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¿Hasta cuándo estos muros?

"Leo por Twitter historias de gente que se queda tirada al otro lado de una frontera, sus vidas rasgadas por una raya imaginaria y una violencia muy real", denuncia el autor.

Hace ya casi diez años, trabajando en Canadá, conocí a una colega científica distinta disciplina, mismo campus nacida en Irán. No éramos amigos estrechos, pero sí lo bastante como para acudir con ella y algunos de sus compatriotas a una concentración frente al consulado iraní, en protesta contra ciertos abusos del gobierno que ocurrían en su país, en un periodo de protestas cívicas. Hemos perdido el contacto pero, por lo que sé, ella continuó su carrera científica en Estados Unidos, como yo la continué en Europa, y seguía siendo muy crítica con la política de Irán, como yo lo soy de España.

Hoy leo por Twitter historias de investigadores postdoctorales iraníes en Estados Unidos como mi amiga, con papeles, con familia, con casa y con trabajo en territorio estadounidense que estaban viajando (vacaciones, congresos, estancias laborales) y que ven cómo, de un día para otro, se les niega la entrada en el país. Gente que se queda tirada al otro lado de una frontera, sus vidas rasgadas por una raya imaginaria y una violencia muy real.

Hace ya casi diez años, trabajando en Canadá, supervisé la tesis en España a un investigador jordano. Durante los tres años que duró su beca (las de sus compañeros españoles duraban cuatro), en una ocasión se retrasó un papel por parte de la Administración, por lo que no llegó a tiempo la renovación de su beca. A los españoles esto nos supone una incomodidad y una muestra del poco interés de nuestro país por el avance del conocimiento. A mi joven compañero le supuso perder su permiso de residencia, y verse forzado a interrumpir su trabajo para volverse a Jordania. Tardó meses en poder regresar. Perdió un dinero que no le sobraba y un tiempo de trabajo que le sobraba menos todavía. Entonces, como hoy, me pregunté: ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo estas rayas en el suelo que desgarran vidas, familias, trabajos? ¿Hasta cuándo estos muros, estas vallas con concertinas, esta arrogancia de fingirnos superiores por haber nacido en un país rico?

No tengo la respuesta. Sí sé que hace ya casi diez años, mientras yo trabajaba en Canadá, un amigo de infancia inició una estancia intermitente de la que regresó definitivamente hace poco. Su destino: Ramala. Su trabajo, al menos inicialmente: diseñar un proyecto educativo musical que llegara a los campos de refugiados que hay por toda Palestina. No tengo la respuesta, pero sospecho que por ahí va la solución: por el compromiso, por poner el cuerpo y el talento donde tienen que estar.

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