Los socios/as escriben | Opinión
‘Por qué recuperar la ilusión’
Violeta Martín, socia de La Marea, explica sus razones para apoyar la candidatura Recuperar la Ilusión en la próxima asamblea ciudadana de Podemos
Creo en la ampliación del campo de batalla. Cuando Fidel Castro entró en La Habana, no lo hizo bajo la proclama de «no tenemos nada que perder salvo nuestras cadenas» y tampoco mencionó la necesidad de socializar los medios de producción. Antes incluso de llegar a ese «socialismo o muerte», Fidel apeló a su pueblo y les insufló: « patria o muerte, carajo » . Los grandes proyectos emancipadores (y el suyo fue, si no el más grande, sí el más duradero) no se han construido (sólo) sobre los cimientos de la lucha contra el capital. Fidel había leído a Marx -y no a Laclau- y entendió que la revolución se haría frente al adversario poderoso que le había arrebatado al pueblo de Cuba su derecho más elemental: el de la resistencia. El resto es historia del siglo XX.
Creo que en una cultura tan determinada por los medios de comunicación lo rompedor -por su capacidad de abrir brecha- es lo radicalmente incluyente: lo que te plantea cuestiones que de otro modo no habrías considerado y las subsume, creando nuevos horizontes de disputa en forma de muros a destruir (el Estado español, la banca, el 1%). El mayor ejemplo de eso, en nuestro Estado, es la CUP. La CUP, que intermitentemente es objeto de análisis y más análisis -la mayor de las veces por virtuosa ignorancia- y que fallidamente se interpreta desde las gafas del Estado español -y no sólo del catalán- ha construido una organización desde abajo donde conviven la tradición libertaria y la maoísta, y lejos de apelar a ecos y soflamas pasadas hacen recaer sobre sí mismos y sobre el pueblo al que apelan un mínimo común denominador de máximos: gobernémonos. Radicalidad democrática, unidad popular.
Creo en las lealtades múltiples, lo que no ha de confundirse con el eclecticismo. Y más aún, creo en el ejercicio múltiple de la lealtad a un proyecto político, que puede desarrollarse en diferentes espacios e, incluso, en diferentes territorios. Creo que la lealtad implica, ante todo, preocupación, y la preocupación necesita de la capacidad de decirle a alguien (a tu compañera, a tu coordinador, a tu diputada) lo que no quieren oír. Noto en Podemos que eso ha dejado de ser así, tendiéndose de manera preocupante al aplauso fácil y al abandono de la asertividad. Parte de la culpa de esa preeminencia del silencio acrítico es estructural (para las mujeres, especialmente para las mujeres introvertidas, existe una barrera de entrada al debate que cualquiera que haya asistido a un Círculo podrá notar) y otra muy buena parte obedece a que confundimos crítica con deslealtad en los aspectos más pequeños e íntimos de nuestras vidas. Comprendiéndolo como un impedimento cultural, propio del entorno en el que desarrollamos nuestra actividad política, un partido que se ha marcado como objetivo desde el primer día el cambio cultural y la creación de nuevas hegemonías ha de trabajar también por que sus momentos no se instalen en esa cultura, más bien han de romperla. Y romperla significa decir (y escuchar) lo que no queremos oír, aprehender las críticas como una preocupación más (por la persona, por el proyecto, por el país); desligarnos de esa sensación de cuestionamiento constante sobre
todas y cada una de nuestras acciones. Hablemos, pensemos, instruyámonos y critiquémonos, juntos y juntas.
La pregunta del millón (que me la hago, por supuesto) es ¿es el proyecto de Recuperar La Ilusión el mejor para alcanzar ese modelo ideal que deseo para Podemos? Creo que es el que, después de todas las críticas y todas las preocupaciones, y después de todas las contradicciones a las que una se enfrenta a la hora de significarse en un proceso de estas características (a nadie se le escapa que si defiendo que las lealtades son múltiples primar una en un momento dado coloca a las demás en una posición subalterna que deviene molesta) se aproxima más a lo que yo deseaba de Podemos: el espacio al que llegaron personas de muchas partes, y que permitió que yo pudiera encontrarme al fin perteneciendo y perteneciente a un partido al que llegábamos tantos compañeros y compañeras que, hasta entonces, no habíamos militado conjuntamente en ningún otro lugar, por la simple y llana razón de que no existía. Podemos es una realidad. ¿Qué hacemos con ella, la abrimos o la fortificamos? Creo que honoramos a los y las que fueron haciendo que cada día sean más, y no celebrando simplemente que ya somos muchas.
Violeta Martín, candidatura Recuperar La Ilusión Podemos