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Socialismo y cristianismo
"¿Podremos socialistas y cristianos dejar el tema de la fe como un asunto privado y unirnos en la lucha por la supervivencia de la humanidad frente a la locura del capital?", se pregunta el autor.
El pasado mes de noviembre se celebraron en Nicaragua elecciones en las que salió elegido para un tercer mandato el líder del Frente Sandinista, Daniel Ortega. La limpieza democrática de estas elecciones ha sido muy cuestionada desde todos los ángulos del espectro político, y con argumentos muy sólidos, pero no voy a tratar ahora ese tema. Lo que llama la atención son dos términos con los que se define el gobierno de Ortega: socialista y cristiano. Prescindo ahora de cómo entienda Daniel Ortega lo de socialista y cristiano; lo realmente novedoso es encontrar los dos términos unidos. Términos que para muchos son totalmente antagónicos.
Y si vamos a la historia reciente, y no tan reciente, efectivamente el antagonismo no ha podido ser más claro y radical. Durante siglos la postura de la Iglesia jerárquica se ha resumido con el término de alianza entre el trono y el altar. La jerarquía eclesiástica ha sido una de las instituciones fundamentales de los Estados, defensora del derecho de propiedad, y uno de los principales pilares de las monarquías. Por su parte el socialismo, casi en su totalidad, se presentaba como acérrimo enemigo de todo lo religioso.
Pero lo llamativo es que la jerarquía eclesiástica tomaba esta postura de una manera totalmente incongruente con los principios básicos en que decía fundarse. Todo el Nuevo Testamento y de una forma especial los Evangelios son unos documentos que hoy calificaríamos como radicalmente anticapitalistas. En el Evangelio, Jesús acoge a descreídos, prostitutas y pecadores, pero clama «¡Ay de vosotros los ricos!» (Lucas, 6,24). Anuncia que el Reino de Dios está cerca, pero advierte que «es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios» (Marcos, 10,25). Señala una alternativa radical: «Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mateo, 6,24). Parece increíble que con estos principios se pudiera tomar una postura como la que ha mantenido la jerarquía, y todavía mantiene la parte más conservadora de la Iglesia, pero así ha sido.
Por su parte, el socialismo trata de llegar a un mundo justo, donde los seres humanos nos desarrollemos plenamente y vivamos libre y fraternalmente. Pero lo hace partiendo de unas filosofías radicalmente ateas, lo mismo en su versión marxista que anarquista. Se basa en un materialismo total, con lo que olvida algo tan fundamental como el elemento espiritual del ser humano. No tiene un fundamento último en el que apoyar su ética y su moral. De la religión ve solamente una jerarquía defensora de un orden social totalmente injusto, no atiende a que todo el Evangelio empuja a vivir de una manera muy distinta, con unos valores muy cercanos al ideal socialista. Incluso en los Hechos de los Apóstoles, que narra la vida de los primeros discípulos de Jesús, se llega a decir que: «Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común» (Hechos, 4,32).
Cuando los dos colectivos podían coincidir en un horizonte de justicia y solidaridad, se han enfrentado en una lucha abierta en que las dos partes han resultado perdedoras. Con ello se ha acabado favoreciendo a la religión del dinero, y permitiendo que sea ésta la que hoy domine en el mundo. ¿No podemos pensar en una nueva utopía en que socialistas y cristianos se unan y se potencien en una lucha por los seres humanos contra la tiranía del capital?
En el campo cristiano, el papa Francisco simboliza esta vuelta del cristianismo a sus orígenes, a su condena de la ambición y del enfrentamiento constante entre los seres humanos a que obliga una competencia despiadada. ¿Podremos socialistas y cristianos dejar el tema de la fe como un asunto privado y unirnos en la lucha por la supervivencia de la humanidad frente a la locura del capital?