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“En el centro de las ciudades, antes o después el coche desaparecerá”
El periodista y colaborador de 'La Marea' Dani Cabezas sostiene en su nuevo libro que la bicicleta está llamada a ser "un motor de cambio en el siglo XXI".
Dos siglos después de su invención, la bicicleta vuelve a reclamar su espacio en las calles. No sólo como una solución para el asfixiante tráfico urbano, sino como una herramienta fundamental en la lucha contra el cambio climático. Un medio de transporte limpio y eficiente que contribuye de manera decisiva a mejorar la salud y el bolsillo de los ciudadanos, así como a crear espacios de convivencia. De todo esto, y de mucho más, habla el periodista y colaborador de La Marea, Dani Cabezas (Madrid, 1981) en La revolución silenciosa. La bicicleta como motor de cambio en el siglo XXI (Editorial UOC).
El libro se presentará esta tarde a las 19.00 horas en la Librería La Central de Callao (Madrid). Junto al autor intervendrá la delegada del Área de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid. Inés Sabanés.
Habla de la bicicleta como motor de cambio. ¿De verdad cree que es posible?
Sin duda. Es curioso que siendo un invento del siglo XIX esté llamado a revolucionar las ciudades en el siglo XXI. Gracias a la bicicleta entendida como medio de transporte podemos conseguir ciudades más amables y más humanas. La bici afecta a muchos niveles de la vida humana. Es una actividad económica de primer orden, y a este tema le dedico un capítulo en el libro. También ayuda a mejorar la salud, tanto para el ciclista como para el resto de ciudadanos. Es un vehículo que no emite contaminación, tampoco contaminación acústica, que según la OMS causa 30.000 muertes prematuras en España al año. La bici contribuye a que las ciudades sean lugares más habitables.
¿De qué manera crean riqueza las bicicletas?
Hoy por hoy, las bicis dan trabajo a 650.000 personas en Europa, casi 40.000 de ellas en España, donde hay más de 3.000 tiendas de bicicletas. En lo que se refiere al empleo, es un sector económico importante. Es un vehículo que genera un impacto muy positivo en el comercio de proximidad y en el comercio local. Y en el ámbito laboral, está comprobado que los trabajadores que se mueven en bici tienen un índice de absentismo mucho más bajo. Hay un montón de áreas en materia económica y de creación de riqueza asociadas a la bicicleta que todavía están por explotar como la bici-mensajería, por ejemplo.
En el título del libro aparecen las palabras bicicleta y motor. ¿No le suena a paradoja?
La industria del automóvil se ha apropiado del término motor, que no necesariamente tiene que estar unido al motor de combustión. La RAE define motor como una ‘máquina destinada a producir movimiento a expensas de otra fuente de energía’. Esto es precisamente lo que es una bicicleta. En este caso, la fuente de energía son nuestras propias piernas. No hay nada comparable a la satisfacción que te proporciona moverte gracias a tu impulso. Es una manera de moverte que te permite interactuar con tu entorno de una forma que es absolutamente impensable cuando vas encerrado en tu coche. Te permite conocer a gente, pararte a saludar a un amigo, respirar el aire… Las ciudades donde mejor se vive, y así lo reflejan todos los índices, son aquellas en las que hay mayor presencia de bicis en las calles.
¿Se imagina una ciudad como Madrid con las bicicletas tomando las grandes avenidas? Cuesta creerlo, supongo que coincidirá conmigo.
También me cuesta, sobre todo porque durante más de 20 años hemos tenido gobiernos municipales que han visto la bicicleta únicamente como un vehículo de uso recreativo, no como un medio de transporte. Pero eso está cambiando. Es verdad que avanzamos de una manera más lenta de la que nos gustaría, y que la distancia de Madrid con respecto a otras ciudades españolas es enorme. Ya no digamos con las ciudades del centro de Europa.
¿A qué se debe esta situación tan abismal de España con respecto a Europa?
Es una cuestión de educación y de pedagogía desde las instituciones. Ya en los años 70, desde las instancias públicas de muchos países europeos se dieron cuenta de que no se podía depender únicamente del petróleo. En aquella década, a raíz de la crisis del petróleo, hubo unas protestas muy sonadas en las calles de Holanda por el índice tan alto de atropellos que sufrían los holandeses, sobre todo los niños. El vehículo privado se había hecho el dueño absoluto de las calles, y eso redundó en una merma de la calidad de vida de la gente. Todo cambió en los años 70: las autoridades invirtieron en infraestructura ciclista y apostaron por la bicicleta. En Madrid, por ejemplo, hay datos muy llamativos: el 50% de los desplazamientos en coche son de menos de 3 km. Es una distancia perfectamente asumible en bicicleta o a pie. Ya es hora de ir desterrando esa cultura del ‘coche para todo’ que nos está matando lentamente, y no sólo por los 10.000 atropellos que hay cada año en España en vías urbanas. También por esa contaminación brutal que respiramos: el 80% lo produce el tráfico. En el centro de las ciudades, antes o después el coche desaparecerá. Esa es la pauta que están marcando las ciudades más avanzadas en materia de movilidad.
¿Y cómo se puede convencer a la gente de que no use el coche hasta para ir a comprar una barra de pan?
Lo primero que hay que hacer es ponérselo fácil a los ciclistas, que se sientan seguros. Además, yo creo en el elemento contagio. En el momento en que una persona prueba a ir en bicicleta a su trabajo y se da cuenta de que llega de mejor humor, más despejado, que es un trayecto en el que desconecta de todo… repite. Y se produce un contagio en su entorno. El que prueba la bicicleta se convence de todas las bondades porque todo son ventajas: la bici es más barata, más sana, más divertida. Es algo que nos beneficia a todos.
¿Cree que, en general, los conductores respetan a los ciclistas?
Depende de dónde pedaleemos. En Madrid, que es la ciudad donde yo me muevo más, ese respeto está llegando poco a poco. En diez años hemos avanzado bastante. Las ciclocalles (carriles con velocidad limitada a los coches a 30 km/h) han contribuido a visibilizar la presencia de ciclistas en las calles. Hace unos años era impensable, con alcaldes como José María Álvarez del Manzano. Pero hoy, por primera vez tenemos un equipo municipal que sí cree en la bicicleta y que está dispuesta a tomar medidas.
La movilidad es uno de los graves problemas en las grandes ciudades. ¿Cómo puede contribuir el uso de la bicicleta a mejorar esta cuestión?
La bici debería estar en el segundo puesto de la jerarquía urbana que deberían tener en cuenta todos los gobernantes a la hora de priorizar el espacio público. En esa jerarquía urbana, lo primero debería ser el peatón; lo segundo, la bicicleta; lo tercero, el transporte público, y por último el vehículo privado. Pero esa pirámide ahora mismo está invertida. Vemos en muchas ciudades cuatro carriles por sentido y aceras muy estrechas, donde el espacio público -que no olvidemos que es un espacio de todos- está ocupado al 80% por el coche, que además es el producto más desaprovechado de la sociedad capitalista porque el 95% del tiempo está parado. La bicicleta es un vehículo práctico, limpio, silencioso, y en materia de movilidad debe jugar un papel destacado.