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Destruir al héroe para preservar el mito
Con el fin de salvar el mito del 78, los guardianes de la cultura de la transición no han dudado en utilizar el alzheimer del expresidente ocho años antes de que aparecieran sus síntomas
MADRID// Existe una placa de homenaje en el área de prensa del Congreso que recuerda y ensalza el consenso de la transición y a todos aquellos que la hicieron posible. Es quizás un autohomenaje inconsciente a todos aquellos periodistas que en aquel periodo fueron parte indispensable de la transmisión de un relato que tiene muchos elementos de propaganda al servicio de la monarquía.
No se verá en estas letras una posición maximalista que enmiende la totalidad de la transición, un proceso histórico complejo que no se puede analizar con perspectiva sin entender las difíciles condiciones de aquel momento. Precisamente por tratarse de un proceso de una complejidad abrumadora, no es creíble el relato dulcificado de héroes inmaculados que generó un sistema político con dogmas incontestables y tabúes.
El programa La Sexta Columna emitió un documento inédito en el que Adolfo Suárez explicaba a la periodista Victoria Prego cómo introdujo al rey en la ley de la reforma política para evitar las presiones de los jefes de estado extranjero que pedían un referéndum sobre la monarquía y que todas las encuestas daban por perdido
El pastoreo ciudadano de la transición no se puede hacer evidente, así que es necesario destruir al héroe con tal de preservar el mito de la transición. El director de El Mundo no ha dudado en utilizar el alzheimer que padeció el expresidente para que no se cuestionen los axiomas fundamentales de la cultura de la transición. No ha importado que la entrevista fuera en 1995 y que el hijo de Suárez declarara en una entrevista en TVE en el año 2005 que su padre padecía la enfermedad desde el año 2003, 8 años después de las declaraciones despreciadas. Cuartango no ha vacilado en despreciar el rigor intelectual del prohombre de la transición para salvaguardar la verdad del 78. Roma no paga a traidores:
“Pues bien, y dicho con todo respeto, las palabras de Suárez fueron pronunciadas cuando la enfermedad ya había hecho estragos en su cabeza. Lo que dice ni se ajusta a la verdad ni al sentido común. Pero es enteramente disculpable porque, como se aprecia en las imágenes, el ex presidente ya estaba muy afectado por el deterioro mental que le produjo el mal neurodegenerativo que padeció hasta su muerte. Los hechos fueron muy distintos de como afirma Suárez porque, como sabemos los que conservamos memoria…”
Cuartango sabrá, dicho con todo el respeto, a la altura moral que sitúa sus escritos para que necesite utilizar los estragos de una terrible enfermedad como el alzheimer como método para deslegitimar una declaración. Un argumento ad hominem usado sin reparos para destruir la memoria del que fue artífice de la obra política hegemónica y pilar de todos los cuartangos patrios.
La otra protagonista del momento fue la periodista Victoria Prego. La presidenta de la APM (Asociación de la Prensa de Madrid) quedó demudada cuando los redactores de La Sexta le enseñaban el corte de la entrevista que ella conocía desde hace 21 años. Tras reponerse, un día después de la emisión aludió al off the record para salvaguardar su nombre, no sin antes llamar ignorantes a los que hemos considerado importantes y relevantes las declaraciones del expresidente.
“Y un apunte final: si Antena 3 hubiera querido en su día emitir la entrevista con Adolfo Suárez, yo habría eliminado el corte en el que me hace esa confesión. Y no por su contenido, que habla de una obviedad, sino porque se tapa el micrófono con la mano, lo cual evidencia que esa declaración no deseaba compartirla con los espectadores. Off the record, se llamaba esa figura cuando era respetada. Y yo era, y sigo siendo, de la antigua escuela”.
No cabe ninguna duda de que Victoria Prego es de la antigua escuela, de aquella corriente de periodistas que ocultaban los desmanes del campechano hiciera lo que hiciera para preservar el buen nombre de la monarquía. Desde la nueva escuela, que es la misma que la vieja, aludiré a la práxis deontológica. Para ello citaré la excepción existente para poder vulnerar los pactos de confidencialidad periodísticos (off the record) que marca, por ejemplo, el Código Deontológico del Grupo de Prensa Español Correo: “la única excepción a estas normas es aquella en la cual el bien preservado tenga de forma fehaciente menor entidad que el daño material o de otra naturaleza que se causaría al no hacer pública la fuente informativa”, como bien expresa el profesor de ética y comunicación Hugo Aznar: “Las relaciones de confidencialidad tienen sentido precisamente porque permiten servir mejor al derecho a la información de esa sociedad. Y, por lo mismo, el deber de confidencialidad deja de tener sentido si de su mantenimiento puede derivarse un mal mayor para esa misma sociedad”.
Victoria Prego sirvió a la causa de preservar la legitimidad de la monarquía y un relato de la transición con las cartas marcadas; pero no sirve a la sociedad y a su ciudadanía quien la tutela y se cree con el poder de decidir qué información le conviene y cuál es peligrosa.