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Somos trabajadores, no héroes

Un empleado del colectivo de bomberos forestales en Castilla y León reivindica unas condiciones laborales dignas en el sector, y que se dote de presupuesto y estabilidad al colectivo.

Vista del incendio de Porto do Son desde el monte de A Curota (A Coruña). Foto: Ruth Montiel Arias

En pocos días se terminará la campaña de incendios en Castilla y León, y con ella el contrato de la mayoría de los cientos de trabajadores y trabajadoras que componemos el dispositivo que la Junta pone en marcha para luchar contra esta lacra que asola nuestros montes cada verano.

Atrás queda una primavera lluviosa que dejó abundante vegetación y un verano especialmente caluroso que la secó, y con ello los numerosos incendios que han asolado la comunidad. Verano desgraciadamente prolífico en monte quemado y aunque no ha estado marcado por las movilizaciones del sector como el pasado (especialmente del colectivo BRIF), los problemas del dispositivo han sido los mismos. A pesar de las denuncias de incumplimiento de las jornadas laborales (más horas que las legales), de la denuncias de ilegalidad del dispositivo como tal, nada ha cambiado salvo promesas de inversiones y parches como las cuadrillas nocturnas en algunas provincias.

El incendio que el pasado 12 de septiembre calcinó 3.000 hectáreas de monte, junto a varias casas, naves y otras propiedades en los municipios de Fabero, Peranzanes y Páramo del Síl ha reabierto el debate acerca de las condiciones laborales en el sector forestal y del dispositivo en sí. Al ver las imágenes del mismo y la laboriosidad con la que se afanaban los trabajadores/as, muchas conciencias se han removido.

A partir de ahora se pone en marcha lo de siempre. La Junta de Castilla y León hablará de los medios que ha puesto a disposición, los trabajadores y trabajadoras nos quejaremos con razón de las condiciones del dispositivo, habrá expertos que nos explicarán las condiciones de un verano cálido y seco o que las negligencias fueron las causantes, algunos partidos hablarán del presupuesto escaso para un verano de estas características, etc. Desde ya se reabrirá el debate público sobre la protección del monte, la lucha contra el fuego, la condición de las cuadrillas, etc. En la ecuación nunca se incluye el invierno, y esto es fundamental para entender dos cuestiones.

Hay muchos y muchas que conocen la famosa expresión «los incendios se apagan en invierno». Las labores de prevención son importantísimas: limpieza, cortafuegos, arreglos de pistas, puntos de agua, accesos, etc. Por otro lado está la cuestión laboral. Cientos de trabajadores y trabajadoras (emisoristas, autobombas, equipos aéreos, torretas, helitrasportadas, de tierra…) que trabajan para la Junta o subcontratas privadas (la mayoría) para los que parece sólo existir una estación, el verano. Estación en la que se nos hace visible, se nos contrata y, acabado, se nos empaqueta hasta el verano siguiente.

La opinión pública está dividida entre quienes valoran nuestro trabajo y nos catalogan de «héroes» por el esfuerzo, lo arriesgado de la profesión y la labor social realizada; pero no faltarán quienes nos defenestran como «villanos», acusándonos de tener intereses cuando no, directamente, de quemar el monte.

Vaya por delante que quienes tienen intereses y se benefician de la quema del monte no somos los bomberos forestales, sino posiblemente estén entre quienes desde un despacho con aire acondicionado en alguna capital dictan las leyes de suelo o de montes, de quienes desde otro compran y venden madera a precio de saldo o recalifican el suelo para diferentes operaciones. El perfil de quien se beneficia del monte es más parecido a quienes llevan gomina y corbata que a quienes portamos funda, batefuegos y mochila.

Pero independientemente del debate anterior -es necesario salir de eso-, los bomberos forestales no queremos ser los héroes del verano (tampoco los villanos). No queremos ser el centro ni de los parabienes en una conversación de piscina (ahora que se cierran) ni del aplauso cínico de un representante de la Junta tras otra tragedia más. Nos conformamos con que se reconozca la categoría de bombero forestal (con los derechos a ello asociado), se dote de presupuesto y estabilidad, se fije a la gente a las bases, se nos garantice algo más de tres meses de trabajo al año, entre otras cosas. El apoyo, la dignidad o la valoración se conceden mejor desde la mejora real de las condiciones que desde las declaraciones altisonantes. Las palabras se las lleva el viento…

Es necesario que pasemos de lamentarnos por las tragedias y valorar el trabajo de quienes luchan contra ellas, a poner los medios para proteger al monte y sus trabajadores. Tenemos la mala costumbre de comer, vivir y querer trabajar también durante el invierno. Al fin y al cabo somos trabajadores, no héroes.

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