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Homofobia, asignatura pendiente del fútbol profesional
Con motivo de un dossier especial sobre homofobia en el fútbol, la revista Panenka envió brazaletes arcoiris a los clubes de primera y segunda división. Cinco equipos, Sevilla, Eibar, Granada, Las Palmas y Leganés, los lucirán esta jornada.
En una sociedad que, pese a todo, va avanzando poco a poco en la lucha contra la homofobia y cuyos ciudadanos parecen aceptar la diversidad sexual con una naturalidad cada vez mayor, el llamado ‘deporte rey’ sigue caminando a una marcha lenta. Prácticamente, en punto muerto. ¿Por qué apenas hay futbolistas profesionales que hayan salido públicamente del armario? ¿Por qué sigue siendo habitual escuchar cánticos homófobos en los estadios semana tras semana?
La revista futbolística Panenka ha querido dar respuesta a esas y otras preguntas en un dossier especial que acaba de llegar a kioscos y librerías. Pero además de abordar el tema desde sus páginas, quisieron hacer una pequeña acción reivindicativa y enviaron a todos los clubes de primera y segunda división un brazalete arcoiris para que los jugadores que quisieran hacerlo lo lucieran en sus brazos.
La respuesta ha sorprendido incluso a sus propios promotores: los capitanes de cinco equipos (Sevilla, Granada, Las Palmas, Eibar y Leganés) lucirán en sus respectivos encuentros de esta jornada los brazaletes enviados por Panenka. Y aunque otros también están barajando hacerlo, la mayoría ha declinado la propuesta argumentando que no tenía cabida en los campos, al ser una iniciativa puesta en marcha al margen de La Liga, bajo cuyo paraguas se suelen hacer este tipo de campañas de concienciación.
«La Liga asegura que este problema no existe», explica Roger Xuriach, redactor de Panenka y autor del dossier junto a Carlos Martín. «Quizá ya no tanto en los vestuarios, pero desde luego sí en las gradas. Es un problema que se ha tratado de banalizar. Muchos creen que es normal llamar maricón a un portero o a cualquier otro jugador: da la sensación de que no pasa nada. Pero la realidad es que sí existe una concienciación respecto a otras formas de discriminación como el racismo, contra el que la UEFA sí se ha implicado. Si un sector del estadio imita el sonido de un mono durante un partido, el club recibe una sanción e incluso parte de la afición le afea la conducta a los responsables», apunta Xuriach.
El periodista deja caer un dato que habla por sí solo. «En más de 100 años de liga profesional no ha salido del armario ni un sólo futbolista. Hay casos en la política, en la judicatura, en el Ejército… pero no en el fútbol». Los que lo hicieron en otros países dieron el paso una vez retirados, como el alemán Thomas Hitzlsperger, que colgó las botas en 2013, o el inglés Justin Fashanu, el primer futbolista en reconocer públicamente su homosexualidad, que sufrió el acoso de la grada y los chistes constantes de muchos de sus compañeros de equipo. Una vez retirado, Fashanu fue acusado de agresión sexual. Y aunque la investigación se cerró por falta de pruebas, el acoso mediático le llevó al suicidio. «Ya había sido declarado culpable», aseguró antes de morir.
La responsabilidad de los medios
De cara a revertir toda esta situación, Xuriach está convencido de que hacen falta campañas para visibilidad la diversidad sexual. «No se trata de empujar a nadie a salir del armario, sino de crear el mejor contexto para que, el que decida hacerlo, no reciba una reprimenda de las gradas o incluso hipoteque su vida profesional».
Raúl Rioja, periodista deportivo y autor del blog Al contragolpe, del diario 20 Minutos, coincide con su compañero de Panenka. «Sí: sigue habiendo homofobia en la sociedad, y el fútbol es un reflejo de ella. Además, y por desgracia, en muchas ocasiones es un reflejo de la peor parte de la sociedad», explica en conversación con La Marea. «¿Quién no recuerda los cánticos a Míchel o a Guti llamándoles maricones? Por suerte esos cánticos están en desuso, pero no así los gritos homófobos, que se siguen produciendo con muchísima frecuencia».
Para Rioja existe, además, una homofobia que considera aún más grave: la que se transmite desde los medios de comunicación. «Se trata de una homofobia sibilina. El mejor ejemplo lo encontramos en Cristiano Ronaldo y las noticias que destacan que se va a ver «a su amigo marroquí (el boxeador Badr Hari). Es una homofobia encubierta repugnante, porque lo que busca es el morbo con titulares ambiguos», denuncia.
Una lacra social
Para María Cappa, autora junto a su padre (el entrenador Ángel Cappa) del libro También nos roban el fútbol, sobre la corrupción en este deporte, «la homofobia en el fútbol no es más acusada que en cualquier otro ámbito de la sociedad, con la salvedad de que el fútbol tiene mucha más atención por parte de los mass media, por lo que todo lo que sucede tiene mayor resonancia».
En opinión de Cappa, «no hay más futbolistas que se hayan declarado homosexuales por el mismo motivo que no los hay en el boxeo, el baloncesto, la Fórmula 1 o cualquier otro deporte. Primero, porque buena parte de la opinión pública los ve como deportes de «machos». Y, segundo, por miedo a las represalias del resto de la sociedad. Pero como ha demostrado la iniciativa de Panenka, los jugadores y demás profesionales del fútbol no suelen tener esos prejuicios».
«No creo que la homofobia se tolere más que el machismo, el racismo o los comportamientos agresivos», concluye Cappa. «Sí que considero que está poco penado por las instituciones y organismos responsables porque, de nuevo, la sociedad también es tolerante con este tipo de lacras. Hasta que la mentalidad no cambie en el resto de los ámbitos, ni los aficionados ni los responsables (que al fin y al cabo forman parte de la sociedad) van a cambiar por sí solos».
Por el momento, esos cambios parecen estar lejos. También en lo referente al machismo. Casos como el del jugador del Betis Rubén Castro -al que la afición cantó «no fue tu culpa, era una puta» tras ser acusado de malos tratos a su expareja- o pancartas como la que rezaba «Shakira es de todos» en Cornellà (Barcelona), el campo del Espanyol, así lo ponen de manifiesto.