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“El concepto de ‘segunda generación’ es estigmatizante y genera exclusión”
El psiquiatra Nabil Sayed-Ahmad Beiruti es agnóstico, pero por su origen y su trabajo comprende íntimamente la religión musulmana. Lleva en España desde 1970.
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Nabil Sayed-Ahmad Beiruti es psiquiatra. Nacido en Damasco, criado en Alepo (Siria) y afincado en Roquetas de Mar (Almería), lleva en España de 1970, donde llegó para estudiar medicina en Valencia y especializarse en Córdoba. Nabil se jubiló hace unos meses, pero ha ejercido como psiquiatra asistencial durante la mayor parte de su carrera, sin menoscabo de la investigación. Se ha especializado en el proceso migratorio y las comunidades migrantes. Es agnóstico, pero por su origen y su trabajo comprende íntimamente la religión musulmana.
¿Cómo puede afectar la xenofobia a la salud mental de las personas migrantes?
La xenofobia es una manifestación más de la estigmatización y la marginación. Cualquier persona en una situación de rechazo o marginación corre riesgo de marginación social, y la xenofobia supone un plus de estrés continuado, crónico e intenso. Cuando hablamos de salud mental, nunca hay una causa única. Las enfermedades mentales siempre son multívocas. Al discurso del odio tenemos que añadirle la exclusión social, la pobreza, la falta de vida digna, de trabajo digno o vivienda digna. Todo esto produce una situación de estrés que genera un estado de ansiedad, que a su vez puede devenir en distintos tipos de enfermedades mentales, sobre todo estados depresivos, ansiosos e incluso, en situaciones extremas, si la persona se rompe, puede suponer crisis o situaciones psicóticas. Por supuesto, esto depende también de la persona, de las vivencias del sujeto, de su historia personal y de sus capacidades resilientes.
¿Hay diferencias en estas patologías entre los migrantes y otros grupos marginados?
No. Aparecen en cualquier grupo que sufra rechazo y marginación. La inclusión de la comunidad gitana, por ejemplo, es una asignatura pendiente de la sociedad española. En cualquier caso, los procesos de adaptación, de integración e inclusión social, de mestizaje cultural, son bidireccionales. No solamente dependen del grupo mayoritario, aunque este tenga más responsabilidad por ser más numeroso, sino que las minorías también tienen que poner de su parte en su proceso de adaptación y de inclusión.
¿Qué diferencias ves entre la comunidad musulmana y otros grupos migrantes que quizás no tienen ese elemento unificador religioso?
La religión musulmana es como cualquier religión, como la cristiana. Dentro de la religión musulmana hay muchos grupos, muchas diferencias en cómo desarrollan ese sentimiento. Esto es algo que salta a la vista, por ejemplo, en la comunidad subsahariana, que es también mayormente musulmana. Vemos que ellos viven de diferente manera la religión, por ejemplo, a como se vive en la comunidad norteafricana. Muchas veces el discurso es muy homogeneizador, y yo siempre insisto en que las poblaciones, las personas y los grupos humanos somos heterogéneos.
¿Se nota una diferencia en cómo afecta a la salud mental el discurso del odio en la primera generación migrante y generaciones posteriores?
Aquí me has tocado la fibra sensible. Rechazo tajantemente el término “segunda generación”. Aunque está extendido a nivel científico y a nivel mundial, para mí es un concepto estigmatizante que genera exclusión. ¿Cuántas generaciones tienen que pasar para que se empiece a considerarlos españoles? La situación de los niños y adolescentes es especial. Es un grupo de especial riesgo y sensibilidad. El término “segunda generación”, para mí, es un término equivocado que lo único que consigue es estigmatizar a las personas, siempre llamándoles los “otros”. Eso es lo que les puede empujar a situaciones ambivalentes, de rechazo y de crisis de identidad. Ese es el caldo de cultivo de grupos radicales, incluso yihadistas, que aprovechan que, como formación reactiva, los jóvenes en esa situación pueden desarrollar un sentimiento religioso hipertrofiado.
La religión, queramos o no, es importante incluso para personas que no son religiosas, porque es una parte clave de la formación de identidades a lo largo de generaciones. Estamos viendo el resultado del discurso de la “segunda generación” en Francia y en otros sitios. España tiene ahora la oportunidad de no caer en esa trampa. Son personas que serían migrantes si volviesen al país de sus padres o sus abuelos, no en el país donde han nacido. Sin darnos cuenta caemos en “el otro”, y eso perpetúa el rechazo y el riesgo del que hablábamos antes.
