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Santa Fiesta: una crueldad continua desde los toros a las ratas

El documental dirigido por Miguel Ángel Rolland es un viaje visual por fiestas populares casi desconocidas hasta ahora: " No es un tema aislado, es una fiesta continua con mucha variedad de contenido y animales”.

Es medianoche en Medinaceli (Soria). En la plaza mayor, un toro es atado a un madero y embadurnado en arcilla. Después, se le colocará un soporte metálico con dos bolas que mantendrán el fuego durante casi una hora, mientras el animal da vueltas por el ágora. El Toro Júbilo, como se conoce a esta fiesta declarada de interés turístico regional por la Junta de Castilla y León, es uno de tantos eventos populares que cada año se celebran en España con animales como reclamo. Como cada noviembre, este sábado volvió a celebrarse entre las voces de quienes rechazan el maltrato animal y quienes se aferran a una tradición.

Rituales como este son los protagonistas de la película Santa Fiesta, dirigida por Miguel Ángel Rolland, un documental sin entrevistas, sin narrador y sin partitura musical que supone un viaje visual por fiestas populares casi desconocidas hasta ahora. Entre ellas, la Batalla de las Ratas de El Puig, en Valencia, o las Corridas de Gansos de El Carpio de Tajo (Toledo), consistentes en arrancar la cabeza de gansos ya muertos que cuelgan boca abajo de una cuerda. El film también recoge los festejos más célebres, como el del Toro de la Vega o el Toro Embolado. En total, 12 acontecimientos que son en realidad “una única fiesta”, según Rolland. “Un festín público de dolor y sangre en el que los curas, los ancianos, los policías y las autoridades políticas participan sonrientes animando una tradición salvaje que ningún Gobierno se ha atrevido a parar hasta ahora”.

Para grabar el documental os sumergís en el meollo del maltrato animal en las fiestas populares. ¿Lo hicisteis camuflados? ¿Cómo fue el proceso de grabación?

Llevábamos las cámaras a la vista. Desde un inicio desechamos la grabación con cámara oculta porque buscábamos que las imágenes tuvieran una buena calidad, aún dentro de las limitaciones que podíamos tener al grabar. Cada persona trabajaba sola. Cuando ves a una persona grabar sola, lo descontextualizas. Si hubiéramos estado tres o cuatro personas, unos con cámaras, otros con micrófonos, inmediatamente nos hubieran paralizado.

No obstante, sí hay un momento en el documental en el que se ve cómo alguien pide a quien graba que se marche del recinto.

Sí, en Amposta. Llevábamos muchas horas grabando, estábamos cansados y sabíamos que el momento del toro embolado iba a ser muy tarde en la noche. Quedaba tiempo, así que nos encontramos todo el equipo en un kiosko para tomar algo. Creo que ahí nos ficharon al vernos juntos, que es algo que normalmente no hacíamos. En otros sitios llegábamos al pueblo, dejábamos el coche aparcado en las afueras y cada persona llegaba por separado. No nos juntábamos hasta el final de la fiesta. Llevábamos este procedimiento a rajatabla y por eso nos conseguimos escaquear.

¿Hay cierta reticencia a que se documenten este tipo de cosas? En algunos festejos hemos visto cómo los participantes increpaban a activistas que estaban grabando. ¿Son situaciones frecuentes?

Sí. Y es curioso porque en otro tipo de fiestas la gente está feliz de que vengan a grabar y fotografiar. En cambio, en algunos sitios es como si ya supieran que esto es algo que no deberían estar haciendo e intentan mantener una especie de círculo de omertá para que esto no se sepa. En uno de los festejos que aparecen en el documental, la batalla de las ratas de El Puig (Valencia), nos dijeron que nos iban a romper las cámaras. Esa es la parte que no está tan bonita a nivel de imagen porque una de las cámaras la llevábamos en el cuello como si no estuviéramos grabando. Otras imágenes las grabamos con el móvil. Era la única manera de tenerlo, ya que otros años habían pegado a los fotógrafos, les habían roto las cámaras y habían llegado a situaciones muy violentas.

Hay festejos más mediáticos que otros, como el Toro de la Vega en Tordesillas. Aparece en los medios y sabemos que se celebra cada año. Sin embargo, el documental muestra otras fiestas que son más desconocidas. ¿Cómo fue el proceso de documentación?

Ya conocía el tema porque lo sigo desde hace tiempo. Pero sí necesitaba saber cuál era la actualidad de la cuestión, así que estuve leyendo y viendo vídeos en Internet. Ahora, con Youtube, cada vez que hay una fiesta, la gente sube vídeos. Así hice una selección de fiestas: la lista original contenía 50, de ahí lo rebajé a 20 y finalmente son 12 las que aparecen. Esto fue así por diferentes motivos: a algunas no podíamos llegar, otras creíamos que serían peligrosas a la hora de grabar… Mi objetivo era dar una visión de que, por un lado, el problema de las fiestas crueles en España no es un tema aislado sino que es una fiesta continua, con mucha variedad de contenido y animales y, por otro lado, quería sacar la cuestión del debate de los toros.

En ese sentido, llama la atención que en la película no hay rótulos que indiquen el lugar donde se desarrolla la acción, aunque se identifican diferentes escenarios. ¿Por qué decides hacerlo así?

Quería dar la impresión de estar en una única fiesta. Por eso el documental se llama Santa Fiesta, en singular. Lo que pretendo transmitir es que no es un problema de uno u otro lugar, sino que a lo largo del año, todos estos eventos se solapan por todo el territorio y tienen continuidad unos con otros. De hecho, podrías estar prácticamente todo el año de fiesta en fiesta sin volver a casa.

¿Los responsables de que esto ocurra están también a nivel nacional?

Por supuesto. Es muy importante no verlo como un problema de un pueblo en concreto. Todos debemos participar en su resolución y, en este sentido, debemos sacarlo del debate de los ayuntamientos. Yo creo que es una cuestión nacional, si bien es cierto que se ha avanzado tras las pasadas elecciones municipales: cada vez hay más ciudades que deciden cortar la financiación pública a estos festejos.

El documental refleja que la Iglesia católica es un eje de conexión entre muchas de estas fiestas. ¿Qué peso tiene?

La Iglesia se ha aprovechado de forma descarada de un tema en el que tenía que haber tenido una voz crítica. Si uno es estricto con sus mandatos éticos, no debería apoyar esto. Lo mantienen porque les viene bien para hacer adhesiones.

En el documental aparece una mujer con una camiseta en la que pone “un sentimiento, una razón, nuestra tradición”. La tradición es precisamente su razón para defender este tipo de fiestas.

La tradición es sinónimo de repetición. Si nos encontramos todos los viernes a la misma hora en el mismo sitio, al final diremos que este es nuestro encuentro tradicional. Pero en el momento en el que deja de repetirse, deja de tener valor como tradición. Las tradiciones son importantes en cuanto que nos hagan sociedades mejores. Si nos hacen más bestias no tienen ningún valor.

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