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“El TTIP anticipa el futuro: las empresas son dioses y los ciudadanos, meros consumidores”
Ekaitz Cancela, autor de "El TTIP y sus efectos colaterales", comparte con La Marea reflexiones y anécdotas acerca de su trabajo sobre el polémico tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos
Tras más de un año investigando y viajando por las principales capitales de Europa para entrevistar a decenas de altos cargos comunitarios, políticos de todos los signos y directivos de grandes multinacionales, el periodista baracaldés Ekaitz Cancela presenta este lunes en Madrid El TTIP y sus efectos colaterales (Planeta de Libros), un ensayo riguroso y de lectura dinámica apto para todos los públicos que descifra el contexto y los principales elementos del polémico acuerdo de libre comercio que negocian en secreto la Unión Europea y Estados Unidos. Unas horas antes de presentar su nueva obra en la Casa del Libro de Madrid, el autor recibe a La Marea.
¿Por qué decidiste escribir este libro?
Llevaba tiempo leyendo sobre el tema, de hecho publiqué el primer artículo sobre el TTIP en La Marea, sobre la influencia de los lobbies en este tratado. Hice mi trabajo de fin de carrera sobre el TTIP y un profesor me recomendó seguir investigando y sacarlo a la luz. Por entonces yo trabajaba aquí en Madrid, así que empecé a dedicar las noches al TTIP, después me fui a Bruselas para pasar unos meses y al final me quedé un año. Veía muchas críticas superficiales sobre el tema y me propuse explicar las bases para un un debate racional, pues el TTIP es un asunto fundamental. El libro es crítico con el tratado pero está escrito para que lo pueda entender cualquiera.
Las negociaciones del TTIP se llevan en secreto, ¿cómo llegaste a toda la información que aparece en el libro?
Me fui a vivir a Bruselas y comencé a asistir a todos los debates en el Parlamento Europeo. Acudía a todos los eventos sobre el TTIP, y allí conocí a lobistas, gente de think tanks y otras personas que accedieron a hablar conmigo off the record. Yo no soy experto en comercio, así que me empapé, leí muchísimo para entender cómo se relaciona con todo aquello a lo que estamos conectados y acudí a expertos y juristas que me ayudaron mucho. No fue nada fácil.
¿Recuerdas alguna anécdota que refleje el secretismo de la negociación?
Creo que el tratado tiene que ser discreto, no opaco, porque la opacidad confirma las sospechas que tiene la opinión pública. Tengo muchas anécdotas. Recuerdo que una vez hablando con una eurodiputada sobre la organización empresarial Business Europe, que representa a la CEOE entre otros, le sorprendía no tener documentos sobre la negociación que ellos sí tenían.
Hay voces que apuntan a una modificación de los tratados fundacionales de la Unión Europea. Si sucede, ¿cómo crees que afectará a la negociación del TTIP?
Dentro de poco es el referéndum constitucional en Italia, acaba de formarse gobierno en España, vienen elecciones en Francia, Alemania… Hay un contexto electoral que no deja hacer mucho hasta 2017 o 2018. Ahí llegará el TTIP y no creo que se vea afectado por la modificación de los tratados fundacionales, entre otras cosas porque en 2008 el Tratado de Lisboa le dio competencia plena a la Comisión Europea para negociar tratados comerciales. La cuestión es que algunos capítulos del TTIP no son solo competencia de la Comisión Europea, sino que chocan con los de los Estados miembros, y ahí es donde se desata el conflicto.
