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Frankestrump made in Spain
Si Trump acusa a los chinos de inventar la teoría del cambio climático será porque Rajoy le presentó a su primo. En China hay muchos chinos y en España muchos primos. Trump es otro más, sólo que él se cayó en la marmita de pequeño.
PEDRO POZUELO // Las minas antipersona están prohibidas, no se fabrican, sólo se ensamblan sus piezas. Una serie de países desarrollados y civilizados, con una moral superior a prueba de bombas, producen los distintos elementos que luego venden a un aterrador estado enemigo que los encastra. Después, de forma espontánea, florecen como las amapolas en los campos. Estas minas son como los botes de espárragos en cuya etiqueta se puede leer “envasado en” pero no el origen del producto.
Donald Trump es ese espárrago blanco, visible, hecho carne, incómodo para la cínica moral europea: soez, arrogante, soberbio, insultante, machista, homófobo, xenófobo… Demasiado evidente. Genera un conflicto a las personas extremoeducadas de España porque, en realidad, Trump dice lo que piensa y hace ese supramundo que se arroga la razón, heredada de sus testamentos autocomplacientes. Trump es el refresco de cola hervido, azúcar concentrado que no hay quien trague, ni tan siquiera los suyos, los defensores del sistema.
El espejo en el que se peina Trump tiene la silueta de España. Una frase por aquí, una foto por allá, una ley por acá… Si las cosemos, como hace Susana Díaz con su partido, obtendremos el patrón de un Frankenstain que se había deconstruído metódicamente.
En 2012 el jefe superior de Policía de Valencia, Antonio Moreno, declaró que no se podía dar información al “enemigo”. El enemigo no era un terrorista alicatado de explosivos, sino estudiantes de instituto menores de edad. Azúcar Moreno a cucharadas. No fue destituido por el gobierno.
“Que se jodan”, gritó en el Congreso la diputada Andrea Fabra cuando se debatía recortar la prestación a los parados. “Pitas pitas” y “mamandurrias” llamó la liberal Esperanza Aguirre a las subvenciones del estado, esas mismas de las que disfruta su noble y terrateniente marido. Su huída chulesca de la Policía Municipal y su uso de la Guardia Civil que le daba servicio cuando ya no ostentaba un cargo público relevante para defenderla de los perseguidores es digna del antagonista malo de un western también malo.
El asalto a las vallas de nuestras ciudades africanas y la devolución en caliente del gobierno, saltándose, eso también, las leyes y tratados internacionales, deben ser inspiradoras para Trump y su miedo a las mañanitas que despiertan el sueño americano.
El adalid de la pose, Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, presumía de amistad cuando ocupaba el cargo de consejero de Sanidad. Presumía del narco Marcial Dorado, alguien que precisamente atentaba contra la salud pública. El populismo que caló en Carolina del Norte, según los sesudos análisis sobre el voto americano, debió funcionar previamente en Galicia por su factor cultural, profundo y rural. Y ahí sigue Núñez, con su tamiz de persona impoluta.
La falsa y repugnante acusación que hizo Rafael Hernando, premiado como portavoz del PP en el Congreso, a los familiares de los fusilados por el fascismo en la Guerra Civil al decir que solo se acordaron de sus muertos cuando llegaron las subvenciones es una imagen digna de primetime en Ohio.
La Ley Mordaza, los recortes públicos en sanidad y educación en beneficio del lucro privado, las injustas tasas de la Justicia, el encarecimiento de las matrículas en la Universidad que criban el acceso de las clases sociales que merecen, o no, licenciarse; una virgen que reparte contratos de trabajo y reduce la cola del paro, otra virgen condecorada por detener a delincuentes cuando cambia su corona por el tricornio; el escote de una periodista sirviendo de cubilete al presidente Aznar para depositar un bolígrafo, las detenciones, multas y apaleamientos arbitrarios a manifestantes por parte de la UIP o la censura y prohibición de la libertad de prensa por la confiscación de material de fotógrafos acreditados y humillados. El silencio ante estos hechos por parte de los medios sistémicos, las continuas declaraciones del antiguo e innombrable alcalde de Valladolid, la deportación de inmigrantes y la búsqueda por las calles de personas con fisonomías sospechosas para completar aviones con plazas vacantes, el blindaje de políticos corruptos, la sustitución de fiscales y cargos policiales cuyas investigaciones en los procesos de instrucción resultan incómodas a los ministerios de Justicia e Interior; periodistas como comisarios-políticos, el acoso y derribo a un juez estrella del pasado para retirarlo de la magistratura… Con todos estos retales como ejemplo del espectro del magnate, podemos vestir por completo ese discurso que escandaliza tanto a los «Trump en miniatura».
Todo este gaseoso pensamiento único que se respira en nuestro país se puede licuar enfriando la tertulia fácil, del que obtendremos un Frankenstain misógino, racista, soberbio, injusto, islamófobo, cínico, homófono, violento, populista, xenófobo y clasista.
Si Trump acusa a los chinos de inventar la teoría del cambio climático será porque Rajoy le presentó a su primo. En China hay muchos chinos y en España muchos primos. Trump es otro más, sólo que él se cayó en la marmita de pequeño.