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El presidente que no amaba a las mujeres… y le votaron
"Todo parece indicar que el racismo y la xenofobia han vuelto a ganar al sentido común y, en el caso de las mujeres, a sus propios intereses".
MADRID// Si algo hemos aprendido de nuestro desgobierno y dos elecciones es que las encuestas las carga el demonio o, en última instancia, el CIS. Caso parecido ha ocurrido en EEUU, donde los sondeos hablaban de un voto masivo a Hillary Clinton y nadie creía en la victoria de Donald Trump, por motivos obvios. Las encuestas daban una victoria muy ajustada a Clinton, con un 47,5% del voto, mientras que Trump contaba con un 42,3%. A pesar del supuesto empate técnico del que hablaban, los pronósticos eran favorables a la candidata demócrata. Sin embargo, el hombre del tiempo se equivocó y salió vencedor el candidato más improbable de los dos.
Houston, tenemos un problema. ¿Cómo es posible explicar esta contrariedad cuando el ya presidente electo de EEUU alardeaba en una grabación de acosar a las mujeres como si de «perras» se tratase? Un hombre que además de sus intervenciones machistas y xenófobas ha sido acusado de acoso sexual por una decena de mujeres.
A pesar de que el voto mayoritario fue el del hombre blanco mayor de 45 años, también ayudó el 53% de mujeres blancas que votaron al multimillonario, en total, diez puntos porcentuales más que a Clinton. Llegados a este punto ¿qué papel han jugado las mujeres en todo esto? ¿Cómo podemos explicar que hayan votado a un ser tan indigno de ellas y su confianza? Lo cierto y cruel es que más de la mitad de las mujeres blancas han votado a Trump y no a Clinton y es una realidad que tenemos que aceptar, pero también tratar de entender.
Uno de los motivos que pueden llevarnos a comprenderlo es el voto mayoritario de afroamericanas y latinas a Clinton, -94% y 68% respectivamente- mientras que las blancas no universitarias se decantaron por Trump por una proporción de dos sobre una. Todo parece indicar que las primeras rechazaron rotundamente el mensaje racista del actual presidente, mientras que las segundas tuvieron en cuenta otros intereses.
Ya se ha hablado del tema hasta la saciedad y todo parece indicar que el “sálvese quien pueda”, fruto de años de neoliberalismo brutal, han surtido efecto tanto en la población masculina como en la femenina. Esta globalización que llevamos décadas padeciendo y que fue denunciada desde sus comienzos ya ha traído sus frutos más crudos y, como bien dice Alberto Garzón, “ha consistido, en general, en más competencia económica, cultural y política”. Parece que hay quorum en los analistas más críticos al señalar que años de políticas neoliberales de austeridad han sido determinantes para que lo que hace unos meses parecía imposible se haya hecho realidad.
Algunas de estas políticas han afectado a mujeres solteras que aseguran no poder pagar el seguro de salud ObamaCare o llegar a final de mes con la Administración de Obama. Muchas de ellas confiaron en el multimillonario. También existió un voto silencioso que explica la exreportera del Wall Street Journal y votante de Trump, Asra Q. Nomani. La periodista escribió “veo a la América rural y a los norteamericanos comunes, como yo, que aún pelean para llegar a fin de mes después de ocho años de gobierno de Obama». Finalmente, asegura que las donaciones multimillonarias a la Fundación Clinton de Qatar y Arabia Saudita mataron su apoyo a Clinton: “Me he opuesto a la decisión del presidente Obama y el Partido Demócrata de bailar alrededor del Estado Islámico”, sentenció.
El factor miedo tuvo consecuencias en este voto tan inesperado, como ha ocurrido en nuestro país con el factor Venezuela o el Brexit, y el temor de que “los podemitas” pudieran dejarnos sin papel de WC en los supermercados. Bromas aparte, el pánico al Estado Islámico es otro de los motivos que han podido otorgar el voto femenino a Trump. Maureen Sullivan, otra votante del magnate, escribió en The New York Times sobre su decisión argumentando que no quería de vuelta a los Clinton en la Casa Blanca ya que “el expresidente tiene varias denuncias por acoso sexual, mintió sobre al menos una agresión y usó a una becaria como juguete sexual en la Oficina Oval”.
Estos motivos unidos al racismo, la supremacía blanca y la xenofobia han vuelto a ganar al sentido común y, en el caso de las mujeres, a sus propios intereses. En un país profundamente machista como es EEUU han querido creer que el hombre que no amaba a las mujeres al menos odiaba a su enemigo común, un enemigo inexistente y sin embargo infalible: el diferente. Al fin y al cabo el mundo blanco del trabajo ha sido afectado por la globalización neoliberal, y es de donde el multimillonario ha extraído millones de votos, también los de las mujeres.
Bien es cierto que la primera potencia del mundo goza de un machismo normalizado, donde existe una brecha salarial del 20% y donde los hombres tienen mayor presencia en puestos directivos, ¿les suena? Algunas votantes no han querido creer que las promesas de Trump se harían efectivas porque eran una exageración o han preferido la “menos mala” de las dos opciones con los ojos tapados, queriendo interiorizar que la idea de un muro no era tan grave comparada con un Estado islámico lejano.
Las mujeres que han apostado por el presidente que no las amaba lo han hecho tras años de políticas de desigualdad en las que la competencia y la supervivencia están a la orden del día. Esta lucha entre iguales hace buscar enemigos comunes, como es el del Estado islámico, o los mexicanos “que les roban el trabajo”, sin ser conscientes de que quizá no sea esa la diana correcta a la que apuntar. Y es esta desafección política la que Trump ha aprovechado para articular un discurso nacionalista contra las élites, en el que que pesara el racismo y la xenofobia sobre los intereses de las mujeres, que serán previsiblemente víctimas de sus políticas.
Estos son varios de los motivos que explican el voto al magnate, pero lo que está claro es que las mujeres no tuvieron en cuenta los problemas de género a la hora de depositar su futuro en la urna. El triunfo del candidato republicano nos ha hecho ver, una vez más, que eso del feminismo puede seguir esperando. Y así nos va.
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