En una parte del libro dices “el TTIP, con sus mecanismos jurídicamente vinculantes, le ofrece a la nueva élite una oportunidad histórica para comenzar a ser flotante, como si se tratara de los dioses de la mitología griega…”
La Unión Europea, y el mundo, están inmersos en un proceso de transición. La extensión del comercio siempre ha servido para dar forma a las sociedades. Pasamos de sociedades cerradas a la sociedad global. Ahora todo es más líquido: ya no tenemos a Rockefeller, ahora tenemos a Microsoft, Facebook. Esto lo relata muy bien Zygmunt Bauman en Modernidad líquida. Pasamos de un capitalismo sólido a un capitalismo cada vez más líquido. El poder, para serlo, necesita no estar sujeto a ningún control. Por eso el TTIP y el TiSA plantean por primera vez una serie de mecanismos que siguen esa línea. Por ejemplo, a través de la cooperación reguladora, se permite a las empresas influir en la toma de decisiones antes incluso de que se produzca un debate político. O demandar a un Estado a través de los tribunales de arbitraje que se plantean. Lo que más interesa a las multinacionales es rodear el proceso legislativo desde etapas previas, intimidar. Quieren un mecanismo al que invocar cuando un Gobierno pretenda sacar adelante una ley que no les guste. Hay un ejemplo paradigmático de cómo están cambiando las élites: las empresas del Ibex. Mira Telefónica. Las empresas de telecomunicación piden como agua de mayo menos regulación , ya que no pueden competir con las empresas tecnológicas de Estados Unidos. Alvarez-Pallete, el nuevo presidente de Telefónica, lo ve así. Pedro Sánchez se equivocaba al decir que solo quiere vender ASDL y teléfonos. Telefónica, Deutsche Telekom, France Telecom están viendo la amenaza que representan las tecnológicas estadounidenses como Facebook, y pelean para estar sujetas al mínimo control posible, con los riesgos que eso conlleva para la privacidad del usuario, la neutralidad de la red, que es clave… Esos nuevos dioses luchan igual que lo hacían los de la mitología griega en el Olimpo, y el ciudadano paga con sus derechos como ofrenda. El TTIP es el primer desplazamiento hacia un horizonte en el que las empresas se convierten en dioses y los ciudadanos se convierten en meros consumidores.
En el libro hablas de cambiar las dinámicas comerciales…
Planteo cambiar las dinámicas comerciales, y se puede hacer. Cambiaría la orientación del tratado para que no sea una herramienta geopolítica para aislar a China, sino para que sea una alianza moral que favorezca a los perdedores de esta aceleración económica y social, poniendo al mismo nivel a los 800 millones de personas que engloba el tratado, creando cláusulas de oro que eleven los estándares sociales y ambientales… Que todo el tiempo invertido en esta negociación permita hacer sistemas fiscales más justos a ambos lados del Atlántico. Esto no puede suceder si los gobiernos nacionales pierden la capacidad de decidir la política laboral, regímenes fiscales, etcétera.
¿Cómo valoras la postura de la izquierda a nivel europeo frente al TTIP?
Creo que la izquierda no analiza de forma correcto los retos que llegan: la necesidad de un ideal común hacia el que avanzar, la omnipresencia del capitalismo y la globalización, o lo que supone la tecnología en ese contexto. Ya no estamos ante un neoliberalismo con unos principios doctrinales, ahora es un recurso pragmático. Creo que la izquierda debe dejar de luchar contra guerras que perdieron sus abuelos. Mira, ahora mismo el gran referente es Varoufakis. Durante un evento en Bruselas le pregunté sobre los planteamientos de su proyecto para 2025 para hacer frente a China y solo me dijo que está en contra del TTIP y el TPP. No hay un plan, no basta con estar en contra de la globalización, y no es la izquierda la única que puede encabezar esto. Habrá que abandonar tabúes y tejer alianzas con otras fuerzas si quiere crear una coalición política que tome el control y construya una idea conjunta de progreso. De lo contrario, lo harán las fuerzas industriales, ya sean económicas o tecnológicas, que no están sujetas a la evidencia democrática.
Partidos de ultraderecha como el Frente Nacional y otros de izquierda como Podemos coinciden en su rechazo al TTIP…
Las élites políticas consiguen que aceptemos que solo podemos elegir entre libre comercio o proteccionismo, y eso no es correcto, no hay solo dos opciones. Tanto el Frente Nacional como Podemos critican una misma brecha del orden liberal, pero la gran diferencia es que el primero tiene un plan: proponer volver a los años sesenta-setenta, y eso es totalmente inviable.
¿Y qué efectos podría tener el TTIP sobre la geopolítica española?
Antes de nada, fíjate en la formación del gobierno de Mariano Rajoy. Un ministro de Exteriores que no tiene intención de ir a Bruselas a hacer política. Se trata de colocar a un reputado diplomático en la capital europea para hacer frente al independentismo catalán, ya que, en último término, todo acaba allí. Eso dice mucho de la política exterior de España. Con el TTIP, el lugar de España en Europa y en el mundo es cada vez menor.