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“La izquierda debe enganchar con los barrios populares como Gamonal”

El periodista Marcos Erro García y el politólogo José Medina Mateos publican 'Gamonal, la historia desde abajo', el libro que cuenta cómo un pequeño pueblo pasa a convertirse en un barrio que abre los informativos nacionales por su oposición a una obra.

Los autores de 'Gamonal, la historia desde abajo'.

Cuando se cumplen tres años de los disturbios contra la construcción de un bulevar en la calle Vitoria del burgalés barrio de Gamonal, el periodista Marcos Erro García y el politólogo José Medina Mateos publican Gamonal, la historia desde abajo, el libro que cuenta cómo un pequeño pueblo pasa a convertirse en un barrio que abre los informativos nacionales por su oposición a una obra. Los autores, naturales de Gamonal, entrevistan a más de 30 personas para desentrañar las particularidades de un barrio conocido a nivel internacional por sus luchas sociales. El libro, autoeditado, está prologado por el sociólogo y filósofo César Rendueles, que acompañará a los autores en la presentación de la obra este jueves a las siete de la tarde en la librería Traficantes de Sueños, en Madrid. Conversamos con José Medina, que trabaja actualmente en la Secretaría de Relaciones Internacionales de Podemos.

Vuestro libro trata de explicar cómo la historia de Gamonal y de Burgos explica, en parte, los disturbios de 2014. ¿Cómo afectó el agravio comparativo de Gamonal respecto a Burgos en las protestas contra el bulevar?

Gamonal es un barrio que desde su origen se construye sobre el agravio. Una vez que se hace el Polo de Promoción Industrial durante el desarrollismo franquista se convierte un pequeño pueblo en el barrio más poblado de Burgos pero se hace sin servicios ni planificación. Todo esto se hace simplemente motivado por los intereses especuladores y la necesidad urgente de traer mano de obra desde los pueblos a Burgos. Y ahí empiezan a surgir un montón de agravios comparativos porque otros barrios que se hacen en esa época, como el Ensanche, se hace planificado, con más zonas verdes y más racionalidad. En cambio en Gamonal todo lo que se va consiguiendo es arrancándoselo al Ayuntamiento con luchas vecinales. Hay una sensación general en los vecinos de que Gamonal es el último barrio de la ciudad y en el 2014, como en otras ocasiones, se materializa en los disturbios porque hacer un bulevar en una calle que no lo necesitaba era un agravio más.

El proyecto de quitar espacio a los coches con un bulevar en la calle Vitoria no parece, visto desde fuera, especialmente negativo. No se diferenciaría demasiado, a priori, del proyecto del Ayuntamiento de Madrid de peatonalizar la Gran Vía, por ejemplo.

En ese momento Gamonal pasaba una gran crisis. Se había cerrado una escuela infantil porque no había dinero para reformarla y meses después el Ayuntamiento se gasta 13 millones de euros en el bulevar. En Gamonal los coches son muy cercanos a la identidad del barrio, no son solo de clase media. En mi generación tener coche era lo primero que hacías. Es muy relevante tener coche para mucha gente en Gamonal y en otros barrios obreros. Reducir el tráfico está muy bien pero en ese momento se hizo en contra del deseo de los vecinos y en una coyuntura en que el dinero se podía gastar en otras cosas. No era un proyecto que buscaba ralentizar el tráfico. Además, las obras iban a obligar a comprarse a los vecinos un parking privado, suponiendo la privatización del aparcamiento público en un barrio obrero.

Pese a todo el alcalde Javier Lacalle (PP) volvió a ganar las elecciones en 2015.

Lacalle perdió en Gamonal aunque había ganado en 2011 por primera vez. La gente puede ser muy rebelde y oponerse a una obra pero no hay una traslación directa al voto. El barrio tiene dos almas: una conservadora, relacionado con su origen campesino y con la vida dura de la clase trabajadora, y otra combativa, como se vio en 2014. Burgos es una ciudad castellana relativamente conservadora pero Gamonal no lo es. Por cuestiones de clase, Gamonal encaja mal en Burgos, que es una ciudad de curas y militares, pero que no acepta bien lo que implica Gamonal desde un punto de vista cultural y de clase.

¿Qué queda de aquel Gamonal que salió a la calle y ganó?

Queda un centro social que es muy importante y está dinamizando actividades políticas en el barrio (Centro Social Recuperado Gamonal), quedan varios colectivos y una asamblea y queda la memoria y una línea que une una tradición de lucha combativa.

¿Solo los jóvenes se opusieron en la calle al proyecto de bulevar?

Para nada. Los raperos de Gamonal hicieron una canción llamada Gamonal resiste en la que explican que la revolución nace entre chavales y mayores. Hubo una cuestión intergeneracional porque la oposición a las obras era de todo el barrio. En 2005, en el conflicto contra la construcción de un parking subterráneo en la Avenida Eladio Perlado fue similar.

El constructor del bulevar, Antonio Miguel Méndez Pozo, es el dueño del Diario de Burgos, lo cual visibilizó claramente la manipulación informativa de los disturbios. ¿Esto ha impulsado una prensa alternativa?

Sí, desde antes, blogs como Burgos Digital y Diario de Vurgos venían trayendo contrainformación en la ciudad y justo en ese momento la versión popular de lo que estaba pasando en el barrio la impusieron los medios alternativos. El marco con el que la gente empezaba a comprender la obra, situando a Méndez Pozo como el culpable, hizo que la gente se manifestase en la sede de la constructora de Méndez Pozo. Los sucesos de Gamonal han impulsado a estos medios gracias a la mentira habitual de Diario de Burgos.

En el libro incidís algo sobre lo que se ha escrito mucho recientemente tras el Brexit o la victoria de Trump y es el divorcio entre lo que llamas el Burgos de oposición y el Burgos popular. ¿Qué errores ha cometido la izquierda para que la derecha populista arraigue más en las clases populares?

El neoliberalismo hizo que las instituciones tradicionales de la clase obrera se deshicieran, como explica Owen Jones en Chavs: La demonización de la clase obrera. En España ese proceso fue la reconversión industrial en los 80 y la burbuja inmobiliaria en los 90. Eso hace que las personas no se unan a grandes organizaciones de clase sino que accedan a través del consumo a una vida mercantilizada. Además, la izquierda ha tendido a partir de esos años a centrarse menos en cuestiones materiales y más de reconocimiento, aunque también son muy relevantes las cuestiones de género y raza. No habría que hacer una oposición entre ambas cosas porque en los barrios también hay migrantes, mujeres y necesidades ecológicas. La izquierda tampoco debe adorar al trabajador blanco industrial, que está poco a poco dejando de existir.

¿Qué puede aprender la izquierda de Gamonal?

El libro es una proposición para la gente de Burgos y no se puede sacar grandes enseñanzas de la experiencia de Gamonal pero hay una cuestión que tiene que ver con la necesidad de hacer políticas sobre cosas como muy concretas y que realmente afecten a la vida cotidiana de la gente. La izquierda en general debe estar abierta a incorporar las cosas materiales de la gente común para que enganche con los barrios populares que ahora mismo está huérfana políticamente. Desde un punto de vista político, creo que la clase trabajadora en general es muy realista en el sentido de que ve la sociedad a través de cosas muy concretas que le pasan por su vida, que tienen que ver con su barrio, su trabajo, su familia… En la medida en que el cambio se concrete en cosas materiales como que el cambio significa la fábrica que esté a punto de ser deslocalizada no lo va a ser porque el Estado va a intervenir y va a salvar la fábrica, como ha hecho Trump en Estados Unidos. Son las que realmente van a enganchar con las clases populares.

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