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Ecologismo político: decisivo en Centroeuropa, residual en el sur

La victoria de Van der Bellen en las elecciones de Austria da aire al ecologismo europeo. En España, las alternativas verdes se sitúan lejos de las cotas de poder de otros países.

Juan López de Uralde, líder de Equo.

Es un día como otro cualquiera en la vida de Boban Trajovsky, un joven alemán de 27 años que ha vivido los últimos tres en la ciudad austriaca de Salzburgo, la cuarta más poblada del país. Como cada mañana, se sube a su bicicleta para llegar a su puesto de trabajo, en un rato que dedica, además de a pedalear, a pensar en sus cosas y evadirse de la realidad. Hoy resulta un poco más difícil hacerlo: Austria ha estado durante los últimos días en el epicentro mediático del mundo tras unas elecciones en las que el candidato independiente Alexander Van der Bellen, ex portavoz parlamentario de Los Verdes, se impuso al ultraderechista Norbert Hofer, provocando la alegría de los simpatizantes del ecologismo, pero también un suspiro de alivio entre mandatarios de todo signo político a lo largo y ancho del viejo continente.

«Buena parte de la población de Austria es muy conservadora», cuenta Boban, con la distancia que le aporta su nacionalidad alemana y, al mismo tiempo, la cercanía y familiaridad que siente hacia el que ha sido su hogar en los últimos años. «El país está muy polarizado, y más aún después de estas elecciones. Pero hay que subrayar que muchísima gente, especialmente los jóvenes, no han votado a Van der Bellen desde la convicción y el entusiasmo, sino con el objetivo de evitar un mal mayor. El candidato en sí prácticamente les hubiera dado igual con tal de que no ganase Hofer».

Katharina Maier, periodista austriaca de 23 años, está convencida de que la victoria de Van der Bellen contiene un importante mensaje para el resto de Europa. «Los austriacos hemos votado por un candidato proeuropeo en lugar de por un populista». Como ella, muchas mujeres han sido clave en la victoria del líder verde, a quien han dado su voto de forma mayoritaria. La razón es sencilla, según Katharina: «Van der Bellen, y en general los Verdes, ha hecho tradicionalmente mucho hincapié en los derechos de las mujeres, lo que ha sido decisivo a la hora de decantar su voto».

«Queremos una sociedad más tolerante y de mente más abierta», reflexiona Katharina sobre el futuro de su país. En ese sentido, está convencida de que Van der Bellen tiene una ardua tarea por delante, principalmente en lo que respecta a reunificar un país «profundamente dividido» entre las dos opciones políticas entre las que han tenido que decidir sus compatriotas.

España, lejos de Europa

Desde las organizaciones ecologistas españolas valoran positivamente el resultado electoral austriaco. «Ha sido un respiro», apunta Mario Rodríguez, director de Greenpeace España. «Más allá del hecho de que sea verde, considero que es un cambio significativo hacia posturas más progresistas, especialmente tras la victoria de un negacionista del cambio climático y partidario del fracking o las prospecciones petrolíferas como Donald Trump o el Brexit en el Reino Unido. Parecía que cualquier espacio de apertura que tenga en cuenta la protección del medio ambiente y los derechos sociales estaba perdiendo terreno».

La organización que dirige Rodríguez ha basado su discurso, tradicionalmente, en la importancia de mantenerse ajenos a la política. «Tenemos contacto con todos los partidos del ámbito parlamentario, explica Rodríguez. A menudo encontramos más comprensión en la izquierda en temas como las nucleares o las energías renovables, pero desde ésta también hay reticencias en aspectos como el carbón. En cualquier caso, nuestro ADN está basado en tres supuestos: independencia política, independencia económica y acción directa no violenta. Son cosas que mantenemos a rajatabla, porque en ellas se basa buena parte de nuestro crédito».

Equo sí decidió dar ese paso y meterse de lleno en la arena política. «Hay distintas trincheras para cambiar el modelo», apunta Juan López de Uralde, uno de los fundadores del partido y, precisamente, con un pasado en la propia Greenpeace. «Tenemos que ser conscientes de que no podemos vivir en este modelo de saqueo de los recursos y generar residuos hasta el infinito. No sé si la política es la mejor arma, pero es necesaria. Al fin y al cabo, las decisiones se toman en las instituciones: el ecologismo debe estar en la calle, pero también es necesaria la presencia institucional».

Esa presencia, sin embargo, aún está muy lejos de la que tiene el ecologismo político en otros países del viejo continente. «No es algo únicamente propio de España, sino de todo el sur de Europa», explica Uralde. ¿El motivo? «Seguramente, los niveles de conciencia sobre la crisis ecológica y su implicaciones no son suficientemente conocidos», se lamenta. Pese a ello, el político asegura que «desde que empezamos con Equo hemos ido encontrando caminos para tener una relevancia política cada vez mayor», en referencia a las distintas confluencias con formaciones como Podemos.

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