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Omega es tu sueño
"Omega es ese momento en el que pones tu vida, la única, la que tienes. La simbiosis entre la esencia y la ruptura. La armonía entre el ser y el estar. La elección entre lo más fácil y el riesgo".
La primera vez que viajé sola a Nueva York me acompañó Omega. Desde el JFK hasta la Grand Station. Desde Manhattan y Berlín a la Aurora de Lorca. Entonces no pude comprender lo que hoy he comprendido viendo el documental de José Sánchez-Montes y Gervasio Iglesias sobre el disco de Enrique Morente y los Largatija Nick, ambos en letras grandes. Omega es el principio de las cosas. Son los sueños de cada uno. Es intentarlo.
Omega es, como dice Laura García Lorca en la cinta, ese momento en el que todo tiene un poco de sentido. Ese momento en el que pones tu vida, la única, la que tienes. La simbiosis entre la esencia y la ruptura. La armonía entre el ser y el estar. Entre lo antiguo y lo moderno. Como el graffiti del viejo y el niño del Niño de las Pinturas en la cuesta de los Ángeles. Es la elección entre lo más fácil y el riesgo.
Omega es esa ternura que se necesita para ser fuerte. Y es la fortaleza que te permite ser tierno. Es el rock and roll de los vivos que no quieren, que se resisten a estar muertos. El paso que das hacia adelante tras haber dudado si seguías hacia atrás. Es el reloj de tu tiempo, que corre en tu corazón y en tu cabeza a la velocidad de las emociones. Es, claro que sí, el vértigo.
Cuando ayer salí del cine, me sentí como cuando terminé de ver la película José y Pilar, en 2011. Con la certeza de que el mundo no es de los Trump, ni de los Le Pen, ni de los Rajoy ni de los paraísos fiscales, ni de Dios ni del cajero quisquilloso que te cobra una y otra vez la misma comisión, ni de los que te cortan la luz. Ni de la pereza. El mundo, este que tocamos -a veces con guitarras, a veces con las manos, a veces sin ton ni son- es de quien vive y trabaja con pasión, con humildad y con rebeldía. Cohen, el otro vértice de Omega, ya avisaba en La energía de los esclavos:
“Cualquier sistema que podáis concebir sin contar con nosotros será derribado. Os hemos avisado ya antes y nada de lo que habéis construido ha perdurado. Oídlo mientras os inclináis sobre vuestros planos. Oídlo mientras os subís las mangas. Escuchadlo una vez más. Cualquier sistema que podáis concebir sin contar con nosotros será derribado. Vosotros tenéis vuestras drogas, vosotros tenéis vuestras armas. Tenéis vuestras Pirámides, vuestros Pentágonos; a pesar de toda vuestra hierba y vuestras balas ya no podéis seguir cazándonos. Todo lo que revelaremos acerca de nosotros para siempre es esta advertencia. Nada de lo que habéis construido ha perdurado. Cualquier sistema que podéis concebir sin contar con nosotros será derribado”.
En ese mismo viaje a Nueva York, un año después del estreno del documental sobre Saramago, coincidí con Pilar del Río y los ecos de Granada. Acababa de morir ahorcado Miguel Domingo en el barrio de La Chana, poco antes de ser desahuciado. El mismo día fueron localizadas 14 personas ahogadas en el mar de Alborán. ¿Sigues de verdad sin deprimirte, Pilar?, le pregunté en el Art Institut, en el Soho de Manhattan. “Lo que no vamos a hacer es suicidarnos todos, porque quizás eso es lo que quieren, que nos suicidemos. Que miles de millones de personas nos suicidemos. ¡Pues no, no nos vamos a suicidar! Si tenemos fuerza para combatir, si tenemos fuerza para que eso no ocurra, para denunciar que no puede seguir ocurriendo, evitaremos la depresión ante noticias tan tristes como las que nos está dejando la crisis económica, una crisis moral según Saramago”, me respondió con ese ímpetu característico de una de las primeras periodistas de Sevilla.
Omega es también eso. Un grito contra el capitalismo incapaz de controlar a sus propios monstruos y del que el mismo Morente da cuenta en la obra. «Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan», tararea su hija Estrella en una secuencia. Confiesa que le han entrado ganas de llamar a su padre y decirle que no saque todavía este disco, que es muy moderno, que espere unos añitos. Que, como decía Mafalda, qué atrasado está el progreso. «Y resulta que ya está hecho. Hace 20 años». Porque los sueños no esperan ni conocen mañanas, ni tienen otra manera de decir adiós que no sea cumpliéndolos. La muerte de Morente me pilló en un bar perdido de Oruro, en Bolivia, donde su dueño, Rolo, trabajaba cada día para ser Miguel Ángel. Entonces tampoco comprendí que Omega, que el sentido de todos los principios, era eso. La forma de decir te quiero sin decirlo, amor. Omega es flamenco.