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“Muchos días me he levantado sin saber dónde iba a dormir”
Tras el dossier ‘A mi bola’, numerosas mujeres se han puesto en contacto con ‘La Marea’ para publicar sus experiencias y sensaciones viajando solas. Bárbara, de un pueblo minero de Asturias, recorre el mundo desde los 25 años.
Aquí puedes leer el dossier completo ‘A mi bola’
Mi nombre es Bárbara Bécares, tengo 31 años, soy asturiana y desde que tengo 25 años viajo sola. Mi rutina de vida consiste en pasar varios meses del año (entre 6 y 9) en otro país o región del mundo y luego otra larga temporada (véase de entre 4 y 6 meses) en mi casa con mi familia y amigos de siempre. Soy periodista, trabajo on line y ahora mismo estoy viviendo/viajando por México. He vivido/viajado 4 meses en Bosnia y 8 meses en Marruecos, viví tres meses en Vietnam, viajé otros tres por diversos países del Sureste asiático, estuve 8 conociendo Colombia y el pasado año, pasé 9 meses con mi mochila por diversos lugares de Suramérica.
Soy de un pueblo minero y mi familia nunca viajó. Tuve que esperar al viaje de estudios para poder salir de España. Cuando la Universidad me dejó libre yo ya sabía que quería recorrer el mundo y aprender idiomas, pero no sabía cómo hacerlo. Hasta que me salió la posibilidad de ir a Macedonia a hacer un proyecto de voluntariado europeo. Fue la primera vez que recorrí países y ciudades sola con mi mochila, yendo de un lugar a otro de la antigua Yugoslavia y procurando pasar las noches en los buses para ahorrarme el alojamiento (que no recibíamos mucho dinero de la Comisión Europea). Ahí me di cuenta de que viajar no era peligroso como nos habían dicho (¡ay, los nervios que pasé antes de mudarme a Macedonia pensando en los peligros que me podría encontrar!). Y de que, a pesar de que en los medios solo vemos catástrofes, la vida normal en los países extranjeros es mucho más simple de lo que a veces pensamos.
Poco después comencé a trabajar on line para un medio de comunicación. Trabajaba pocas horas y ganaba muy poco, pero lo suficiente para vivir sin lujos. Me mudé a Bosnia sola, y aprendí que con un mundo lleno de gente es imposible estar sola. Y que cuando conoces un país y aprendes de su cultura, te das cuenta de lo poco que este tiene que ver con tus prejuicios iniciales. De hecho cuando unos meses más tarde me quise ir a Marruecos a conocer su cultura y aprender su idioma, recibí advertencias horribles sobre lo que iba a encontrar. Y básicamente lo que encontré fue la mayor lección de mi vida sobre generosidad, sobre compartir todo lo que uno tiene y sobre cómo ser agradecido todos los días a pesar de no tener muchas comodidades.
Hace unos días me preguntaban: ¿qué es lo peor de viajar sola? Sin duda es el acoso. Me cansé de hombres hablándome en la calle, siguiéndome para que les respondiera (he desarrollado una enorme capacidad para no enterarme ni de cuando me hablan o me lanzan besos o improperios). En Vietnam me tocaron un pecho y se dieron a la fuga en moto, en Costa Rica o Malasia encontré hombres que se comenzaron a masturbar frente a mí, en Marruecos se me acercaron a besar (con cuidado y tímidamente, eso sí) o me dieron su teléfono hombres de todas las edades y aspectos físicos. Siento que el tan extendido y ahora accesible porno, que muestra a unas extranjeras con ganas de sexo constante y con cualquiera, hace pensar que las viajeras queramos acostarnos con todo aquel que nos lo proponga.
Descubrí que no basta con decir que no quieres saber nada de esos hombres maleducados. Sino que tienes que decir que tienes novio, pero que «ahora no ha salido conmigo porque está cansado». Me han propuesto matrimonio varias veces, como para sacarme de esta condena mía que parezco padecer de tener que ser soltera y viajar sola. Tengo un anillo en mi anular que me regaló mi madre y que es muy útil para paliar el acoso. Porque, tristemente, decir que soy feliz estando sola (soltera) y que no tengo el menor interés en hablar con ellos, no es suficiente. Solo la presencia de otro hombre (imaginario) puede ayudar a librarme del acoso.
En el pasado, desde muy joven, siempre he usado muchos escotes y minifaldas, pero me he dado cuenta de que si no salgo con amigos a pasear (preferiblemente hombres) los evito. Por pasar más desapercibida. Hace unas semanas estuve quince días viajando con un amigo por el Caribe mexicano. Nadie me molestó en ese periodo. Sin embargo, dos minutos después de despedirme de él, cuando se subió en un taxi camino al aeropuerto y quedé sola, mientras esperaba para cruzar la carretera, un señor paró su coche a mi lado para lanzarme besos y decirme algo que mis oídos prefieren ya no escuchar.
Lo mejor de viajar sola es todo lo demás. Si estás sola, estás más abierta a conocer gente que cuando viajas con amigos, da más pie a entablar nuevas conversaciones. Y las personas que vas conociendo tratan de sobreprotegerte. A veces puede ser pesado. Pero tiene una parte muy buena: estas personas no tienen reparos en meterte en su círculo cercano, en sus casas, de invitarte a sus excursiones o actividades. Y eso ayuda mucho en mi propósito de conocer culturas nuevas. Y de hacer buenos amigos. De quitar mis prejuicios hacia otras formas de vida y de poder comprender el porqué de algunos comportamientos que en principio podrían parecerme raros. Conozco constantemente a gente maravillosa y he aprendido que las personas somos muchísimo más similares unas a otras de lo queremos pensar, vengamos de donde vengamos: nuestras aspiraciones y sueños, nuestras frustraciones y preocupaciones, no varían mucho.
Otra cosa increíble es la libertad que tengo. Gracias a que mi trabajo también me lo permite. Muchos días de mi vida me he levantado sin saber dónde iba a dormir esa noche. He ido a estaciones de bus y he decidido mi destino sobre la marcha.
Mi familia estuvo muy agobiada en mis inicios. Aún hay quien me dice que ojalá encuentre un trabajo en España y tenga que dejar de viajar (como si yo hubiera buscado trabajo en España y como si viajar fuera mi tortura). Afortunadamente los más cercanos ya me entienden, me aceptan y son felices sabiendo que yo lo soy. No me considero una valiente como muchos me dicen. Porque en el momento en que agarras tu mochila y te das a esta vida, aprendes que es mucho más fácil de lo que pensabas.
Bárbara Bécares, 31 años, es periodista.