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Vergiat: “Hay que construir una nueva vía que devuelva la esperanza a la gente”
La eurodiputada francesa del Front de Gauche reflexiona sobre cómo detener el auge de la extrema derecha.
Versión ampliada de la entrevista publicada en La Marea 44, dedicada a las soluciones que ofrecen las izquierdas para frenar el neofascismo. A la venta aquí.
Plantear y enfrentarse a los debates más difíciles. Eso es lo primero que tiene que hacer la izquierda para plantar cara al auge del neofascismo y la extrema derecha en Europa, según Marie-Christine Vergiat, eurodiputada francesa del Front de Gauche, que pertenece al Grupo Confederal de la Izquierda Europea. «La izquierda debe partir de lo que le da sentido común: el rechazo a las políticas de austeridad, un verdadero reparto de las riquezas, más equitativa, el sentido de solidaridad, el respeto por los demás… Construir un nuevo proyecto político, una nueva vía que devuelva la esperanza a la gente, una nueva hegemonía cultural», defiende esta política, cuya última intervención en el pleno del Parlamento Europeo se centró en la denuncia de la situación a la que se enfrentan los periodistas en Turquía.
Vivimos un periodo caracterizado por el aumento de las desigualdades y el desempleo, y con una creciente precarización del trabajo. ¿Por qué la izquierda no es capaz de canalizar el descontento en un contexto que parece ideal para sus postulados?
Es una buena pregunta. Creo que el principal problema reside en la división, tanto en la forma como en el fondo. La izquierda europea aún no digiere la caída del Muro de Berlín. Después del fracaso del comunismo de Estado, la izquierda europea debería haber sido capaz de proponer una «tercera vía». Pero quienes pretendieron hacerlo, los socialdemócratas, se han convertido mayoritariamente al liberalismo económico.
¿Por qué la extrema derecha es cada vez más fuerte?
Es tanto consecuencia de las políticas neoliberales como del miedo que genera un mundo que está cambiando, que se trasforma a toda velocidad y en el que faltan respuestas, faltan alternativas de izquierda. Dichos partidos captan votos entre las clases populares pero un número creciente de mujeres y hombres de izquierda se refugia en la abstención. El fracaso de Hillary Clinton es una gran demostración de esto. A menudo se caricaturiza a los electores y partidos de extrema derecha.
¿Cree que esta visión elitista refuerza el rechazo de esos votantes hacia la izquierda?
Caricaturizar y diabolizar no sirve para nada, al contrario. Esto crea un sentimiento de victimización que refuerza la idea de asedio y la de fractura entre los ‘demagogos’, que supuestamente entienden a las clases populares y los demás. En Francia, el Frente Nacional ha matizado su discurso y hace lo necesario para parecer abierto en cuanto a las preocupaciones sociales, un poco como Donald Trump. Y esto funciona porque es un mensaje sencillo que parece dar soluciones fáciles en un mundo cada vez más complejo. Los dos principales partidos de Francia han dado un giro hacia la derecha en varios asuntos para, aparentemente, despertar más simpatía entre los electores que optan por la extrema derecha.
¿Qué piensa de esta estrategia?
Pienso que es mortífero para ellos. Al acercarse cada vez más a las tesis y las propuestas de la extrema derecha, lo que se consigue es fortalecer su legitimidad y la credibilidad de su discurso. Entonces, lejos de combatirla, se la refuerza. En Francia conocemos bien este fenómeno desde hace treinta años. En cada elección, se usa a la extrema derecha como espantapájaros pero, en vez de retroceder, ésta no deja de crecer.
¿Percibe la lucha contra el cambio climático como una oportunidad para redefinir el sistema y combatir las desigualdades sociales y económicas?
Claro que sí. Porque esto cuestiona muchas certidumbres aprendidas a la fuerza a través de un marketing publicitario sobre los modos de producción y de consumo. Obliga a cada ser humano a pensar en su lugar en el mundo, en lo que necesita y lo que no, en lo que podríamos producir más cerca y lo que no. Permite imaginar otras relaciones internacionales basadas en la cooperación y que tomen en cuenta las necesidades de cada uno y su impacto sobre el medio ambiente. Esto cuestiona todos los preceptos de la economía globalizada.