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Elecciones vascas (III): una agenda política incompleta

Hay elementos de la agenda política vasca que esta legislatura aún no se han concretado. El lehendakari Urkullu no tiene ninguna prisa por plantear un referéndum.

BILBAO // «Con Urkullu en Ajuria Enea nunca va a ocurrir lo que pasó con Juan José Ibarretxe. El PNV aprendió la lección: perdieron las elecciones cuando Batasuna quedó ilegalizada». Quien así se expresa es Pedro José Chacón, analista e historiador del pensamiento político, para quien la presencia de Podemos en el próximo Parlamento vasco servirá para cambiar definitivamente una política demasiado viciada tras 40 años de terrorismo.

«La gente quiere pasar página y esa opción es oxígeno al no tener hipotecas con el pasado violento para un amplio sector de la izquierda abertzale pero también del nacionalismo moderado y del PSE», añade. Pero hay varios elementos emocionales de la agenda política vasca que aún no han sido concretados. De hecho, siguen pendientes desde el inicio de la anterior legislatura.

Con 27 escaños de 75 posibles y el aliento de una crisis financiera abisal resoplando en la nuca, Iñigo Urkullu comenzó a gobernar hace 4 años siempre con el apoyo del PSE y, cuando lo necesitó, también del resto de fuerzas políticas en base a tres ejes fundamentales. El primero se centró, obviamente, en reactivar la golpeada economía vasca preservando los rescoldos del Estado del Bienestar y estimulando el empleo. El segundo era fortalecer la paz pero, sobre todo, comenzar a sumar testimonios de todos los bandos para escribir el relato de la memoria de los años del plomo que tan sangrantes dividendos se cobró por estas tierras. Y el tercero fue la promesa de realizar una «consulta» para transformar el marco estatutario actual «en una confederación de Estados forales vascos junto a Navarra».

Desde entonces, han transcurrido 1.400 días sin que nada relevante haya sucedido. Más bien existe la sensación de que el PNV ha dejado pasar el tiempo con una sonrisa despreocupada y la naturalidad con la que los grandes generales del pasado invitaban a sus rivales derrotados a un whisky en su tienda de campaña. «Ha sido una legislatura gris, sin sobresaltos, muy del estilo de los nacionalistas para evitar problemas inesperados y pactando con unos y otros, según los temas. Es posible que también lo necesitara la sociedad tras tanto tiempo de presión por parte de ETA pero han sido cuatro años de gestión inminentemente tecnócrata y muy oscura», considera el sociólogo Imanol Zubero.

Urkullu ha rescatado de nuevo el asunto pendiente del referéndum, algo que para Bildu será crucial de cara a los próximos años y quien sabe si también para ablandar su rígida posición para amargarle la vida al PNV. Ya lo dijo Otegi: «Tengo envidia sana de Cataluña, de su proceso y de la manera de implicarse de un partido de derechas como es CiU. Al PNV le noto demasiado preocupado en no enfurecer al gobierno de España».

No le falta razón al líder independentista vasco. La consulta no es hoy algo urgente para los jeltzales. Mientras la economía vasca navega, mal que bien pero sin los maremotos corruptos que hunden naves al sur del río Ebro, las reformas políticas pueden esperar. No hay prisa en un PNV absolutamente consciente de que ahí se encuentra una de las llaves que puede sostener su inmenso poder institucional ante la aparición inesperada de nuevas fuerzas y que no es otra que seguir desvalijando el electorado más moderado del PP alavés, especialmente el de Vitoria.

«El referéndum es, posiblemente, en lo último que está pensando Urkullu. Mareará la perdiz todo lo que pueda e intentará arreglar el tema de los presos, su acercamiento al País Vasco. En todo caso, ha dejado muy claro que su apuesta es la ‘bilateralidad’, es decir, trasladar la metodología del concierto económico, el acuerdo sobre su aportación al Estado, a una especie de concierto político en el que Euskadi y España negocien de igual a igual, como lo hacen para fijar el cupo en el régimen de conciertos», explica Chacón.

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