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David Harvey: “No creo que Estados Unidos siga un camino fascista”
El teórico social británico atribuye el triunfo de Trump al éxito de un relato político que divide la sociedad entre gente y clase gobernante.
Las resistencias sociales a Donald Trump son firmes y contundentes. Tras las elecciones americanas celebradas el pasado 8 de noviembre, son muchas las voces que se han levantado contra el candidato ganador al grito de “No es mi presidente”. A lo largo y ancho de las principales ciudades de Estados Unidos, durante la última semana y en plena resaca -y de las malas- electoral, las manifestaciones AntiTrump se han multiplicado. Las explicaciones sobre el porqué de lo ocurrido están menos claras. “Unas elecciones desastrosas. Pero no creo que el país siga un camino fascista”, según David Harvey.
Para David Harvey, geógrafo y teórico social británico, el problema central reside en los orígenes de la candidata opositora, Hillary Clinton, del Partido Demócrata. La política estadounidense se hizo ciertamente con un dominio significativo de la mayoría del voto popular, acumulado sobre todo en las grandes urbes, con un programa –pese a su tendencia neoliberal- en el que se habían incluido reformas para la regulación de las armas o el salario mínimo. Pero, sin embargo, ha perdido. ¿Qué ha ocurrido? Su respuesta: “pertenecía a la clase gobernante”.
“Trump diría: yo he ganado mucho dinero y después he entrado en la política; mi opositora ha entrado en la política directamente para hacer dinero. ¿En quién confiáis más? Esta era la elección. «El resultado no ha sido ninguna sorpresa”, defendió el catedrático de Antropología ante el público durante la conferencia que impartió el pasado 14 de noviembre en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), presentando el festival de cine independiente l’Alternativa.
A partir de este momento, y en cuanto se constituya el ejecutivo liderado por el multimillonario americano, Estados Unidos entrará en una fase de restauración de infraestructuras, un “boom económico”, que producirá puestos de trabajo financiándose con deuda. En el caso de que el Partido Republicano no apoye la iniciativa –por ser contrario a contraer deudas-, serán los demócratas quienes lo hagan, según Harvey.
Las consecuencias de este plan vendrán tras la -hipotética- subida de las estadísticas de empleo. “Cuando suban, [Trump] dirá que ya no necesitan mano de obra barata inmigrante”, lo que contribuirá a reforzar el discurso xenófobo. Por otro lado, Harvey señaló que “no se hará nada de nada” por las problemáticas medioambientales, ni tampoco importará el poder sindical u otros temas sociales.
El turismo de masas, espectáculo de lo instantáneo
En tanto que teórico especializado en los análisis sociales desde el marxismo, el geógrafo explicó que el sistema necesita reformular sus políticas tras cada ciclo de crisis. Durante los últimos años, el modo en el que funciona el capitalismo contemporáneo se ha esforzado por alcanzar una tasa de consumismo que soporte las crecientes tasas de producción.
En este sentido, la receta de la caducidad limitada de los productos nos conduce hacia la utopía capitalista del siglo XXI: que “el tiempo de circulación del consumo sea igual a cero”. Lo que se traduce en espectáculo, consumo instantáneo y, por ende, en la materialización del turismo de masas que lleva a la quiebra el bienestar de las redes vecinales y la convivencia sana de los barrios afectados.
Harvey se enorgulleció de poder escapar, en algunas ocasiones, de esta dinámica dentro de su vida cotidiana. Por ejemplo, aseguró que sigue utilizando los tenedores de su abuela, que tendrán ya más de 100 años. “Ahí no habría mercado, el consumo desesperado se acaba ahí”. No obstante, el turismo, se plantea como todo lo contrario. Como algo instantáneo y que “nunca satisface”. “Vas a Barcelona, bajas a los bares, te emborrachas, meas por la calle y al volver a casa dices que lo has pasado genial”, explicó el teórico.
“Si no hay deseo o necesidad no hay valor”, afirmó, parafraseando un pasaje de El capital de Karl Marx. No se trata de la típica publicidad marketiniana, sino en la construcción de una estructura de necesidades vitales. Por ejemplo, tener que comprar un coche para poder desplazarse al centro desde los suburbios –que se levantaron entre los años 60 y 70- hacia las ciudades de Estados Unidos.
Pese a todo, el geógrafo aseguró que queda espacio para la esperanza, por ejemplo, a través de la fuerza de los movimientos sociales. “Las ciudades deben construir entornos para vivir, no solo para invertir, centrados en las necesidades de la gente. De hecho, todo el mundo es anticapitalista de alguna manera, pero no hay un movimiento global contra el capitalismo, lo que sería verdaderamente amenazante para el sistema”.