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Tailandia, un país sumido en la incertidumbre tras la muerte de su rey

Bhumibol Adulyadej falleció la semana pasada tras siete décadas de reinado. El heredero no ha asumido aún la Corona

BANGKOK/ El patio central del hospital Siriraj, el más antiguo y grande de Tailandia, estaba abarrotado en la tarde del jueves 13 de octubre. Miles de personas, la mayoría vestida de rosa pálido o amarillo intenso, dos de los colores ligados la monarquía en Tailandia, rezaban y cantaban al unísono una melodía conocida por todos: el himno real. En una de las habitaciones del centro sanitario, yacía, entonces ya muerto – algo que la multitud aún no sabía – el que había sido rey de Tailandia durante las últimas siete décadas.

A las siete de la tarde, la Casa Real hizo el anuncio oficial. Bhumibol Adulyadej, también conocido como Rama IX, había muerto tres horas antes. Los cánticos volvieron con más fuerza y cada vez más empañados con lágrimas. “Él era nuestro corazón”, gimoteaba Kanda Samsuwan, una vendedora de instrumentos de música que había ido al hospital tras conocer la muerte del monarca. Tailandia acababa de perder a un monarca que era venerado por la mayoría de la población y que había dado estabilidad a un país políticamente convulso.

La hoja de ruta a seguir después del anuncio parecía clara. Horas antes de que la noticia fuera confirmada, cuando muchos ya la sospechaban, la Asamblea Nacional había convocado una reunión de urgencia para esa misma noche. Todo parecía preparado para, tras la muerte de Rama IX, proclamar nuevo rey a su único hijo varón, Vajiralongkorn, como Rama X. Sin embargo, esa misma noche, el primer ministro del país, el general Prayuth Chan-ocha, en el poder desde el golpe de Estado de mayo de 2014, hacía un anuncio inesperado a la prensa: “ [ Vajiralongkorn] es el heredero. Pero le gustaría tener algo de tiempo para llorar [a su padre], junto al pueblo de Tailandia”, dijo Prayuth.

Vajiralongkorn no fue oficialmente nombrado Rama X esa noche – y probablemente no lo será, según ha anunciado Prayuth, hasta dentro de un año -, lo que ha dejado a Tailandia en una situación histórica excepcional: sin rey. El protocolo a seguir ya no estaba tan claro. La legislación tailandesa describe el procedimiento cuando no hay heredero, pero no cuando éste decide no asumir sus funciones.

La decisión del príncipe heredero ha abierto muchos interrogantes sobre la deriva política del país, aunque apenas se discuten en los medios locales o entre los tailandeses. La draconiana ley de majestad que impera en el país, y que prevé penas de cárcel de entre 3 y 15 años para quien “difame, insulte o amenace al rey, la reina, el heredero o el regente”, ha mantenido cualquier debate referido a la monarquía fuera de la esfera pública y ha alimentado los rumores.

La sucesión en el trono tailandés ha sido precisamente uno de los temas favoritos entre los chismes populares. Vajiralongkorn, segundo de los cuatro hijos de Bhumibol y la reina Sirikit, fue nombrado oficialmente heredero en 1972. Sin embargo, su hermana pequeña Sirindhorn, conocida como Phra Thep o “Princesa Ángel”, ha gozado tradicionalmente de mayor popularidad entre los tailandeses que su hermano y varios sectores la preferían como candidata al trono. Entre ellos se cree que están los mismos golpistas que tomaron el poder en mayo de 2014 con el supuesto objetivo de controlar la sucesión.

Otro de los supuestos enemigos del príncipe heredero sería Prem Tinsulanonda, antiguo primer ministro y mano derecha de Bhumibol durante 40 años, quien ha sido además designado regente en el periodo de duelo del príncipe. Prem, como presidente del Consejo Privado del Rey, era la persona prevista por la ley para asumir las funciones del monarca cuando éste no pudiera desempeñarlas, por lo que la decisión del príncipe, anunciada no obstante por el primer ministro, ha provocado aún más interrogantes.

¿Vuelta a la democracia?

Desde el anuncio de luto del príncipe, el gobierno ha intentado reducir la incertidumbre sobre las consecuencias políticas del vacío en el trono. “Uno de sus comentarios más importantes [del príncipe] es que pidiéramos a la gente que no tuviera dudas o se preocupara por los asuntos de gobierno, incluida la sucesión real”, aseguró Prayuth tras una reunión con el heredero.

Pero la sucesión no es la única incógnita abierta. Otra de las principales dudas es qué ocurrirá con la Constitución que fue aprobada en referéndum el pasado mes de agosto, pero que aún no había recibido la sanción real. Si se siguen los planes del gobierno de aprobarla a mediados de noviembre, entonces tendrá que ser el regente Prem quien la firme. Si se espera al nuevo rey, algo poco probable, habría que esperar más de un año.

Aunque se ratifique la Constitución en noviembre, tampoco se sabe qué ocurrirá con las elecciones que estaban previstas para finales del próximo año y que supondrían la vuelta a un gobierno civil. El portavoz del gobierno, Sansern Kaewkamnerd, aseguró a la prensa que no serían pospuestas como ya ha ocurrido anteriormente. “Podemos estar tristes, pero no podemos permitirnos perder nuestro amor por el país”, aseguró el oficial. Las elecciones no significarán, sin embargo, el final del poder militar en Tailandia, que está bien asegurado en la nueva Constitución. “No hay luz al final del túnel en términos de desmilitarización [que pueda ocurrir] pronto”, aseguró el analista Paul Chambers a la agencia AFP.

La muerte del rey también podría cambiar el rumbo del conflicto político que ha dividido Tailandia durante la última década en dos grupos, los camisas rojas y los camisas amarillas, ahora que han perdido su elemento de unión. Aunque Bhumibol, al contrario de lo había hecho en conflictos anteriores, apenas intervino en las disputas entre ambos grupos – probablemente porque su salud le impedía tomar parte activa en la vida política -, para muchos era el único que podía evitar otro capítulo como la represión de los camisas rojas en 2010, que se saldó con 92 muertes, fundamentalmente de manifestantes.

Mientras se despejan las incógnitas, Tailandia sigue llorando a su rey muerto. Las calles se han vestido de negro y miles de personas siguen acudiendo cada día al palacio real para presentar sus respetos al único rey que la mayoría de ellos han conocido.

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