a los partidos de la verdadera izquierda que quieren devolver al pueblo lo que el bipartidismo y la globalización les ha quitado, hay que dejar de firmar acuerdos que supongan pérdidas de derechos y no, un mal acuerdo no es mejor que ningún acuerdo. Un mal acuerdo es y será siempre una pérdida irrecuperable y ante el sinsentido que tienen hoy las mesas de negociación hay que reaccionar con contundencia.

En el último congreso que tuve la oportunidad de escuchar a Pepe Álvarez en Lleida, cuando nos anunció su cargo como secretario general de UGT, dijo algo que ni me impresionó, ni me sorprendió pero que no he olvidado y era algo más o menos así: “Seguiré siendo el mismo en Madrid, yo seguiré siendo “moderado”. Pues bien, no son épocas de moderación y como no puedo evitar ni quiero evitar ser moderada, desde hoy mismo abandono unas siglas cuyo fundador seguramente vería ahora con gran tristeza.

*Sonia Gatius López ha sido responsable de Justicia de UGT en Lleida.

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