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Portugal: Un pacto de izquierda hecho realidad
El gobierno en minoría del socialista António Costa cumple un año en Portugal en el que ha empezado a "pasar página a la austeridad" mientras cumple con los objetivos de déficit
Este artículo forma parte del dossier «Antídotos de izquierdas contra el neofascismo», publicado en el N°44 de la revista de La Marea a la venta en kiosco y aquí.
LISBOA // José Andrade trabajaba desde hacía más de 20 años como profesor de Secundaria en un colegio público de Lisboa cuando llegaron los hombres de negro de la troika. Era el año 2011 y el país acababa de pedir un rescate internacional de su economía. Los recortes brutales del gasto público afectaron al salario de Andrade, que pasó de ganar 1.700 a 1.400 euros mensuales. Con la restitución parcial de los pagos a los trabajadores del servicio público bajo el nuevo gobierno en minoría socialista, ahora cobra 1.550 euros. «Ya empiezo a volver a mi vida de antes», admite. Andrade también se beneficia de la introducción de la semana laboral de 35 horas en la administración pública.
A finales de noviembre se cumple un año desde que el socialista António Costa, a pesar de haber perdido las elecciones generales de octubre, le arrebató el poder al conservador Pedro Passos Coelho, gracias al apoyo de las tres fuerzas a la izquierda del Partido Socialista (PS): el Bloco de Esquerda (BE), los comunistas (PCP) y los verdes (PEV). Por primera vez desde la Revolución de los Claveles de 1974, la izquierda portuguesa lograba pactar un gobierno. En estos 12 meses, Costa ha empezado a «pasar página a la austeridad» mientras mantiene los compromisos de reducción de déficit acordados con la Comisión Europea.
Hace un año poca gente confiaba en que el Ejecutivo en minoría de Costa durase mucho tiempo. En la primera decisión importante y controvertida, el rescate del Banco Banif con más de 2.000 millones de euros de ayudas públicas antes de venderlo al Santander, los aliados del PS votaron en contra y la medida se salvó por la abstención de la oposición de centroderecha. Passos Coelho bautizó a la alianza de izquierdas como «geringonça«, en portugués una especie de aparato inestable que se atasca con facilidad, una etiqueta que se ha popularizado en los medios lusos hasta hoy.
Sin embargo, Costa logró negociar con sus socios una serie de medidas que, sin ser radicales, significaban un cambio de rumbo tras años de austeridad extrema. Se restituyó parte de los salarios de los trabajadores del servicio público, como el profesor Andrade; se elevó el salario mínimo de 505 a 530 euros; y se redujo el IVA para el sector de la hostelería, muy castigado por las subidas fiscales del anterior gobierno y la troika, entre otros acuerdos. En el ámbito social los partidos de izquierda legalizaron la adopción para parejas homosexuales y dieron marcha atrás en el endurecimiento del aborto aprobado por los conservadores.
En manos de las agencias de rating
Las medidas económicas, especialmente la subida del salario mínimo, no gustaron nada a los empresarios e inversores. Los analistas de la banca internacional vieron confirmados sus temores cuando el crecimiento de la economía empezó a perder fuelle en la primera mitad del año y cayó la inversión. Pero algunos expertos consideraban que las voces de alarma eran algo exageradas. «Hay mucha retórica y mucho ruido en el mercado. A la vista de los hechos está claro que las autoridades de Portugal están comprometidas» con el Pacto de Estabilidad, dijo en abril Fergus McCormick, directivo de la agencia de Rating DBRS.
Portugal depende mucho de la opinión de esta empresa canadiense relativamente pequeña. DBRS es la única de las cuatro agencias de rating reconocidas por el Banco Central Europeo (BCE) que aún mantiene la calificación de la deuda portuguesa como «investment grade«. Las otras –Standard&Poor’s, Moody’s y Fitch– hace tiempo que rebajaron los títulos lusos a nivel de bono basura. Si DBRS siguiese este paso, el BCE ya no estaría autorizado a comprar deuda portuguesa, lo cual dispararía los tipos de interés que el país tiene que pagar por sus emisiones.