¿Se ha notado un cambio en cómo el estrés afecta a la comunidad musulmana desde que el término “islamofobia” entró en la agenda pública tras los atentados de Charlie Hebdo?
La islamofobia existía ya antes. Era uno de los fantasmas que recorrían Europa, desde las posturas de sectores que hablaban de choque de civilizaciones y conceptos de ese tipo. Sigue siendo una manifestación de racismo, cultural en este caso. El discurso de razas está desapareciendo. Nadie con dos dedos de frente puede decir “mi raza es superior a la tuya”, así que ahora surge otro tipo racismo, que yo llamo neorracismo cultural, que afirma que “mi cultura es superior a la tuya”.
Hablar, por ejemplo, de terrorismo islámico es, para mí, algo equivocado. Los países musulmanes sufren más este tipo de terrorismo, y ellos lo llaman terrorismo yihadista. Aquí en España tenemos el ejemplo. Al terrorismo de ETA, si lo llamamos terrorismo vasco, sugiere vascofobia. Lo vemos en los medios de comunicación, cada vez que hay un atentado aparece alguien diciendo “los musulmanes no somos todos terroristas”, que es lo mismo que antes decían los vascos.
Es cierto que la islamofobia no es algo nuevo, pero también que lleva desde los atentados de Charlie Hebdo ocupando un lugar prominente en el discurso de los medios de comunicación. ¿Cómo ha afectado este discurso a la salud mental de la comunidad musulmana en su zona?
No he visto que haya afectado directamente. Como te digo, las enfermedades mentales no las provoca un sólo factor. No obstante este es un factor más de rechazo, de estigmatización y marginación. Por lo tanto, supone un aumento del estrés, porque existe el miedo a ser considerado terrorista.
¿Surge el miedo también en los padres de adolescentes a que sus hijos puedan radicalizarse?
Sí. Cuando ejercía, traté a muchos adolescentes, y algunos de ellos venían acompañados por sus padres. Uno de ellos, recuerdo, era incluso imán de mezquita, y estaba preocupado por la posibilidad que su hijo se radicalizara. Había notado cambios en su comportamiento, y era un chico que ya tenía problemas mentales graves. Sin embargo, creo que esto es algo que haría cualquier padre, musulmán o no. Si observa cualquier comportamiento raro en su hijo, estaría preocupado por lo que ve y oye en los medios de comunicación. Para mí, esto es una asignatura pendiente. Hay que trabajar mucho en el sector de la educación con los niños y adolescentes. Es fundamental.
¿Afecta más el discurso del odio a los niños y adolescentes?
Claro, porque están en fase de formación de la socialización. Toda actitud negativa puede resultar nociva o incluso, a veces, atractiva para ver qué está pasando. Los chicos y las chicas se ven atraídos porque se habla mucho del tema, y piensan “voy a ver lo que pasa”, y se meten en las páginas webs donde no deben, a una edad en la que son más vulnerables.
¿Qué medidas crees que son necesarias para ayudar a la gente cuya salud mental está siendo afectada por estos discursos?
Yo soy más de medidas preventivas. A nivel de medios de comunicación, por ejemplo, hay que elegir bien el lenguaje. No hablar, por ejemplo, de terrorismo islamista sino de terrorismo yihadista. Usar mejor los adjetivos. Por ejemplo, es mejor hablar de fenómeno migratorio, y no de problema migratorio. Eso por no mencionar los medios que hablan de “avalanchas” o “riadas” de inmigrantes.
Y a nivel preventivo, hay que trabajar mucho a nivel estatal con programas de atención a la población migrante. También prestar mucha atención a los grupos de niños y adolescentes, colaborando con los centros y las AMPAS en el contexto educativo, así como tener perspectiva de género y trabajar con las mujeres, sobre todo porque muchas de ellas están en situación de maltrato de género.
Otras medidas interesantes son los encuentros interculturales, en colaboración con las asociaciones de inmigrantes, con ONG. Crear un ambiente de encuentro, como son las fiestas o el deporte. Todo puede evitar problemas mayores. Lo cual no quita que las personas enfermen, pero hay que eliminar factores de riesgo.
Lo económico está en la base también: asegurar un trabajo digno, una vivienda digna. Incluso la islamofobia es diferente ante una persona pobre que ante una persona rica. Lo peor que puede pasarle a una persona es ser mujer, negra y pobre. A los jeques que hay en Marbella hay colas para besarles la mano.