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Islam y España: un mestizaje que no cesa
La huella histórica del Islam es profunda y el viaje de ida y vuelta no ha finalizado todavía.
En los años 50, en plena posguerra, el debate sobre el ser español alcanzó su cima intelectual. Lo protagonizaron Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz, ambos exiliados. El primero defendía la singularidad española desde la intrincada convivencia de siglos con judíos y musulmanes. El segundo sostenía que la identidad era anterior y prehistórica, una esencia a prueba de milenios. La polémica se inició en 1948 y duró lo mismo que las vidas de sus dialécticos.
Más allá de controversias, lo islámico, árabe y bereber ha dejado una huella visible en la península Ibérica, donde en el año 711 cerca de 7.000 soldados árabes, bajo el mando de dirigentes musulmanes del Califato Omeya de Damasco, cruzaron el Estrecho de Gibraltar y conquistaron a los visigodos sin apenas usar las armas. En 15 años, cinco millones de habitantes se hicieron musulmanes. Había nacido Al-Ándalus. Más adelante, en los siglos XI y XII, la disolución del Califato Omeya de Córdoba en reinos de taifas propició la paulatina conquista cristiana, junto a una coexistencia fundamentada en la dominación.
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