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Una nueva generación con ideas propias

Nacidos en Marruecos y afincados en España desde hace años, Ben Zahra y Nabila Boumediane aceptan con naturalidad la diversidad de la sociedad en la que viven y trabajan.

Alejados de prejuicios y etiquetas, reivindican sus tradiciones sin estridencia ni radicalismo. Los hay religiosos, pero también ateos y apolíticos. Son una nueva generación de hombres y mujeres con ideas propias, en algunos casos rompedoras y opuestas a estereotipos. Testimonios que muestran una variedad de pensamientos y sensibilidades, como demuestran el actor Ben Zahra (Casablanca, Marruecos, 1968) y la filóloga Nabila Boumediane (Tánger, Marruecos, 1979).

«Nosotros también somos víctimas del terrorismo»

«Yo estaba en contra de emigrar». Ben Zahra llegó a España casi por casualidad hace 24 años –»la mitad de mi vida»–, y aún recuerda cuando veía a sus compatriotas llegar de Francia o Inglaterra con coches caros y la cartera abierta. Empezó a actuar en Marruecos y en una gira teatral aprovechó para pedirle un visado al cónsul español. Consiguió el documento y puso rumbo al norte con la mirada puesta en su tierra. «Si vuelves, ¿qué futuro tienes aquí?», le espetó su familia cuando quiso dar marcha atrás, no sin antes recordarle la suerte que tenía por haberse librado de cruzar en patera.

Ben Zahra se siente bien en España y la generosidad que recibe le hace recordar a su tierra natal, aunque también encuentra semejanzas entre ambas «culturas hermanas» en otros temas menos agradables: la corrupción, el abandono escolar, el machismo… Por supuesto, no todo fue un camino de rosas para este marroquí de apariencia juvenil y trato cercano obsesionado con la gramática española (cosas de haber estudiado Filología Hispánica). Tal es su relación con la lengua de Cervantes que no desaparece de su mente aquel día en la Universidad Autónoma de Madrid, cuando una profesora cuestionó la redacción de su tesis de máster y él respondió: «Si encuentra usted un solo fallo de gramática, me voy de esta universidad». «Cuando ocurrió lo de Atocha [el 11-M] me temí lo peor, pero el pueblo español demostró un grado de consciencia enorme, demostró que es un país diferente». «Nosotros también somos víctimas del terrorismo, porque los yihadistas consideran que un musulmán que paga impuestos en un país extranjero es un traidor que merece la muerte», advierte.

La vida de este actor echó raíces profundas en Almería y en Madrid, donde más tiempo ha pasado. Asegura que ya le dan igual los estereotipos, quizás porque los ha visto y padecido a ambos lados del Mediterráneo. Aquí les llaman moros, «allí nos llaman baraka, algo así como ‘harapiento’, una huella que el pasado humilde de España dejó en el árabe dariya, la variedad marroquí», explica. «Hasta los años 70 aquí se prohibía la minifalda, mientras que en Marruecos estaba permitida», recuerda.

«Algunos dan por hecho que soy sumisa por ser marroquí»

Nabila Boumediane llegó a España hace 13 años, donde ya tenía medio pie antes de que le dieran luz verde en la Universidad Complutense para terminar su doctorado en Filología Hispánica. Recuerda que, como muchas otras familias marroquíes, en su país sintonizaba los canales de televisión españoles para no perderse programas como El Juego de la Oca o Tutti Frutti y sus legendarias bailarinas, las Mama Chicho. Nabila ríe mientras recuerda aquellos momentos de su infancia. «A muchas amigas españolas sus padres no les dejaban ver la tele a esas horas, pero a mí sí y no me lo perdía», alega Nabila para evidenciar que tanto allí como aquí hay familias más o menos conservadoras. En su Tánger natal era frecuente escuchar conversaciones en castellano, incluso dentro de casa, pues su madre también domina el idioma.

Nabila es una joven activa y comprometida en el plano social. Dedica gran parte de su tiempo a, por ejemplo, dar vida al Círculo Cultural Hispano Marroquí, un lugar de encuentro abierto y plural en Madrid. Por eso le molesta el infantilismo con que, a menudo, se observa a la mujer musulmana desde este lado del mundo. «Hay gente que da por hecho que soy una mujer sumisa por ser marroquí», lamenta. También se siente decepcionada cuando alguien de su entorno le reprocha frases del Corán que, interpretadas al pie de la letra, asustan a cualquiera; o cuando le toca vivir el machismo con forma de reproche tanto en su país natal como en España. «Me preguntan, ‘¿es que no te vas a casar?’, como si fuera una obligación», explica.

Ahora trabaja en el Real Automóvil Club de España, donde su perfil políglota le permite atender a ciudadanos de todo el mundo. Esta joven musulmana y practicante disfruta cuando habla de su cultura y responde a todas las dudas sobre el mundo árabe e islámico, pero no puede evitar sufrir cuando vienen cargadas de estereotipos. «Hay gente incluso en la universidad que me ha asegurado que en Marruecos si eres rubia, te raptan para venderte en el zoco». Su vida es un ejemplo de una de las ideas que defiende: que su religión no supone problemas para la integración.

* Estos dos testimonios aparecen en el número 42 de la revista mensual La Marea.

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