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42 días atravesando los Pirineos… Sí, sola
Tras el dossier ‘A mi bola’, numerosas mujeres se han puesto en contacto con ‘La Marea’ para publicar sus experiencias y sensaciones viajando solas. Elisa cuenta su ruta por la alta montaña: "Entre tanta belleza y serenidad es imposible tener miedo".
Aquí puedes leer el dossier completo ‘A mi bola’.
«¿Y vas sola? ¡Qué valiente!». Son las cinco palabras que, acompañadas siempre de expresiones entre incrédulas y asombradas, más escuché el verano pasado. ¿Mi viaje? La Alta Ruta Pirenáica. 42 días andando atravesando los Pirineos lo más cerca posible de las cumbres desde el Atlántico al Mediterráneo. 900km. Casi 50.000 m. de ascensión acumulada y muchas, muchas, imágenes, historias y experiencias increíbles. Y sí, sola. Sola por elección y por convicción. Porque me gusta viajar sola y enfrentarme a los miedos y a la incertidumbre sola. Y escuchar mi pensamiento y -¿por qué no?- probarme a mí misma.
Desde el nerviosismo del primer día (estrenando mochila, tienda, GPS…) pasando por días de calor, frío o lluvia, por momentos de cansancio extremo, por muchas horas -incluso días- sin nadie a la vista, por caminos a veces imposibles, por pasos de montaña hermosísimos pero «delicados» en los que la mochila parecía tirar de mí hacia el vacío… Hasta el inmenso orgullo de llegar a Llançá, ya en el Mediterráneo, tal y como salí de Hendaya: sola, a pie, y con mi mochila a cuestas.
No podría elegir un único momento de entre los muchos que, de una u otra forma, marcaron el viaje. Si tuviera que hacerlo, ¿sería el momento en que entré en una cabaña y «robé» agua tras muchas horas de sol y sed insoportables? ¿Sería alguno de los múltiples encuentros con gente maravillosa siempre dispuesta a ayudar a una caminante solitaria y maloliente? ¿Sería la sensación sobrecogedora de enfrentarme a espectáculos pétreos tales como el Cuello del Infierno, la Horqueta de Hèas o el Circo de Gavarnie? ¿Sería la cena y la charla compartidas con ganaderos de Valle del Broto? ¿Serían las horas que pasé perdida saltando de piedra en piedra por la inmensa morrena que conduce al Coll de la Cornella? ¿La estancia reparadora de cuerpo y alma en el hotel Edelweis de Candanchú? ¿Las zarzas que destrozaron mis piernas en la Garrotxa? Imposible elegir.
¿Valiente? ¿Por hacer lo que llevaba años queriendo hacer? Supongo que la determinación espanta los miedos. ¿Miedo por ir sola? ¿Qué podría pasarme que no me pudiera pasar acompañada? La primera noche que tuve que montar la tienda en medio de la nada, a dos mil metros de altura, con la visión de un verde valle a mis pies y un horizonte de montañas y el único sonido de los cencerros de los caballos, lo supe: entre tanta belleza y serenidad es imposible tener miedo.
Elisa Pulla, 48 años, es catedrática de Musicología en el Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo de Sevilla.