Los analistas de Moody’s han sido muy críticos con la gestión de Costa, pero en un informe sobre Portugal admitieron que los recortes y reformas del anterior gobierno tutelado por la troika «no llevaron a una subida del potencial de crecimiento del país». Uno de los integrantes de la troika, el Fondo Monetario Internacional (FMI), entonó en verano un mea culpa al asegurar que los programas del rescate pecaron de estimaciones demasiado optimistas. «Unas proyecciones más realistas hubieran dejado claro el impacto probable de la consolidación fiscal en el crecimiento y la dinámica de la deuda», reza una auditoría interna sobre los rescates en los que participó el organismo de Washington. Este error de cálculo no impide que el FMI aplique un 4,3% sobre su parte de los 78.000 millones de euros del préstamo internacional a Portugal, el tipo de interés más alto de los socios de la troika y por encima del mercado.
Recelos en Bruselas
Mientras, en Bruselas se recelaba de Costa de cara al déficit público. En 2015 el agujero se desvió hasta el 4,4% del PIB, debido al rescate de Banif, un problema heredado de la administración nterior. En julio, la Comisión Europea dio un tirón de orejas al Ejecutivo portugués advirtiéndole que «el esfuerzo fiscal se ha quedado considerablemente corto». Sin embargo, Portugal evitó que se le abriera un procedimiento por vulnerar el Pacto de Estabilidad, al igual que España. Fue una decisión polémica. «El motivo es, sobre todo, el hecho de que la UE no quiso imponer sanciones a la vecina España, que también superó el objetivo de déficit, porque allí había elecciones en junio y por ello también había que ser condescendiente con Portugal», concluye un informe de la Konrad Adenauer Stiftung, la fundación del partido democristiano de la canciller alemana Angela Merkel.
En verano, empezaron a circular rumores sobre la posibilidad de que Portugal tuviera que pedir otro rescate, lo cual puso algo nerviosos a los mercados. Estas especulaciones fueron alimentadas por el propio Passos Coelho. Costa, notablemente enfadado, mandó a estas voces a «cazar pokemons» porque daba por descartado el asunto.
Durante los meses estivales también se produjo un fenómeno que ha cambiado el panorama económico. Al igual que en España, Portugal registró un récord histórico de visitantes extranjeros, en buena parte porque los turistas evitan destinos clásicos como Túnez, Egipto o Turquía. La parte vieja de Lisboa, el famoso barrio de Alfama, estaba virtualmente inundado de gente, y hace tiempo que en el muelle atracan cada día cruceros con miles de pasajeros.Como ocurre en Barcelona, muchos lisboetas se quejan cada vez más de la congestión turística del centro histórico.
Pero este Boom fue el factor determinante para que el PIB creciera un 0,8% en el tercer trimestre, el ritmo más alto en toda la UE. El paro ha bajado al 10,5%. La buena evolución coyuntural permite a Costa cumplir con comodidad con el objetivo de déficit del 2,4% para este año y tener margen para seguir pasando página a la austeridad. En el presupuesto general para 2017 se prevén subidas de las pensiones, otro aumento del salario mínimo y la eliminación gradual de la impopular sobretasa sobre el impuesto de la renta, que formaba parte del programa del rescate. Por otro lado, se quiere subir el impuesto sobre bebidas azucaradas, crear una carga sobre patrimonio inmobiliario a partir de 600.000 euros y un aumento fiscal para los apartamentos turísticos. Al cierre de esta edición, aún no se había aprobado el presupuesto, pero los socios de la geringonça ya han dado luz verde.
«La derecha se ha quedado sin discurso», escribió la diputada socialista Isabel Moreira en la revista Visão. Y prosiguió: «Ha mirado todas las páginas del documento [de los presupuestos] en busca de hoces y martillos y de un tal bolchevismo». De hecho, en Portugal ha sorprendido la flexibilidad del Partido Comunista, que mantiene en su programa la reivindicación de salir del euro y de la OTAN. En el PCP ahora intentan marcar distancia. «El gobierno del PS no es un gobierno de izquierda», afirmó Jorge Cordeiro, miembro de su directiva, al periódico luso Público: «Pero no se podía desaprovechar esta oportunidad. Era posible abrir el camino para la reposición de rendimientos y derechos, incluso de conquistar nuevos derechos».
Andrade, el profesor, votante de izquierda, concuerda: «No es una revolución, pero tras las políticas de austeridad está bien ir paso a paso». A juzgar por las encuestas, muchos portugueses piensan lo mismo. El PS está muy por encima de la derecha y el liderazgo de Passos Coelho está cuestionado. Costa ironizaba sobre la pretendida descalificación que el líder conservador había brindado a su Ejecutivo al principio: «Es una geringonça,pero funciona».