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El valor de la memoria
El valor de la memoria no es un paseo por las atrocidades que han supuesto el franquismo y el fascismo a las mujeres, a pesar de que estas no se escoran, sino el relato de una lucha por la dignidad personal y colectiva de las mujeres que luchaban contra ellos
MADRID// Cuando llegó a mis manos «El valor de la memoria» yo ya conocía la integridad y coherencia de Mercedes Núñez. Años atrás había leído «Cárcel de Ventas», un librito pequeño, editado en los sesenta en Francia por Ebro, la editora del PCE, y lo había leído poco a poco, dosificando la lectura, incluso cerrando el libro a ratos, para tratar de recuperar la respiración, sosegarme, tras asumir las barbaridades que en él se contaban, de forma directa y sin aspavientos, de los sufrimientos y torturas que infringieron a las presas los franquistas tras acabar la guerra civil: mujeres apaleadas hasta partirles la columna por cuatro partes; niños cogidos por los pies para destrozar sus pequeñas cabezas contra una pared por el único delito de tener un nombre poco católico; torturas inimaginables con una respuesta de valor y entereza que sobrecoge; ancianas martirizadas hasta morir para que denuncien a sus hijos, a sus nietos; niños a los que se prohíbe la lactancia hasta dejarlos morir o regalarlos a cualquier familia franquista que lo pida por tener una madre que no quiere confesarse antes de recibir “la pepa”… En definitiva, mujeres, todas, a las que tratan de humillar, pero que con su entereza, con su dignidad, demuestran a diario que quien las trata con crueldad son en realidad los más débiles.
La segunda parte de «El valor de la memoria», «Destinada al Crematorio», nos traslada a la segunda guerra mundial. Tras aprovechar un error administrativo que le permite huir de España, Mercedes entra en la resistencia hasta que es detenida y llevada a Ravensbrück, “uno de los campos de la muerte”. Allí, la geografía es distinta, pero el desprecio por las detenidas y el fascismo el mismo. De nuevo las reacciones, al límite, en este caso en un campo de concentración, atrocidades y solidaridad a partes iguales e, igualmente, testimonios escalofriantes vividos en primera persona o narrados por alguna compañera “con la sinceridad que se tiene con una camarada de lucha a quien se puede decir la verdad, aunque sea espantosa” y así nos llega a nosotros, como un mazazo.
El valor de la memoria no es un paseo por las atrocidades que han supuesto el franquismo y el fascismo a las mujeres, a pesar de que estas no se escoran, sino el relato de una lucha por la dignidad personal y colectiva de las mujeres que luchaban contra ellos. Por eso es necesario recuperar testimonios como el de Mercedes Núñez, que nos sitúan desde una perspectiva distinta del detenido, la de la honestidad evitando heroicidades fingidas: “me sacan de quicio los que cuando escriben sus memorias se muestran modestamente a sí mismos como los perfectos héroes, que nunca tuvieron miedo, que naturalmente estuvieron al frente de acciones que salieron bien”.
Ella, militante primero de las JSU, más tarde del PSUC y por último del PCE, tenía claro el motivo de su ingreso en prisión, igual que más tarde tuvo claro su ingreso en Ravensbrück: una militancia consciente y meditada que le hacia defender sus ideas mucho más allá incluso de lo que hoy -acostumbrados como estamos a que nuestras ideas se limiten a si podemos o no salir de marcha un viernes por la noche y poco acostumbrados a alardes ideológicos- nos resulta sorprendente y, diría, envidiable por la coherencia.
Porque no, las mujeres no hacemos la guerra, vamos a remolque de ellos, de los hombres, que las deciden y ejecutan, pero os aseguro que no somos personajes secundarios de la historia -y el testimonio de Mercedes Núñez no es ni por asomo un caso aislado de nuestro pasado reciente, de “aquella hora demencial de la posguerra” -, que la sufrimos mucho más, si cabe. Por eso es importante la recuperación de testimonios como el de Mercedes que, sin dejarse vencer por el dolor y la indignidad, sale triunfal de la situación más atroz, porque lucha por unos ideales, convencida de que el nazismo no le ha vencido por algo tan maravilloso -a mi juicio- como que “no me ha hecho utilizar sus propios métodos”.
Nada